Ninguno de ellos prueba en absoluto la conexión ontológica sacerdocio-celibato El libro del “R. Sarah con J. Ratzinger” contradice al Vaticano II (8): Manipulación del Salmo 16,5-6

“Tres textos que aportan luz a la noción cristiana del sacerdocio” (p. 52-71)

Abordamos la segunda parte de la reflexión de Benedicto XVI. Pretende destacar “la profunda unidad entre los dos Testamentos en virtud del paso del Templo de piedra al Templo que es el cuerpo de Cristo” (p. 52). Ciertamente el nuevo Templo es el “cuerpo” de Jesús. Pero ese “paso” no es del “sacerdocio judío” al “sacerdocio ministerial”, sino al sacerdocio único de Jesús, compartido por todos los bautizados. El “sacerdocio ministerial ordenado” es relativo y servidor del sacerdocio común, cuya esencia es el sacerdocio de Jesús. El “sacerdocio ministerial” participa del sacerdocio cristiano, pero con funciones diversificadas. Es confusa la explicación del Vaticano II sobre la diferencia entre el sacerdocio “común” y el “ministerial”: “El sacerdocio común de los fieles y el sacerdocio ministerial o jerárquico, aunque difieran en esencia y no solo en grado, sin embargo se ordenan el uno al otro; uno y otro participan a su modo peculiar del único sacerdocio de Cristo” (LG 10).

La “esencia” diferencial no es porque sean sacerdocios distintos ontológicamente. Si el sacerdocio de Jesús es único, todos los que participan de él comparten la misma esencia a nivel de entidad. La diferencia “en esencia” tendrá que venir de la función que realizan. Es la interpretación que propuso el agudo teólogo dominico, Yves Congar, a quien no le gustaba el término “esencia” (procedente de textos de Pío XII, según la nota 2 del cap. II de LG). Propuso que la esencia del ministerio es “ontología de función o ministerio”: “el sacerdocio ministerial se sitúa, no en la línea de la ontología constitutiva del sacerdocio cristiano, sino en la ontología del ministerio. Es una participación funcional, que tiene su propio fundamento ontológico, pero de una ontología de función o de ministerio” (Quelques problèmes touchant le ministère. Recojo la cita de B. Pérez Andreo, RD 14.01.2020: “Sacerdocio sin celibato. El sacerdocio ministerial al servicio del sacerdocio real de Cristo”.

Todo el afán del Papa emérito, con estos textos, es provocar una lectura que avale la conexión necesaria entre sacerdocio y celibato. Ninguno de ellos prueba en absoluto tal conexión. Sigue el esquema de la teología preconciliar que utiliza la Biblia como argumento para defender sus opiniones. El magisterio eclesial “no está por encima de la Palabra de Dios, sino que la sirve, enseñando solamente lo que ha sido confiado (“traditum”), según aquello que, por mandato divino y la asistencia del Espíritu Santo, oye piadosamente, custodia santamente y expone fielmente; y de este único divino depósito de fe saca todas las cosas que propone para ser creídas como divinamente reveladas” (DV 10). Veamos el texto y el comentario de Benedicto XVI. Percibiremos el uso partidista, lejos de la intención de la Sagrada Escritura.

“Salmo 16, 5-6: las palabras empleadas para el ingreso en el estado clerical antes del concilio” (p. 52). Eran palabras utilizadas por el obispo y repetidas por el aspirante a clérigo, en la ceremonia de la Tonsura, ya desaparecida: “El Señor es el lote de mi heredad y mi copa, mi suerte está en tu mano: me ha tocado un lote hermoso, me encanta mi heredad”. Escribe: “lo que el salmo indica en el Antiguo Testamento es también lo que indica en la Iglesia: la admisión a la comunidad sacerdotal” (p. 53). En el Nuevo Testamento “comunidad sacerdotal” es la Iglesia (1Pe 2,9; Ap 1,6; 5,10). La “comunidad sacerdotal” del texto “ratzingeriano” es la “ministerial”. Ni la Iglesia ni el ministerio eclesial se inician con este “salmo de confianza” de tipo individual. Se trata de un creyente que manifiesta su confianza en el Señor que le llena de alegría siempre. Tiene tres partes: a) Petición y expresión de confianza: protégeme... (v. 1). b) Expresión de fe: Dios es su bien (v. 2), renuncia de ídolos y sus prácticas (vv. 3-4), Dios es su bien pleno, la herencia más hermosa y la copa -en sus manos está su destino, como la suerte o los números que se ponen en una copa para el sorteo de la tierra- (vv. 5-6). c) Dios, camino del justo: consejero constante, camina delante, le alegra, no permitirá su muerte, le dará alegría perpetua (vv. 7-11).

El judaísmo lo utiliza en los entierros de sus fieles tras bajar el féretro y cubrirlo de tierra. La cultura judía lo considera un “salmo poderoso para purificar el corazón”. Lo llevamos con nosotros y nos ayuda a “manejar nuestra fe”. El Señor es la herencia del justo en vida y en muerte. El versículo 8 de este salmo suele encabezar unos cuadros, colgados en las sinagogas, llamado “Shiviti”: “A Dios he puesto [heb. Shiviti] siempre delante de mí”. Porque lo quiero seguir siempre, viviendo en su presencia.

La liturgia católica lo reza en la Liturgia de las Horas: Completas de los jueves, Hora intermedia del martes de la Octava de Pascua, y Primeras Vísperas del domingo de la Semana II. En ningún caso hay pretensión de exclusividad para el clero. Cualquier cristiano que lo rece puede apropiárselo con sentido pleno. El Nuevo Testamento interpretó la vida de Jesús con este salmo aplicado a su resurrección: “Pues David dice, refiriéndose a él: Veía siempre al Señor delante de mí, pues está a mi derecha para que no vacile. Por eso se me alegró el corazón, exultó mi lengua, y hasta mi carne descansará esperanzada. Porque no me abandonarás en el lugar de los muertos, ni dejarás que tu Santo experimente corrupción. Me has enseñado senderos de vida, me saciarás de gozo con tu rostro” -Salmo 16, 8-11- (He 2, 25-28). “No dejarás que tu santo experimente la corrupción” -Salmo 16, 10b)- (He 13,35). Todo cristiano puede rezar este salmo con pleno sentido.

Los versículos 5 y 6, centro del comentario del papa emérito, hablan de la herencia y de la copa (alusión al número o suerte que se extraía de una copa para asignar un territorio determinado). Estas palabras recuerdan la tierra, el don sagrado que el Señor hizo a su pueblo. Siendo un salmo de “confianza”, algunos comentaristas apuntan que tal vez el salmista estuviera pensando en un creyente que hubiera perdido la tierra, herencia del Señor. Aún en ese caso, el creyente no debe perder la confianza en Dios “refugio, bien supremo, herencia y copa del creyente, en cuyas manos está siempre”.

La lectura interesada alude al hecho de que los levitas -comunidad sacerdotal del Antiguo Testamento- no participaban del sorteo de lotes de tierra. Como vivían de Dios y para Dios, subsistían de las ofrendas del Templo de Dios: “En el Antiguo Testamento los levitas renuncian a poseer una tierra. En el Nuevo Testamento esa privación se transforma y se renueva: dada su radical consagración a Dios, los sacerdotes renuncian al matrimonio y a la familia. La Iglesia ha interpretado con este sentido la palabra `clero´. Ingresar en el clero significa renunciar a su núcleo vital y aceptar solo a Dios como sostén y garante de su propia vida” (p. 54-55). Y más adelante: “La Eucaristía, en su más profunda significación, es la tierra que se ha hecho nuestra heredad, y de la que podemos decir: `me ha tocado un lote delicioso; sí, mi heredad es la más bella´ (v. 6)” (p. 57).

Porque los sacerdotes del Antiguo Testamento vivían de las ofrendas del Templo, los del Nuevo ¿tienen que renunciar “al matrimonio y a la familia”? Lo lógico sería que los del Nuevo Testamento si trabajan para la Iglesia y ese trabajo le ocupa una jornada normal, la Iglesia le proporcione los medios necesarios para subsistir. Exigir el celibato vitalicio, privándoles de un derecho humano, por el hecho de trabajar en el anuncio del evangelio, administrar los sacramentos y cuidar el amor comunitario, es sobrepasar el mandato de Jesús. Afirmar que “la Eucaristía... es nuestra heredad, el lote delicioso y bello” es una apropiación totalmente indebida clerical. La Eucaristía no es de quien la preside. Nos pertenece a todos. Todos somos celebrantes.

Jaén, 12 noviembre 2020

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