Aunque “necios y torpes para creer”, tras oírte y cenar contigo, “te reconocemos” Eucaristía, “todo el bien espiritual de la Iglesia” (Jueves Santo 17.04.2025)
Invitas a todos los bautizados: “Tomad, comed: esto es mi cuerpo». Bebed todos”
| Rufo González
Comentario: “Haced esto en memoria mía” (1Cor 11,23-26)
Pablo narra la “tradición” de la “cena del Señor” recibida en Damasco de Antioquía, donde fue bautizado (He 9,18). Como Lucas (22,1-30), la sitúa en el contexto espiritual en que Jesús la fundó y en el que debe celebrarse. En los versículos 17-22 denuncia su perversión en Corinto: “Vuestras reuniones causan más daño que provecho… Hay divisiones entre vosotros… Cuando os reunís en comunidad, eso no es comer la Cena del Señor, pues cada uno se adelanta a comer su propia cena, y mientras uno pasa hambre, el otro está borracho. ¿No tenéis casas donde comer y beber? ¿O tenéis en tan poco a la Iglesia de Dios que humilláis a los que no tienen? ¿Qué queréis que os diga? ¿Que os alabe? En esto no os alabo” (1Cor 11,17-22).
El texto leído hoy es la narración más antigua de la eucaristía (vv. 23-25). Le sigue un comentario (vv. 26-34), del que sólo leemos el v. 26. Es una “tradición” que viene del Jesús histórico. Afirma la presencia real de Jesús en el pan y en el vino:“Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros… Este cáliz es la nueva alianza en mi sangre”. Lo interpreta como sacrifico, “entrega por vosotros”, igual que el propio Jesús“en la noche en que iba a ser entregado”. Se debe repetir en su Iglesia: “Haced esto en memoria mía… Cada vez que coméis de este pan y bebéis del cáliz, proclamáis la muerte del Señor, hasta que vuelva”. Su memoria incluye “morir” al egoísmo, a la insolidaridad… y “vivir como él”, entregar la vida como “pan compartido” en favor del ser humano.
La Cena, en el texto de Lucas (22,1-30), está precedido de la conspiración de escribas y sacerdotes para “quitar de en medio” a Jesús, utilizando a Judas. Jesús prepara la Cena con todo el amor: “Ardientemente he deseado comer esta Pascua con vosotros, antes de padecer…”. Toma pan, lo parte y se lo da diciendo: «Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros; haced esto en memoria mía». Lo mismo con el cáliz: «Este cáliz es la nueva alianza en mi sangre, que es derramada por vosotros” (vv. 14-20). Anuncia la traición de Judas, el anti-modelo, que, movido por el poder y el dinero, entrega a Jesús, rompiendo la Cena del Señor. La disputa de los discípulos sobre “quién de ellos debía ser tenido como el mayor”, remata el significado de la Cena: “Los reyes de las naciones las dominan, y los que ejercen la autoridad se hacen llamar bienhechores. Vosotros no hagáis así, sino que el mayor entre vosotros se ha de hacer como el menor, y el que gobierna, como el que sirve” (Lc 22,24-26). Queda claro que la Cena del Señor es la mesa de la fraternidad. No puede celebrarse como la celebran los corintios: divididos, humillando a los pobres, con distinciones no fraternales. La Cena es el memorial de la vida de Jesús, diferente del mundo. Si la comunidad celebrante “dice que permanece en él, debe caminar como él caminó” (1Jn 2,6). Si la Eucaristía es rito estricto, culto hierático y fastuoso, aristocrático y jerarquizado... pierde el sentido de la Cena del Señor: celebración de la fraternidad y del compromiso de Jesús con todo ser humano.
Oración: “Haced esto en memoria mía” (1Cor 11,23ss; Lc (22,1ss)
Jesús-Eucaristía, “todo el bien espiritual de la Iglesia”:
Ciertamente “en la Sagrada Eucaristía se contiene
todo el bien espiritual de la Iglesia;
Tú, Cristo en persona, nuestra Pascua y pan vivo,
con tu Carne, por el Espíritu vivificada y vivificante,
das vida a los seres humanos que de esta forma
son invitados y estimulados a ofrecerse a sí mismos,
sus trabajos y todas las cosas creadas contigo.
Tu Eucaristía es la fuente y cima de toda evangelización;
los catecúmenos, al introducirse poco a poco en la Eucaristía,
y los fieles, ya Bautizados y Confirmados con la Eucaristía,
se injertan plenamente en tu Cuerpo, Cristo” (PO 5).
Nos acercamos a aquella reunión antes de padecer:
“Ardientemente he deseado comer esta Pascua
con vosotros, antes de padecer” (Lc 22,14).
“Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús
que había llegado su hora de pasar
de este mundo al Padre,
habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo,
los amó hasta el extremo” (Jn13, 1).
Hasta el extremo de compartir tu misma vida:
“Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros…
Este cáliz es la nueva alianza en mi sangre.
Haced esto en memoria mía” (1Cor 11,24-25).
En aquella Cena, Jesús, te arrodillas ante cada uno:
“Si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies,
también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros;
os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho
con vosotros, vosotros también lo hagáis” (Jn 13,14-15).
Al final de la Cena, dice el evangelio de Lucas:
“se produjo también un altercado a propósito
de quién de ellos debía ser tenido como el mayor.
Pero él les dijo: «Los reyes de las naciones las dominan,
y los que ejercen la autoridad se hacen llamar bienhechores.
Vosotros no hagáis así, sino que el mayor entre vosotros
se ha de hacer como el menor,
y el que gobierna, como el que sirve.
Porque ¿quién es más, el que está a la mesa o el que sirve?
¿Verdad que el que está a la mesa?
Pues yo estoy en medio de vosotros como el que sirve»” (Lc 22,23-27).
“Tu memoria”, Jesús de todos, se desvirtuó pronto:
“cuando os reunís en comunidad,
eso no es comer la Cena del Señor,
pues cada uno se adelanta a comer su propia cena,
y mientras uno pasa hambre, el otro está borracho.
¿Tenéis en tan poco a la Iglesia de Dios
que humilláis a los que no tienen?” (1Cor 11,20ss).
Tu “Cuerpo y Sangre” es tu vida glorificada:
la que “manifiesta plenamente el hombre al propio hombre
y le descubre la sublimidad de su vocación…
Tú, Hijo de Dios, te has unido con todo ser humano:
trabajaste con manos humanas,
pensaste con inteligencia de humana,
obraste con voluntad de humana,
amaste con corazón de humano…
Padeciendo por nosotros, nos diste ejemplo:
nos abriste el camino, con cuyo seguimiento
la vida y la muerte se santifican y adquieren nuevo sentido…
Nosotros, conformados con tu imagen de Hijo,
Primogénito entre muchos hermanos,
recibimos las primicias del Espíritu (Rm 8,23),
que nos capacitan para cumplir la ley nueva del amor.
Por medio del Espíritu, prenda de la herencia (Ef 1,14):
nos restauras internamente a todos
hasta que llegue la redención del cuerpo (Rm 8,23)” GS 22).
Ayúdanos, Jesús, a encontrar tu verdadera “Cena”:
creyendo que tú te acercas a todo ser humano;
estás a las puertas de todo corazón llamando (Ap 3,20);
“Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados,
y yo os aliviaré” (Mt 11,28).
Nos invitas a todos, en toda situación:
“Tomad, comed: esto es mi cuerpo».
Bebed todos” (Mt 26,26-27);
multiplicas tu pan ofrecido a todos (Jn 6,1-13);
tu comunión sana, alimenta, perfecciona;
aunque seamos “necios y torpes para creer”,
tras oírte y cenar contigo,
nos convertimos a ti, “te reconocemos” (Lc 24,25ss).
rufo.go@hotmail.com