“Renunciar al matrimonio se convierte en una exigencia del ministerio sacerdotal” El libro del “R. Sarah con J. Ratzinger” contradice al Vaticano II (5)

Para la “conciencia colectiva de Israel” culto y sexo eran incompatibles

“La abstinencia sexual, en los periodos en los que ejercían el culto y, por tanto, estaban en contacto con el misterio divino”, era un deber estricto de los sacerdotes judíos. Para la “conciencia colectiva de Israel” culto y sexo eran incompatibles. Para demostrarlo recuerda, a modo de ejemplo, el episodio del Primer Libro de Samuel (21, 5ss). El pan consagrado del templo no pueden comerlo quienes ese día hayan tenido relaciones con mujeres. El sacerdote Ajimélec, ante la petición de David, le responde “no tengo a mano pan ordinario. Solamente pan consagrado; podrán tomarlo con tal de que tus hombres se hayan abstenido de trato con mujeres”. La respuesta de David: “por supuesto; si se trata de mujeres, nos están vedadas como siempre que salimos en campaña”. Y concluye el texto: “Aunque es un viaje profano, hoy están puros sus cuerpos” (1S 21,6). El texto supone que el uso sexual volvía “impuro” ante Dios. Por eso impedía cualquier relación o contacto con lo “santo, divino, sagrado”, como era el pan de las ofrendas. Como los sacerdotes judíos “solo debían consagrarse al culto durante determinados periodos, matrimonio y sacerdocio eran compatibles” (p. 50).

Los sacerdotes del Nuevo Testamento, argumenta, tienen que celebrar regularmente la misa, incluso a diario. Luego “toda su vida está en contacto diario con el misterio divino. Eso exige por su parte la exclusividad para Dios. Quedan excluidos, por tanto, los demás vínculos que, como el matrimonio, afectan a la totalidad de la vida. De la celebración diaria de la Eucaristía, que implica un estado permanente de servicio a Dios, nace espontáneamente la imposibilidad de un vínculo matrimonial. Se puede decir que la abstinencia sexual, que antes era funcional, se convierte por sí misma en una abstinencia ontológica. Así, pues, su motivación y significado quedan íntima y profundamente transformados” (p. 50). “No parece posible simultanear ambas vocaciones... Renunciar al matrimonio se convierte en una exigencia del ministerio sacerdotal”. Por ello, concluye, “en el transcurso de los primeros siglos parece haber sido normal vivir los sacerdotes el matrimonio llamado `de san José´. Existía un número suficiente de hombres y mujeres que consideraban razonable y posible vivir de este modo entregándose juntos al Señor” (p. 51-52).  

Aquí, en las páginas 50-52, está condensada la argumentación del Papa emérito sobre el celibato obligatorio. Aquí radica su afirmación: “el defecto metodológico en la acogida de la Escritura como Palabra de Dios” está en los fundamentos de la crisis actual del sacerdocio (p.31). Hay que considerar y acoger como “Palabra de Dios” la conciencia colectiva de Israel de que el culto obliga a los sacerdotes a no ejercer la sexualidad ni con sus propias mujeres. Pero sí pueden seguir viviendo con ellas como “hermanos”. No es la vida familiar, sino el sexo activo lo que impide contactar con Dios. Aquí culmina también su tesis: “el abandono de la interpretación cristológica del Antiguo Testamento ha llevado a mucho exégetas contemporáneos hacia una teología del culto deficiente” (p. 31). Esta interpretación cristológica obliga a exigir a los ministerios fundamentales de Cristo lo que se exigía a los sacerdotes judíos. Pues “lejos de abolir el culto y la adoración debidos a Dios, Jesús los asumió y les dio cumplimiento en el acto de amor de su sacrificio. Algunos han llegado a rebatir la necesidad de un sacerdocio auténticamente cultual en la Nueva Alianza” (p. 31-32).

Podemos afirmar que, para Benedicto XVI, elfundamento bíblico del celibato sacerdotal es la “conciencia colectiva de Israel” de que es imposible contactar con el misterio divino si se tienen relaciones sexuales. Esta justificación me ha recordado el tratamiento de la “conciencia colectiva” de la sociología y la psicología. El psiquiatra y psicólogo suizo Carl Gustav Jung (1875-1961), analizó la “consciencia colectiva”, asociada al “inconsciente colectivo”. Es “la realidad consensuada”: generalizaciones, ideas simplistas, ideologías de moda... Toda religión organizada tiene conciencia colectiva. Sus dogmas construyen ideas del inconsciente colectivo y las traspasa a la conciencia personal: “El dogma sustituye a lo inconsciente colectivo, formulándolo a gran escala. Por eso la forma de vida católica no sabe en principio de problemas psicológicos en este sentido: la vida de lo inconsciente colectivo está inserta casi totalmente en ideas dogmáticas, arquetípicas, y fluye como una corriente encauzada en el conjunto de símbolos del credo y del ritual” (O. c. C. Gustav Jung. Vol. 9/1 2ª ed. 2010. Madrid. Editorial Trotta. pp. 12 § 21).

La idea de que el uso del sexo impide contactar con el misterio de Dios puede encuadrarse en la “conciencia colectiva”, proveniente del inconsciente social. Para justificar esta conciencia los documentos cristianos más antiguos sobre la continencia matrimonial recurren incluso a la manipulación bíblica:

- Concilio de Elvira (año 303-324?): “Se está de acuerdo en la completa prohibición, válida para obispos, sacerdotes y diáconos, o sea, para todos los clérigos dedicados al servicio del altar, que deben abstenerse de sus mujeres y no engendrar hijos...”.

- Concilios Africanos (años 390-419): “conviene que los sagrados obispos, los sacerdotes de Dios y los levitas, o sea todos aquellos que sirven en los divinos sacramentos, sean continentes por completo para que puedan obtener sin dificultad lo que piden al Señor... Estamos de acuerdo en que obispos, sacerdotes y diáconos, custodios de la castidad, se abstengan también de sus esposas con el fin de que en todo y por parte de todos los que sirven al altar sea conservada la castidad”.

- San Siricio (384-399): “¿Por qué avisa a quienes se les encomendaba el santo de los santos, diciendo: Sed santos, porque también yo el Señor Dios vuestro soy santo [Lv. 20, 7; 1 Pe 1, 16]? ¿Por qué también, el año de su turno, se manda a los sacerdotes habitar en el templo lejos de sus casas? Pues por la razón de que ni aun con sus mujeres tuvieran comercio carnal, a fin de que, brillando por la integridad de su conciencia, ofrecieran a Dios un don aceptable... De ahí que también el Señor Jesús, habiéndonos ilustrado con su venida, protesta en su Evangelio que vino a cumplir la ley, no a destruirla [Mt 5,17]. Y por eso quiso que la forma de la castidad de su Iglesia, de la que Él es esposo, irradiara con esplendor, a fin de poderla hallar sin mancha ni arruga [Ef 5, 27], como lo instituyó por su Apóstol, cuando otra vez venga en el día del juicio. Todos los levitas y sacerdotes estamos obligados por la indisoluble ley de estas sanciones, es decir que desde el día de nuestra ordenación, consagramos nuestros corazones y cuerpos a la sobriedad y castidad, para agradar en todo a nuestro Dios en los sacrificios que diariamente le ofrecemos. Mas “los que están en la carne”, dice el vaso de elección, “no pueden agradar a Dios” [Rm. 8, 8]” (año 385 Carta a Himerio, obispo Tarragona. H. Denzinger, 185)

Fruto de este apriorismo son estas aberraciones sobre la abstención matrimonial:

- “Para que puedan obtener sin dificultad lo que piden al Señor”.

- Para que “sea conservada la castidad”.

- ParaSer santos, porque también el Señor Dios vuestro es santo (Lv. 20, 7)”.

- Para que “ofrecieran a Dios un don aceptable...”.

- Para cumplir una ley de Jesús que “vino a cumplir la ley, no a destruirla (Mt. 5, 17)”.

- Para “consagrar nuestros corazones y cuerpos a la sobriedad y castidad, para agradar en todo a nuestro Dios en los sacrificios que diariamente le ofrecemos”.

- Porque “los que están en la carne”, dice el vaso de elección, “no pueden agradar a Dios” (Rm 8,8).

Jaén, 15 de octubre de 2020

Fiesta de Santa Teresa de Ávila, quien escribió: “yo veo claro que para contentar a Dios y que nos haga grandes mercedes, quiere sea por manos de esta Humanidad sacratísima, en quien dijo su majestad se deleita” (Libro de la Vida, c. 22,6-7). “Esta Humanidad” es Jesús, que se opuso al sacerdocio judío, lo destruyó simbólicamente en la sustitución del templo (Jn 2,13-22) y rechazó el sistema de puro-impuro.

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