«Pasa Jesús el Nazareno». Entonces (el ciego) empezó a gritar: «¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí!». (Lc 18, 37-38)
«No tengo plata ni oro, pero te doy lo que tengo: en nombre de Jesucristo Nazareno, levántate y anda». (Act 3, 6)
“Al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre” (Flp 2,10-11).
El nombre de Jesús es antídoto frente al mal y la tentación y su recitación concede el don de la oración continua. Los hesicastas alcanzan la más alta contemplación recitando: “Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí”
Los discípulos comprendieron la fuerza del nombre de Jesús y lo invocaban con fe, en contra de todas las prohibiciones: “Les prohibiremos con amenazas que vuelvan a hablar a nadie de ese nombre». Y habiéndolos llamado, les prohibieron severamente predicar y enseñar en el nombre de Jesús” (Act 4, 17-18).
San Bernardo invoca el nombre de Jesús: «Jesús es miel en la boca, cántico en el oído, júbilo en el corazón».
San Ignacio de Loyola escogió para su fundación el nombre de “Compañeros de Jesús”. “Amigos de Jesús”.
Invoca el nombre de Jesús.