"Proclaman que su ordenación es conforme a la sucesión apostólica de la Iglesia" Ludmila Javorova y las presbíteras católicas, pastoras, rabinas e imanas
"Aunque son conscientes de que su estatus no está aprobado por el Vaticano ni el Derecho Canónico, presiden la eucaristía en sus templos y comunidades, imparten todos los sacramentos que corresponden a su ministerio y han ido creciendo en los últimos años, a pesar de las censuras oficiales"
| Victorino Pérez Prieto, teólogo
Una usuaria de facebook acaba de publicar una noticia como novedad, que generó comentarios en la red por algunas inexactitudes, y llegó hasta mi: “Ludmila, la única cura con faldas”. Bajo este titular se aseguraba en el texto que esta mujer checoslovaca “se convirtió en la primera «sacerdotisa» católica del mundo en los últimos 20 siglos”, y celebraba misa todos los días, en clandestinidad. Aunque luego, cuestionando lo de “la primera”, se insinuaba entre paréntesis que “muchos teólogos suelen asegurar que hasta el siglo I, la Iglesia católica contó con mujeres sacerdotisas y diaconisas”.
Me fijé en la fecha y vi en la letra pequeña que la presunta “novedad” era una Crónica de José Manuel Vidal publicad en El Mundo… el 13 de enero de 2002!, hace dieciocho años!! El director de Religión Digital la escribió con ocasión de la publicación del libro de Miriam Therese Winter sobre Ludmila Desde lo hondo. La historia de Ludmila Javorova, una mujer católica ordenada sacerdote, que acababa de ver la luz en español. Con todo, esta metedura de pata típica me ha servido para sacar este blog del letargo de dos meses, y me ha animado a escribir unas líneas respecto de esa mujer y ese libro que leí con sumo interés hace años, y también sobre la cuestión del sacerdocio para las mujeres en las religiones, respecto del cual el artículo del buen amigo José Manuel tenía algunas inexactitudes. Bien es cierto que estas se debían a que no sabía lo que sabemos hoy, y a que no había sucedido aún lo que sucedió en estas casi dos décadas.
Ludmila reaccionó, y, aunque mantuvo el silencio público, pidió la ayuda del Papa para el reconocimiento eclesial. En una carta le decía simplemente: “Santo Padre, he recibido la ordenación sacerdotal en estas circunstancias, y ahora se lo comunico”. Pero el Vaticano dio la callada por respuesta durante años. Ante esta actitud, en 1995 Ludmila reconoció públicamente su condición. Sólo entonces, la jerarquía romana reaccionó y Juan Pablo II encargó al cardenal Ratzinger poner orden. Roma negó la validez de la ordenación sacerdotal de Ludmila Javorova y de los cuatro obispos casados. Ella acató la decisión del Vaticano, pero siguió proclamándose cura. En el 2011 recibió el premio de la Fundación Herbert Haag para la libertad en la Iglesia, presidida por Hans Küng. Ella es “el símbolo vivo de que en la Iglesia católica existe ya lo que la jerarquía se empecina en negar: curas con faldas”, concluye el artículo de Vidal.
La primera inexactitud del artículo de José Manuel está ya al comienzo: llamarla sacerdotisa, cosa que les desagrada a la mujeres católicas ordenadas actuales, porque tiene demasiado eco de las antiguas sacerdotisas paganas. Más fieles a la tradición, las más de 250 mujeres presbíteras que hay actualmente en la Iglesia católica, y que lo han puesto a luz pública, prefieren denominarse presbíteras católicas. Estas mujeres pertenecen a la ARCWP-RCWP (Asociación de Presbíteras Católicas Romanas, por sus siglas en inglés), con presencia en América (USA, Canadá, Colombia y Venezuela) y Europa (Alemania, Austria, Francia y España), y hay ya una docena de obispas.
Estas mujeres proclaman que su ordenación es conforme a la sucesión apostólica de la Iglesia y dicen respetar su tradición teológica y litúrgica. Aunque son conscientes de que su estatus no está aprobado por el Vaticano ni el Derecho Canónico, presiden la eucaristía en sus templos y comunidades, imparten todos los sacramentos que corresponden a su ministerio y han ido creciendo en los últimos años, a pesar de las censuras oficiales.
La segunda afirmación que hizo saltar más comentarios en la red, fue lo que Vidal comentaba acerca del estatus de las mujeres en las otras religiones monoteístas: “Las judías sólo pueden dirigir ritos hogareños, sin posibilidad de acceso a puestos de rabino en las sinagogas. En el islam... ninguna mujer puede dirigir la oración”. Pero, actualmente ya hay rabinas judías e imanas musulmanas dirigiendo la oración y predicando en sinagogas y mezquitas de Europa. He hablado de ello en uno de los artículos anteriores de mi blog: Un encuentro de mujeres empoderadas en Troyes: una imana, una rabina, una pastora protestante y una presbítera católica (11/ Diciembre/2019).
Nombraba allí a Christina Moreira (presbítera católica, recibió la ordenación sacerdotal en EE UU de manos de la obispa norteamericana Bridget Mary Meehan, y preside la eucaristía en su comunidad de A Coruña), Joëlle Wetzstein (pastora de la Iglesia Protestante Unida de Francia-Comunión Luterana y Reformada, ejerce su ministerio parroquial en Troyes, región de Champaña), Kahina Bahloul (una de las primeras imanas de Francia, de la tradición chiita-sufí, ejerce en una mezquita de París) y Floriane Chinsky (en la foto al lado, tercera mujer rabina francesa, pertenece a la corriente del judaísmo reformado y ejerce en la sinagoga Adath Shalom en París). Tuve la ocasión de conocerlas y dialogar con ellas en un encuentro interreligioso excepcional: “La nuit des femmes” (La noche de las mujeres) en la hermosa ciudad francesa de Troyes.
Estaba organizada por el Institut Rachi, marcado por un espíritu de apertura y diálogo del judaísmo con el mundo, y dirigido también por una mujer: Géraldine Roux. En la celebración interreligiosa en el templo protestante cantamos una canción de Jean Ferrat: … Je déclare avec Aragon: la femme est l’avenir de l’homme [Declaro con Aragon: la mujer es el futuro del hombre].
Aparte de los libros de Lavinia Byrne (Mujeres en el altar), Karen Jo Torjesen (Cuando las mujeres eran sacerdotes), Jannine Houcarde (Des Femmes prêtres?), John Wijngaards (L’ordination des femmes dans l’Église Catholique)… y los de autoras españolas como Maria José Arana (Mujeres sacerdotes ¿por qué no?), Maria Elena Garmendia (Porque soy hija de Abraham) y otros sobre el sacerdocio de las mujeres, hay un libro reciente muy recomendable, que recoge no sólo el tema de las mujeres sacerdotes en el cristianismo sino en otras religiones.
Se trata de la obra de Yolanda Alba, Sacerdotas. La mujer en las diferentes liturgias y religiones (Almuzara, Córdoba 2018), que estudia las diversas tradiciones religiosas y entrevista a algunas de las mujeres citadas aquí. La autora es una periodista y escritora, y el libro es un grueso volumen con mucha información, en el que se puede observar un largo trabajo de investigación seguramente de varios años. Yolanda manifiesta una clara postura a favor de la ordenación de las mujeres, con plenos derechos en el ejercicio del ministerio, la celebración de los ritos y la enseñanza religiosa con respecto a los varones, cuestionando que sea Dios, Yahveh o Aláh quien prohíba tal cosa.
Yolanda Alba habla críticamente de la misoginia particular de las religiones monoteístas, y a la vez de las “judías contra la ortodoxia, las “cristianas desobedientes” y las “musulmanas desveladas”. Habla del matriarcado versus patriarcado, del rostro femenino de Dios y del papel de la mujer en las religiones antiguas, menos sumiso que el de los últimos siglos. Así, es el caso las mujeres de los cultos del antiguo Egipto, los cultos grecorromanos y las druidesas celtas; las mujeres en los cultos de la antigua Babilonia y las sacerdotisas de los cultos africanos, las hieródulas de Ashera y la sacerdotisa Jezabel que aparecen en la Biblia; las sacerdotisas incas, aztecas y mayas, las chamanas y sacerdotisas amerindias del norte, etc.
En la actualidad, las rabinas (Pauline Bebe, la primer rabina de Francia y otras rabinas de Alemania y EE UU), imanas e incluso una mujer ayatolá (Zoreh Sefati); así como las sacerdotisas paganas y de los cultos esotéricos como la Fraternidad Rosacruz. Con respecto al cristianismo, habla Yolanda de la importancia de Maria Magdalena en la Iglesia de los primeros cristianos, las mujeres diaconisas y presbíteras de las iglesias primitivas, las obispas y hasta la históricamente controvertida papisa Juana, el papel de las abadesas mitradas en los monasterios medievales (Hildegarda de Bingen), etc. Hasta llegar a La Biblia de la Mujer de la norteamericana Cadi Stanton en el siglo XIX, uno de los libros prohibidos más controvertidos y valientes de la era victoriana, y las pastoras y obispas protestantes, asñi como las presbíteras y obispas católicas.
Todo esto es mucho más importante que otra noticia que saltó a los medios de comunicación hace unos días y se vio también en Religión Digital; una noticia que tuvo mucho más eco, posiblemente porque su protagonista es más mediática que las mujeres de las que he hablado. Anne Soupa, biblista francesa fundadora del Comité de la jupe, que defienden el derecho de las mujeres al sacerdocio, se postuló como arzobispa de Lyon en sustitución del dimitido Monseñor Barbarin. Aunque, en el calor de la polémica suscitada, Anne dijo que lo hacía “sólo con funciones administrativas y no sacramentales”.
¿Una obispa que no está ordenada sacerdote, que no puede presidir la eucaristía ni ordenar nuevos/as presbíteros/as? ¿Dónde está el verdadero reto profético? ¿En una boutade así, que puede llamar la atención pero no le complica realmente la vida a quien lo hace; o en proclamar alto y claro el derecho de las mujeres al sacerdocio como una vocación al servicio de la comunidad cristiana, y aún osar recibir la ordenación en contra de los poderes eclesiásticos? Esto último es en lo que se han implicado ya cientos de mujeres en todo el mundo, a pesar de los problemas que han significado para sus vidas –en algunos casos muy graves–, pero con la libertad de los hijos de Dios.