El Padre de Jesús quiere que todos trabajen para vivir y realizarse Domingo 25º TO (20.09.2020): La discriminación positiva no es injusticia, sino ayuda al más débil
La teoría del mérito (indulgencias, promesas, los donativos...) no es teoría de Amor
| Rufo González
Comentario: “Id también vosotros a mi viña” (Mt 20, 1-16)
Los judíos de la comunidad de Mateo no podían entender cómo en la Iglesia todos tenían la misma categoría, sin valorar antigüedad y méritos. La parábola defiende que el amor de Dios es gratuito e igual para todos. Vemos al dueño de una viña contratar jornaleros a distintas horas. Sólo con los del amanecer acuerda el jornal a cobrar: un denario, retribución de un día de trabajo. Lo justo para alimentar a la familia un día. Según las costumbres, el jornal se abona al atardecer (Dt 24,15; Tob 4,14). A la caída del sol, el dueño ordena al capataz pagar, “empezando por los últimos”, dando a todos un denario. Los primeros contratados son testigos de la bondad del dueño. No la ven. Valoran la discriminación positiva como injusta, no como ayuda al débil.
El dueño les explica su justicia: les paga lo debido, lo acordado. Exige respeto a su libertad para ir más allá de lo que pide la justicia. No hay que tener envidia por la bondad ajena. Es la misma enseñanza que la parábola del hijo pródigo (Lc 15,11-32). El hijo mayor (Lc 15,29-30) y los obreros del amanecer (Mt 20,12) piensan que son víctima de una injusticia. Simbolizan la mentalidad farisea al ver a Jesús acoger y sentarse a la mesa de publicanos y pecadores. El padre y el dueño de la viña encarnan al Padre del cielo y a Jesús. Actúan por bondad, por la lógica del amor gratuito, y no por méritos nuestros. La productividad debería ser fruto de la honradez del trabajador.
Es una crítica contra quienes actúan para acopiar méritos y exigir a Dios su paga. Mentalidad en la que ha incurrido la Iglesia. Su teoría del mérito, las indulgencias, las promesas condicionadas, los donativos interesados... tienen poco que ver con la teoría del amor gratuito. Actuar por amor desinteresado, como el Padre del cielo “que hace salir el sol y bajar la lluvia sobre buenos y malos” (Mt 5,45) es actuar en cristiano.
Trabajar el Reino de vida para todos da felicidad siempre. Es realización de la naturaleza humana. Debemos trabajar la “viña” de vida para realizarnos todos como personas. El deseo de felicidad es una seducción divina. Dios quiere a todos en su Reino. A todos quiere llenar de vida, sin importarle la hora, el país, la raza, la religión o situación social, en que vienen a este mundo o caen en la cuenta de la verdadera felicidad. La envidia (tristeza por el bien ajeno) es señal de que no estamos en el reino del Amor. Jesús pretende realizar lo que Dios quiere. Su evangelio es pregón, llamada y fuerza para el Reino de vida verdadera. Jesús siente que el Espíritu del Misterio de la vida (al que llama “Padre”) le mueve a cuidar enfermos, a compartir mesa, a sanar relaciones humanas, a vivir sintiéndose amado por el Padre de todos, a esperar que ese Amor sacie plenamente su vida. A todos lo que creen en él les da su mismo Espíritu, y les encomienda su misma misión.
Oración: “Id también vosotros a mi viña” (Mt 18,15-20)
Esta parábola, Jesús del Amor,nos revisa la vida:
nos desmonta nuestra imagen egoísta de Dios;
nos cuestiona nuestra espiritualidad de méritos;
deshace la lógica de la equivalencia: “te doy para que me des”;
invita a la lógica del Amor gratuito, propio del Padre Dios.
Esta parábola de los obreros explica la profecía:
“Mis pensamientos no son vuestros pensamientos.
Mis caminos no son vuestros caminos” (Is 55,8).
La voluntad del Padre Dios es la del “señor de la viña”:
que todos trabajen para vivir y realizarse;
que todos reciban su denario para subsistir dignamente.
Para Ti y tu Padre del cielo, la dignidad humana:
“está por encima de todas las cosas,
y sus derechos y deberes son universales e inviolables.
Como consecuencia es necesario que se vuelva accesible al ser humano
todo lo que necesita para llevar una vida verdaderamente humana:
alimento, vestido, vivienda;
derecho a elegir libremente un estado de vida y a fundar una familia;
derecho a la educación, al trabajo, a la buena fama, al respeto,
a una información correcta,
a obrar rectamente en conciencia,
a la protección de la vida privada,
a la justa libertad también en materia religiosa” (GS 26).
Tú y el Padre pensáis primero en nuestras necesidades:
“Dios da a cada uno lo que se merece” por ser persona, por ser su hijo;
“Dios es amor y sólo puede darnos su amor” (San Agustín).
Nosotros contaminamos a Dios con nuestro egoísmo:
La razón humana “... llama Dios a lo que no es Dios,
y no-Dios a lo que es Dios...”.
“No acierta nunca con el Dios verdadero,
sino con el demonio o con el propio parecer”.
“Dios no puede airarse en su naturaleza y en su ser,
sino que es pura bondad y ternura”.
“En el terror me invento un Dios diferente, airado...,
pero no es el Dios verdadero, sino como nubes en mi corazón,
que me llevan a pensar en un Dios airado”
(M. Lutero: “Edición de Weimar”, O. c.: WA 7, 207; 36, 428; 40 11, 417).
Los profetas iluminan el rostro del Padre:
Oseas destacó su amor incondicional:
“¿cómo podría abandonarte...?
Se conmueven mis entrañas...
porque yo soy Dios, y no hombre,
santo en medio de vosotros,
y no me dejo llevar por la ira” (Os 11,8-9).
Isaías proclama su santidad, que es Amor:
“Como a mujer abandonada y abatida te llama el Señor...
`Por un instante te abandoné, pero con gran cariño te reuniré...
con amor eterno te quiero´, dice el Señor, tu libertador”(Is 54,6-8);
¿Puede una madre olvidar al niño que amamanta?...
Pues, aunque ella se olvidara, yo no te olvidaré” (Is 49,15).
Tú, el mayor de los profetas, nos nos entrañas tu amor:
“Como el Padre me ha amado así os he amado yo;
permaneced en mi amor” (Jn 15,9).
Queremos vivir movidos por tu mismo Espíritu:
trabajar para que todos tengan trabajo, estén activos, tengan vida...;
allegar a todas la mesas el “denario” de pan, salud, educación, libertad...;
alegrarnos con tu bondad inmensa, sin medida, que busca nuestra dicha.
Preces de los Fieles (D. 25º TO 20.09. 2020)
La viña de la parábola simboliza la vida. A todas horas somos invitados a trabajar por un mundo mejor. El Padre nos da su Espíritu, su Amor, para para realizarnos. Pidamos identificarnos con la mente divina diciendo: “Tú quieres a todos, Señor”.
Por nuestro mundo:
- que seamos capaces de entendernos con diálogo y respeto;
- que dejemos la violencia, la mentira, el abuso personal...
Roguemos al Señor:“Tú quieres a todos, Señor”.
Por las religiones:
- que escuchen la voz de Amor universal: la igual dignidad;
- que ofrezcan su sentido de vida como libertad.
Roguemos al Señor:“Tú quieres a todos, Señor”.
Por nuestras comunidades:
- que vivan la lógica del Amor gratuito;
- que sean acogedoras y ofrezcan humildemente el Evangelio.
Roguemos al Señor:“Tú quieres a todos, Señor”.
Por las intenciones del Papa (septiembre 2020):
- que “se respeten y no sean saqueados los recursos del planeta”;
-que “los recursos del planeta se compartan de manera justa y respetuosa”.
Roguemos al Señor:“Tú quieres a todos, Señor”.
Por los más débiles:
- que sean el centro de nuestra vida religiosa (Sant 1, 27; Heb 13, 16);
- que se sientan llamados a trabajar en el viña del Señor.
Roguemos al Señor:“Tú quieres a todos, Señor”.
Por esta celebración:
- que sintamos la igualdad ante el amor del Padre;
- que el Espíritu divino nos dé la vitalidad de Jesús.
Roguemos al Señor:“Tú quieres a todos, Señor”.
Queremos hoy, Dios de todos, reconocer tu viña en toda vida. Queremos trabajar por el respeto y cuidado de todos. Queremos parecernos a ti, que haces salir el sol y bajar la lluvia para todos. Queremos caminar con tu Hijo Jesús por los siglos de los siglos.
Amén.
Jaén, 20 septiembre 2020