“Por Cristo y en Cristo se ilumina el enigma del dolor y de la muerte, que fuera del Evangelio nos envuelve en absoluta obscuridad” La resurrección de Jesús ilumina la vida (Domingo 5º C TO 2ª Lect. 09.02.2025)
“Este es el gran misterio del hombre que la Revelación cristiana esclarece”
| Rufo González
Comentario: “el evangelio os está salvando (realizando)”(1Cor 15,1-11)
1ª Corintios 15 responde a la quinta cuestión discutida en esta comunidad. “Si se anuncia que Cristo ha resucitado de entre los muertos, ¿cómo dicen algunos de entre vosotros que no hay resurrección de muertos?” (1Cor 15,12). Se lo explica en tres partes: resurrección de Jesús (vv. 1-11); resurrección de los cristianos (vv. 12-34); modo de la resurrección (vv. 35-58).
a) Proceso pastoral de Pablo: “Os recuerdo (: os doy a conocer), hermanos, el Evangelio que os anuncié y que vosotros aceptasteis, en el que además estáis fundados (ἑστήκατε: estar de pie, levantar, fijar…) y que os está salvando (σῴζεσθε: curar, sanar, librar del mal), si os mantenéis en la palabra que os anunciamos (τίνι λόγῳ εὐηγγελισάμην ὑμῖν εἰ κατέχετε: si lo guardáis en el sentido en que os lo proclamamos); de lo contrario, creísteis en vano (ἐκτὸς εἰ μὴ εἰκῇ ἐπιστεύσατε: a no ser que hayáis creído sin razón o sin la reflexión debida)” (vv. 1-2). Anuncio, aceptación y cambio de fundamento vital. Si es así, “si se mantiene el sentido del anuncio”, hay liberación del mal y recepción de amor, alegría, esperanza, paz... Si no se da esta experiencia, “creemos sin razón o sin la reflexión debida”.
b) “Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras”. Pablo interpreta la muerte de Jesús como sacrificio expiatorio. Se apoya en la teología del justo sufriente de Isaías (42-53). Teología hoy superada. La muerte de Jesús no puede separarse de su vida. Murió porque todo ser humano muere; murió en cruz porque su vida molestaba al poder religioso y político entonces reinante.
c) El evangelio incluye la resurrección.“Resucitó (ἐγήγερται: “ha sido resucitado, está resucitado”) al tercer día, según las Escrituras”. La teología judeocristiana, recibida por Pablo, interpreta la resurrección con textos del A. Testamento como Oseas 6,2: “en dos días nos volverá a la vida y al tercero nos hará resurgir; viviremos en su presencia”. La teología actual interpreta la resurrección, igual que toda su vida, como “revelación” del proyecto de Dios respecto de la vida humana: “El Verbo era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre, viniendo al mundo… Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria… Pues de su plenitud todos hemos recibido, gracia tras gracia… La gracia y la verdad nos han llegado por medio de Jesucristo… Dios unigénito, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer” (Jn 1,9.14.17.18).
d) La experiencia de Cristo vivo se inicia tras su muerte: “se apareció (ὤφθη: fue visto por…) a Cefas y más tarde a los Doce; después se apareció a más de quinientos hermanos juntos, la mayoría de los cuales vive todavía…; después se apareció a Santiago, más tarde a todos los apóstoles; por último, como a un aborto, se me apareció también a mí. Porque yo soy el menor de los apóstoles y no soy digno de ser llamado apóstol, porque he perseguido a la Iglesia de Dios... Pues bien; tanto yo como ellos predicamos así, y así lo creísteis vosotros”. La comunidad de Jesús es testigo y transmisor de la resurrección. Ha sido la “gracia de Dios” quien los llamó, les hizo “ver” al Resucitado y los mantiene en su seguimiento. Nadie puede “ver” la resurrección como hecho histórico, sensible, observable por el ser humano. “Han visto” a Jesús en la fe como persona viva, como hecho real, digno de fe. Es el regalo, la gracia de Dios, el Espíritu de Jesús que “da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios; y, si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo; de modo que, si sufrimos con él, seremos también glorificados con él” (Rm 8,16-17)..
e) La vida humana se ilumina: “El hombre cristiano, conformado con la imagen del Hijo, que es el Primogénito entre muchos hermanos, recibe las primicias del Espíritu, las cuales le capacitan para cumplir la ley nueva del amor. Por medio de este Espíritu, que es prenda de la herencia, se restaura internamente todo el hombre hasta que llegue la redención del cuerpo. Si el Espíritu de Aquel que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, el que resucitó a Cristo Jesús de entre los muertos dará también vida a vuestros cuerpos mortales por virtud de su Espíritu que habita en vosotros… Este es el gran misterio del hombre que la Revelación cristiana esclarece a los fieles. Por Cristo y en Cristo se ilumina el enigma del dolor y de la muerte, que fuera del Evangelio nos envuelve en absoluta obscuridad. Cristo resucitó; con su muerte destruyó la muerte y nos dio la vida, para que, hijos en el Hijo, clamemos en el Espíritu: ¡Abba!, ¡Padre!” (GS 22).
Oración: “el evangelio os está salvando”(1Cor 15,1-11)
Jesús muerto, sepultado y resucitado:
escuchamos hoy el núcleo de nuestra fe;
tu vida histórica terminó como la nuestra, muerta y sepultada;
el Espíritu, que movió tu vida, te “espiritualizó” plenamente;
de diversos modos has acreditado que vives;
el Espíritu te hace presente hasta el final de los tiempos,
alentando tus mismas obras, “y aún mayores” (Jn 14,12).
A nosotros llegó el anuncio de tu vida resucitada:
padres, catequistas, párrocos, profesores, lecturas...;
diálogos sinceros, acontecimientos significativos...;
eucaristías que nos llegaron al alma...
fueron el resquicio por donde tu Espíritu nos llegó;
aceptamos tu vida, tu palabra, tus encuentros...
Tu evangelio, Jesús, nos restauró la vida:
rechazamos la avaricia de dinero y honores;
no queremos dominar, sino colaborar humildemente;
amamos la vida, queremos disfrutarla;
buscamos tu modo de vida;
combatimos el sufrimiento y sus causas;
defendemos la dignidad humana en toda persona;
ayudamos a quien lo necesita, sea quien sea;
perdonamos a quien nos ofende o nos odia (Lc 6, 27ss);
como “hijos del Padre, bueno con malvados y desagradecidos” (Lc 6,35).
En tu camino, Jesús, deseamos vivir siempre:
te encontramos a ti, Jesús resucitado;
sentimos tu alegría al pensar y actuar como tú;
notamos el calor de tu presencia al celebrar la eucaristía;
nos anima tu perdón constante y comprensivo;
tu amor hace inagotable nuestra fe y esperanza;
padecer por amor nos identifica con tu cruz;
aceptamos la muerte, entrada a la plenitud del Amor.
La Iglesia toda, Jesús muerto, sepultado y resucitado:
“equipada con tus dones de Fundador,
guardando fielmente tus preceptos de amor, humildad y abnegación,
hemos recibido la misión de anunciar e
instaurar el Reino tuyo y de Dios, entre todas las gentes,
constituimos en la tierra el germen y el inicio de este Reino” (LG 5).
Ayúdanos, Jesús de todos, a ser testigos de tu vida:
tu Espíritu está en nosotros y nos realiza, nos “salva”;
es el don más precioso, que te hace presente en los sacramentos,
en tu palabra, en los hermanos, en los más pobres...;
es el don que “no podemos sofocar”, sino avivar y promover todos,
sobre todo, los pastores y teólogos, que prueban y retienen lo bueno
(GS 44; 1Tes 5,12.19-21).
Queremos vivir animados por tu Espíritu,
“para renovarnos incesantemente en tu amor;
Él, tu Espíritu, siendo uno solo en la Cabeza y en los miembros,
nos vivifica a todos, que somos tu cuerpo,
nos une y nos mueve en tu camino,
ejerciendo la función de principio de vida” (LG 7);
nos modela según tu Corazón;
nos devuelve a las fuentes de tu Evangelio;
nos impide quebrar la caña cascada
y apagar la mecha humeante (Mt 12,20).
rufo.go@hotmail.com