(J. B./Agencias).- Es uno de los lugares más hermosos del mundo. Allí se expone el mayor tesoro artístico de la Tierra. El Palacio de Belvedere, sede de los Museos Vaticanos, está en plena reforma. Una restauración que, como se hacía en la antigüedad, afecta a sus paredes, que están siendo pintadas... con leche.
El edificio data de 1484, y durante siglos ha sufrido los avatares de la historia. Cismas, guerras, traslados... y la mayor colección de pinturas, regalos, manuscritos, y hasta piedras lunares, del mundo. Ahora está limpiando su rostro y, tal y como recoge la CNN, quiere hacerlo de un modo sostenible.
Y para ello, han recurrido a una innovadora técnica que, sin embargo, proviene de una receta antigua, al menos tanto como los muros que se ven afectados. Se trata de mezclar la leche proveniente de las vacas de Castel Gandolfo con cal apagada y pigmentos naturales. En este caso, el color crema original, que fue utilizado en el siglo XVI y que está siendo palmeado a mano en las paredes por los operarios, como se hacía hace cinco siglos.
"No tenemos nostalgia por el pasado, pero se ha demostrado que es más resistente al tiempo", destaca el arquitecto en jefe del Vaticano, Vitale Zanchettin. Unas medidas apoyadas por el Papa Francisco y su compromiso con la ecología.
Y es que el Vaticano está a la vanguardia de la investigación sobre el uso de aceites esenciales para limpiar y proteger las 570 estatuas y otras obras de arte de mármol en sus jardines.
En este sentido, con las plantas también se está teniendo especial cuidado. Así, un centenar de operarios -con contrato fijo- limpia y repara arte y edificios antiguos para los seis millones de turistas que visitan cada año. "Es mejor pagar a personas que comprar máquinas", dicen los portavoces. Y a fe que es cierto.