Señor, tú me lo diste, a ti te lo ofrezco, todo es tuyo III Viernes de Adviento

III Viernes de Adviento
III Viernes de Adviento

Reconocimiento

20. III Viernes de Adviento, 22 de diciembre: (1Sa 1,4-28; Lc 1,46-56) 

Texto bíblico 

«Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humildad de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes en mí: su nombre es santo…»” (Lc 1, 46-49). 

Ventana: La acción de gracias 

Este día la Palabra de Dios nos ofrece el testimonio de dos mujeres bendecidas por Dios, al haber sido madres por gracia. Ana, quien concibió de su esposo Elcaná a Samuel, y María, sin concurso de varón, a Jesús. Ambas reaccionan agradecidas por el don recibido. 

Ana, sube a Siló y se presenta ante el sacerdote: «Perdón, por tu vida, mi señor, yo soy aquella mujer que estuvo aquí en pie ante ti, implorando al Señor. Imploré este niño y el Señor me concedió cuanto le había pedido. Yo, a mi vez, lo cedo al Señor. Quede, pues, cedido al Señor de por vida» (1Sam 1, 26-28). “María dijo: «Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humildad de su esclava. | Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes en mí: | su nombre es santo…»” (Lc 1, 46-49). 

Al final de este tiempo de Adviento, seguro que cada uno ha percibido dones que se le han otorgado a lo largo de la vida. Somos como cuencos remecidos de gracias, de capacidades, de bienes que se nos han dado. Por más que los hayamos conseguido con nuestras manos, ha sido por gracia. Nadie tiene en propiedad la vida, la salud, ni las destrezas, y por ello debemos entonar nuestro Magnificat

Propuesta 

Señor, tú me lo diste, a ti te lo ofrezco, todo es tuyo 

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