Dispón tu casa familiar y tu interior para recibir a Jesús. III Domingo de Adviento

III Domingo de Adviento
III Domingo de Adviento

El Precursor

15 III Domingo de Adviento, “B”:  

Textos bíblicos: Isa 61, 1-2.10-11; Jn 1, 6-8. 19-28 

El Espíritu del Señor, Dios, está sobre mí, porque el Señor me ha ungido. Me ha enviado para dar la buena noticia a los pobres, para curar los corazones desgarrados, proclamar la amnistía a los cautivos, y a los prisioneros la libertad; para proclamar un año de gracia del Señor” (Isa 61, 1-2). 

“El que viene detrás de mí, y al que no soy digno de desatar la correa de la sandalia». Esto pasaba en Betania, en la otra orilla del Jordán, donde Juan estaba bautizando. Al día siguiente, al ver Juan a Jesús que venía hacia él, exclamó: «Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Jn 1, 27-29). 

Comentario 

Este domingo tercero de Adviento, la Iglesia se alegra y nos invita a sentir gozo por la proximidad de la Navidad. Los textos bíblicos, como efecto de la inminente venida del Mesías, nos anuncian el año de gracia del Señor y el perdón de los pecados. En la sinagoga de Nazaret Jesús personalizará las palabras del profeta. Él viene a redimir, a perdonar, a salvar, a curar, a restablecer la paz, y a ofrecer el camino de una vida más plena y feliz, posible en este mundo por la extraña paradoja de la entrega. 

Si en los días anteriores la referencia a los profetas era a Moisés y a Elías, en la proximidad de la Navidad, Juan Bautista toma protagonismo con el anuncio de la llegada inminente del Señor. Sabemos que Jesús nació hace más de dos mil años, pero siempre es posible celebrar su nacimiento en el corazón, y la palabra toma realismo y no evoca solo hechos anteriores.

El acontecimiento de la Encarnación del Verbo en el seno de María y nacido en Belén transforma y transfigura toda la realidad. Por este misterio cada ser humano se convierte en sacramento del Hijo de Dios hecho hombre. Las próximas fiestas nos invitan a atravesar la envoltura de luz y serpentinas, para entrar en la hondura de nuestro corazón y descubrirnos elevados a la dignidad de hijos de Dios. 

Propuesta 

Dispón tu casa familiar y tu interior para recibir a Jesús. 

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