Queremos, Cristo Jesús, que nuestras comunidades sean “germen y principio del Reino” Reflexión dominical: La cruz del Amor nos realiza, nos salva (Domingo 16 TO B 2ª lect. 21.07.2024)

El orden patriarcal margina a la mujer e impiden ser “un único ser humano nuevo”

Comentario:uniéndolos en un solo cuerpo mediante la cruz” (Ef 2,13-18)

Los primeros versículos de este capítulo (Ef 2, 1-10) recuerdan la situación de miseria moral (“pecado” en términos paulinos) en que se movía aquella sociedad. En contextos distintos, la vida humana siempre está amenazada e incursa en miserias morales. También en Romanos aparecen expresiones similares: “permanencia en pecado, vivir en el pecado, hombre viejo, cuerpo de pecado, servir al pecado, que el pecado no siga reinando en vuestro cuerpo mortal, sometiéndoos a sus deseos, no pongáis vuestros miembros al servicio del pecado, como instrumentos de injusticia” (Rm 6,1-14). Y en Colosenses:a vosotros, que estabais muertos por vuestros pecados y la incircuncisión de vuestra carne, os vivificó con él” (Col 2,13).  “Dad muerte a todo lo terreno que hay en vosotros: la fornicación, la impureza, la pasión, la codicia y la avaricia, que es una idolatría Ira, coraje, maldad, calumnias y groserías, ¡fuera de vuestra boca! ¡No os mintáis unos a otros!: os habéis despojado del hombre viejo, con sus obras” (Col 3,5-9).

Es la situación humana de no realización-salvación. La tradición patrística: “pecado original”: “amor de sí mismo hasta el desprecio de Dios” (san Agustín). “Corazón curvado sobre sí mismo” (Lutero). “Pretensión humana de alcanzar el propio fin al margen de Dios” (GS 13). Hoy: “pecado del mundo”, “pecado estructural”, “ámbito de pecado”, “impotencia creatural”, “tristeza de nuestra finitud”, “inclinación al mal” ....

A esta situación, Pablo propone el Evangelio:Dios, rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó, estando nosotros muertos por los pecados, nos ha hecho revivir con Cristo —estáis salvados por pura gracia—; nos ha resucitado con Cristo Jesús, nos ha sentado en el cielo con él, para revelar en los tiempos venideros la inmensa riqueza de su gracia, mediante su bondad para con nosotros en Cristo Jesús. En efecto, por gracia estáis salvados, mediante la fe” (Ef 2,4-8).

Al texto de hoy le precede la situación de los no judíos:vosotros, los que un tiempo erais gentiles según la carne, llamados incircuncisos por los que se llamaban circuncisos en razón de una operación practicada en la carne, recordad que entonces vivíais sin Cristo: extranjeros a la ciudadanía de Israel, ajenos a las alianzas y sus promesas, sin esperanza y sin Dios en el mundo” (2,11-12). Supremacismo ante “gentiles-paganos”, que llevan en su cuerpo “incircunciso” la marca del ateísmo y desesperanza. Este texto antiguo lo refleja: “Nuestro sabio legislador ..., equipado por Dios con el conocimiento de todas las cosas, nos cercó con vallas infranqueables, para que no nos mezcláramos en nada con ningún otro pueblo, permaneciendo incontaminados de cuerpo y alma, desligados de vanas opiniones, y adorando al único y verdadero Dios por encima de toda la creación” (“Carta de Aristea a Filócrates” 139, escrita entre 175-170 a.C. por un judío helenizado). En el Templo, un muro marcaba el límite infranqueable bajo pena de muerte.

Pablo, convertido al Amor, manifestado en Jesús, proclama su Evangelio:

- “Ahora, gracias a Cristo Jesús, los que un tiempo estabais lejos estáis cerca por la sangre de Cristo”. El Hijo de Dios nos ha hermanado, nos ha dado la misma dignidad.

- “Él es nuestra paz: el que de los dos pueblos ha hecho uno, derribando en su cuerpo de carne el muro que los separaba: la enemistad”.Su Espíritu de amor elimina el odio.

- Él ha abolido la ley con sus mandamientos y decretos, para crear, de los dos, en sí mismo, un único hombre nuevo, haciendo las paces”.El Espíritu es ya la ley: “si alguno está en Cristo es una criatura nueva. Todo procede de Dios, que nos reconcilió consigo por medio de Cristo y nos encargó el ministerio de la reconciliación” (2Cor 5,17s).

- Reconcilió con Dios a los dos, uniéndolos en un solo cuerpo mediante la cruz, dando muerte, en él, a la hostilidad”. La cruz del Amor elimina la “hostilidad”.

- Vino a anunciar la paz: paz a vosotros los de lejos, paz también a los de cerca”.

- Así, unos y otros, podemos acercarnos al Padre por medio de él en un mismo Espíritu” (Ef 2,13-18). En el Espíritu del Hijo todos somos hermanos. Sólo así rezamos al Padre.

Oración:uniéndolos en un solo cuerpo mediante la cruz” (Ef 2,13-18)

Jesús, lleno del Amor del Padre:

el evangelio de Pablo es tu Amor universal;

era un ferviente nacionalista:

circuncidado a los ocho días, del linaje de Israel,

de la tribu de Benjamín, hebreo hijo de hebreos;

en cuanto a la ley, fariseo;

en cuanto a celo, perseguidor de la Iglesia;

en cuanto a la justicia de la ley, irreprochable” (Flp 3,5-6).

Tras descubrir el Amor de Dios, manifestado en ti:

 reconoce: “todo eso que para mí era ganancia,

lo consideré pérdida a causa de Cristo” (Flp 3,7).

Siguiendo su inspiración, hacemos nuestro su Evangelio:

Ahora, gracias a ti, Cristo Jesús,

los que un tiempo estábamos lejos

estamos cerca por tu sangre, Cristo.

Tú eres nuestra paz: de los dos pueblos has hecho uno,

derribando en tu cuerpo de carne

el muro que nos separaba: la enemistad.

Tú has abolido la ley con sus mandamientos y decretos,

para crear, de los dos, en ti mismo,

un único hombre nuevo, haciendo las paces.

Reconciliaste con Dios a los dos,

uniéndonos en un solo cuerpo mediante la cruz,

dando muerte, en ti, a la hostilidad.

Viniste a anunciar la paz: paz a nosotros los de lejos,

paz también a los de cerca.

Así, unos y otros, podemos acercarnos al Padre

por medio de ti en un mismo Espíritu.

Así pues, ya no somos extranjeros ni forasteros,

sino conciudadanos de los santos,

y miembros de la familia de Dios.

Estamos edificados sobre el cimiento de los apóstoles y profetas,

y tú mismo, Cristo Jesús, eres la piedra angular.

Por ti, todo el edificio queda ensamblado,

y se va levantando hasta formar un templo

consagrado al Señor.

Por ti, también nosotros entramos con ellos en la construcción,

para ser morada de Dios, por el Espíritu” (Ef 2,13-22).

Estos son, Cristo hermano, los ideales de tu Iglesia:

quitar vallas infranqueables de religiones y clases sociales;

mezclarse con cualquier pueblo, cultura, costumbres...;

sentirse cerca de todo ser humano, amado por el mismo Padre;

no considerar a nadie “enemigo”, ni objeto de “odio”;

reconocer a varones y a mujeres la misma dignidad:

            unos y otras son “germen y principio del Reino” (LG 5);

            unos y otros comparten los carismas del Espíritu.

Hoy, Jesús del amor, necesitamos también tu Evangelio:

desigualdades sociales contradicen tu amor;

el orden patriarcal sigue marginando a la mujer,

impide tu “un único ser humano nuevo”;

tu Iglesia necesita ser signo de Reino para todos:

            todos iguales en dignidad y respeto;

“lo que afecta a todos sea tratado y aprobado por todos”;

 todos participando según sus cualidades.

Queremos, Cristo Jesús, que nuestras comunidades:

            democratizadas con tu amor,

            llamadas a ser “germen y principio del Reino”,

sean realidades significativas:

            que promuevan la convivencia agradable;

que se conmuevan sus entrañas ante “toda miseria humana”;

            que hagan pensar y provoquen actitudes cooperativas;

            que lleven a la igualdad, al respeto de la dignidad humana,

                        a la libertad responsable, a compartir bienes y servicios...

Volver arriba