Quien ama no mata, pero se expone a una cruz impredecible, incluso de muerte El cristiano, apóstol y cuidador de la vida (Santiago, Apóstol 2ª lect. 25.07.2024)

“Nos recomendamos a la conciencia de todo el mundo delante de Dios”

Comentario:la vida de Jesús se manifiesta en nuestra carne mortal” (2Cor 4, 7-15)

El texto pertenece a la primera parte de la carta (2Cor 1-7), sobre la espiritualidad del “ministerio del Espíritu y de la justicia” (2Cor 3,1-6,10). Pablo es de los: “encargados de este ministerio por la misericordia obtenida; no nos acobardamos; al contrario, hemos renunciado a la clandestinidad vergonzante, no actuando con intrigas ni falseando la palabra de Dios; sino que, manifestando la verdad, nos recomendamos a la conciencia de todo el mundo delante de Dios. Y si nuestro Evangelio (el amor de Dios) está velado, lo está entre los que se pierden, los incrédulos, cuyas mentes ha obcecado el dios de este mundo (el egoísmo) para que no vean el resplandor del Evangelio de la gloria de Cristo, que es imagen de Dios. Porque no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Jesucristo como Señor, y a nosotros como siervos vuestros por Jesús. Pues el Dios que dijo: Brille la luz del seno de las tinieblas ha brillado en nuestros corazones, para que resplandezca el conocimiento de la gloria de Dios reflejada en el rostro de Cristo” (2Cor 4,1-6). “Gloria de Dios” es el amor gratuito y universal, manifestado en Jesús. Quienes están “ciegos de egoísmo” no ven “este amor”. La misión cristiana es decir y vivir “este Amor”, el mejor nombre del Padre de Jesús. Amor que lleva al trabajo por el Reino de la vida. Al amor sincero nadie se niega. Esta confianza le lleva a Pablo a decir:manifestando la verdad, nos recomendamos a la conciencia de todo el mundo delante de Dios”.

A pesar de las tribulaciones y de la fragilidad humana, el apóstol, fortalecido por “la fuerza” de Dios, anuncia y vive el Amor: “Llevamos este tesoro en vasijas de barro, para que se vea que una fuerza tan extraordinaria es de Dios y no proviene de nosotros.Quien ama no mata, pero se expone a una cruz impredecible, incluso de muerte:Atribulados en todo, mas no aplastados; apurados, mas no desesperados; perseguidos, pero no abandonados; derribados, mas no aniquilados, llevando siempre y en todas partes en el cuerpo la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo” (vv. 8-10). Cualquier situación social o eclesial, por muy perversa, no logra “separarnos del amor de Dios, manifestado en Cristo” (Rm 8, 38-39). “Llevar en el cuerpo la muerte de Jesús” es llevar la cruz de su Amor. El fanático mata y muere por egoísmo: elimina disidentes e impone sus ideas, su credo... Quien vive en Amor no mata, pero se expone a que le maten: “mientras vivimos, continuamente nos están entregando a la muerte por causa de Jesús; para que la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal. De este modo, la muerte actúa en nosotros, y la vida en vosotros(vv. 11-12). El cristiano, testigo de Jesús, “está entregado a la muerte”, causada por el odio. El cristiano siempre da vida. El trabajo de Amor, aunque nos cueste la muerte -eso es “cargar con su nuestra cruz”-, produce bien en quien la hace y en quien la recibe.

La vida del apóstol actúa por fe: teniendo el mismo espíritu de fe, según lo que está escrito: Creí, por eso hablé, también nosotros creemos y por eso hablamos” (v. 13). Cita el salmo 116: “Tenía fe, aun cuando dije: «¡Qué desgraciado soy!»” (Sal 116,10). Pablo siente el mismo espíritu de fe que el salmista, siendo consciente de sus desgracias. La fe ilumina la vida y da fuerzas para anunciar la “gracia”, el Evangelio de Jesús.

La fe se basa en el Resucitado:sabiendo que quien resucitó al Señor Jesús también nos resucitará a nosotros con Jesús y nos presentará con vosotros ante él” (v. 14). Es la fe en la solidaridad de Jesús con todos. “Pues todo esto es para vuestro bien, a fin de que cuantos más reciban la gracia, mayor sea el agradecimiento, para gloria de Dios” (v. 15). Cuantos más acepten el Amor, más serán agraciados, vivirán mejor y mayor gloria darán a Dios. Es la tesis brillante de San Ireneo frente a los gnósticos. Lo hemos leído hace unos días (28 de junio, fiesta de San Ireneo). La 2ª lectura del Oficio de Lectura: “La gloria de Dios consiste en que el hombre viva, y la vida del hombre consiste en la visión de Dios” (Contra las herejías. Libro 4, 20, 5-7: SC 100, 640-642. 644-648).

Oración:la vida de Jesús se manifiesta en nuestra carne mortal” (2 Cor 4, 7-15)

Jesús, maestro de los apóstoles del Amor:

al celebrar la memoria del apóstol Santiago,

leemos un texto de Pablo, el Apóstol por antonomasia.

Pablo descubrió tu Amor en la vida de los primeros cristianos:

empezando cuando a Esteban “lo empujaron fuera de la ciudad

y se pusieron a apedrearlo.

Los testigos dejaron sus capas a los pies de un joven llamado Saulo

y se pusieron a apedrear a Esteban, que repetía esta invocación:

«Señor Jesús, recibe mi espíritu».

Luego, cayendo de rodillas y clamando con voz potente, dijo:

«Señor, no les tengas en cuenta este pecado».

Y, con estas palabras, murió.

Saulo aprobaba su ejecución.

Aquel día, se desató una violenta persecución

contra la Iglesia de Jerusalén;

todos, menos los apóstoles, se dispersaron por Judea y Samaría.

Unos hombres piadosos enterraron a Esteban

e hicieron gran duelo por él.

Saulo, por su parte, se ensañaba con la Iglesia,

penetrando en las casas y

arrastrando a la cárcel a hombres y mujeres” (He 7,58-60; 8,1-3).

Mientras caminaba, ya cerca de Damasco:

de repente una luz celestial lo envolvió con su resplandor.

Cayó a tierra y oyó una voz que le decía:

«Saúl, Saúl, ¿por qué me persigues?».

Dijo él: «¿Quién eres, Señor?».

Respondió: «Soy Jesús, a quien tú persigues.

Pero levántate, entra en la ciudad,

y allí se te dirá lo que tienes que hacer» (He 9,3-6).

Esa “luz celestial que lo envolvió con su resplandor” era tu Amor:

que lo “levantó” del egoísmo y odio que le atormentaban;

quele condujo poco a poco a “entrar en la ciudad” del Amor;

allí se le dijo lo que tenía que hacer”;

allí descubrió quenuestro Evangelio está velado  

a mentes obcecadas por el dios de este mundo (el egoísmo)

para que no vean el resplandor del Evangelio de la gloria de Cristo,

que es imagen de Dios”.

Tu iglesia de Damasco, a través del discípulo Ananías, le intimó:

que era un instrumento elegido

por ti para llevar tu nombre a pueblos y reyes,

y a los hijos de Israel;

que ya le mostrarías lo que tiene que sufrir por tu nombre” (He 9,15-16).

Así tomó la decisión de “no predicarse a sí mismo,

sino a ti, Jesucristo como Señor,

y a él como siervo de la gente por ti, Jesús".

Así les dijo a sus hermanos judíos:

el Dios que dijo: `Brille la luz del seno de las tinieblas´ (Gn 1,3)

ha brillado en nuestros corazones,

para que resplandezca el conocimiento de la gloria de Dios

reflejada en el rostro de Cristo” (2Cor 4,1-6).

Como Pablo “llevamos este tesoro en vasijas de barro,

para que se vea que una fuerza tan extraordinaria

es de Dios y no proviene de nosotros” (v. 7);

igual que tú, Hijo del hombre, que no has venido a ser servido

sino a servir y a dar tu vida en rescate por muchos” (Mt 20, 28);

como Pablo encarcelado, golpeado, envuelto en mil peligros... (2Cor 11,23-32);

como innumerables seguidores y apóstoles cuyo amor les ha llevado

            a “hacer obras como las tuyas y aún mayores” (Jn 14, 12).

Con este amor, obra de tu Espíritu, Cristo Jesús:

superamos las dificultades: nada nos “aplasta”;

podemos vivir “apurados” por el “dios de este mundo”,

pero “no desesperados” de tu amor;

pueden perseguirnos por estar al lado de los más débiles,

            pero de ti y el Padre nunca seremos “abandonados”;

incluso nos pueden “derribar” en cualquier camino,

            pero tu aliento de vida impide quedar “aniquilados”.

llevamos siempre y en todas partes en el cuerpo la muerte de Jesús,

para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo”.

Jesús, maestro y guía de los apóstoles del Amor:

que este amor brille en nuestra vida;

que los que creemos en ti, hagamos obras como las tuyas o mayores;

que tus comunidades sean conocidas por vivir este amor;

que tu vida real, histórica, humilde y entregada,

sea el centro de nuestro estudio, de nuestro esfuerzo, de nuestra vida;

que quienes nos presiden, sucesores de los Apóstoles,

            nos presidan en tu amor, en tu libertad, en tu vida.

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