"La sabiduría litúrgica y cristiana puede ayudarnos a vivir este comienzo de año" ¡Feliz año 2025! (celebrado, rezado y festejado)

Celebración del nuevo año en Sidney
Celebración del nuevo año en Sidney EFE

El primer día del año siempre se ha recibido con fiestas y colores, pero también con ritos propiciatorios. Hay que saber qué ponerse, qué comer, celebrarlo con fuegos artificiales, encender hogueras, romper platos, tirar las «cosas viejas»... para dar la bienvenida al «nuevo año»

Pero en la fiesta del 1 de enero los cristianos sabemos acoger los tiempos que van y vienen, en memoria de los que fueron y de los que serán y con los que permaneceremos solidarios para siempre en el Dios que vive nuestras vidas

El primer día del año siempre se ha recibido con fiestas y colores, pero también con ritos propiciatorios. Hay que saber qué ponerse, qué comer, celebrarlo con fuegos artificiales, encender hogueras, romper platos, tirar las «cosas viejas»... para dar la bienvenida al «nuevo año».

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Así, el «año nuevo» se convierte en una fiesta de propiciación, pero también resulta ser un ritual de iniciación repetido.

Es un ritual cíclico que convierte a todo el mundo en un «niño» en relación con el tiempo: como si siempre hubiera un comienzo por hacer, pero también como si uno ya supiera cómo manejar el tiempo.

Es esta «sabiduría adulta» la que a menudo es incapaz de recordar, la que nos hace realmente obstinados y cerrados al paso del tiempo.

Pero la sabiduría litúrgica y cristiana puede ayudarnos a vivir este comienzo de año. Así pues, la felicitación de Año Nuevo no puede dejar de ir acompañada de una reflexión que intento explicar recorriendo el Año Nuevo «celebrado», «rezado», «festejado» en la Octava de Navidad y la experiencia del tiempo que es y que está por venir.

El «celebrado» Año Nuevo

En España, ya en la tarde del 31 de diciembre, fluyen las imágenes de la «Nochevieja» ya vivida en oriente, por los diferentes husos horarios. Nueva Zelanda, Australia... ya han dado la bienvenida a 2025.

Nochevieja en Bali, Indonesia
Nochevieja en Bali, Indonesia EFE

A las celebraciones civiles se añaden los contornos sociales: los astrólogos multiplican sus horóscopos (y también se multiplican sus lectores), mientras los pesimistas ven los días futuros casi como una amenaza y añaden averías a los rituales propiciatorios; los optimistas previsores lo echan todo por la borda esperando el futuro, mientras los estúpidos pesimistas tiran basura o cosas viejas por el balcón olvidando que desde el balcón sólo deben tirar su propia estúpida superstición 'agnóstica' ('no es verdad pero yo lo creo...').

El Año Nuevo «rezado

De las diversas categorías, en continuidad con los pesimistas deprimidos o los optimistas empedernidos, siguiendo los diversos colores, forma parte también la experiencia de los creyentes que rezan con diversos sentimientos: la oración adopta la forma de la intercesión, la alabanza, la exultación, pero también la penitencia y la petición. Nunca como este año las oraciones, al igual que las celebraciones, estarán más bajo el lema «por fin ha pasado 2024» que caracterizadas por el «bienvenido 2025»: un «acto de penitencia» común y ateo que se confunde con el «Kyrie eleison» («Señor, ten piedad»).

Con la esperanza futura de que 2024 pase con toda su carga de dolores, guerras, sufrimientos, violencias…, queremos dejar atrás este año.

Mientras tanto, el tiempo pasa.

Nochevieja en Tierra Santa
Nochevieja en Tierra Santa

Pero la sabiduría de la tradición litúrgica nos ayuda a poner los pies en el nuevo año (si queremos hablar con estas categorías temporales y espaciales) y dejar atrás lo pasado.

Solemnidad del 1 de enero: María, Madre de Dios

El 1 de enero, como es bien sabido, la Iglesia católica celebra la solemnidad de María, Madre de Dios.

Una fiesta totalmente mariana (muy probablemente la primera) pero que quiere centrarse y reafirmar la «divinidad del Hijo». La idea central del dogma de la maternidad de María, de hecho, está toda a favor de la centralidad de la «divinidad del hijo». En esta solemnidad, como en el dogma mariano relacionado, para alcanzar la «grandeza de la madre» hay que volver al hijo: a través del hijo se exalta a la madre.

Esta solemnidad nos ayuda a recorrer el camino inverso al que se suele seguir en un rito de iniciación.

En efecto, en los ritos de paso o de iniciación, los jóvenes deben demostrar que han entrado en el mundo de los adultos, de los mayores, de los «listos para el matrimonio», o del «grupo de cazadores», o de los «hombres, soldados de la fe...»: deben formar parte del grupo de los iniciados.

Con los ritos de iniciación se entra en el «grupo» del que se estaba excluido.

Santa María, Madre de Dios
Santa María, Madre de Dios

La solemnidad del 1 de enero nos enseña que para «entrar en el tiempo» hay que hacer el camino inverso: no entrar en él como «adultos», sino como niños. No como personas que desean lo que el tiempo y en el tiempo desean, sino como personas libres que viven con sorpresa y gratitud el tiempo por venir.

Otra consideración me acompaña en esta reflexión: el 1 de enero es el octavo día... 

Ocho días después de Navidad

Hasta hace pocos siglos, el primero de enero, en la tradición cristiana, no era más que el octavo día después de Navidad. No fue hasta el decreto de 1691 del Papa Inocencio XII cuando se extendió a todos la costumbre de considerar el primero de enero como el primer día del año.

Así pues, el primero de enero es un «día» de cumplimiento: el octavo después de Navidad.

Para los Padres de la Iglesia, la referencia a los ocho días no era sólo «signo-festivo», sino «simbólico-sacramental»: significa que el octavo día después de un acontecimiento se considera el cumplimiento, la plenitud del acontecimiento mismo. El octavo día es el primero después del último día de la semana: el cumplimiento de un ciclo, de un tiempo, de un sentido, y por eso decimos «Octava» considerando los ocho días como un gran momento, un gran día. En la liturgia, entre otras cosas, rezamos durante la Octava con referencia al «Hoy».

Antes de la Octava

Pero en la antigüedad este octavo día (desde el nacimiento de Jesús) estaba vinculado a la «circuncisión».

Sólo en la Edad Media se añadió a esta fiesta la de la maternidad de María, quizá porque el primero de enero era la fecha en que se dedicó una iglesia en Roma a María, Madre de Dios..., más tarde también fiesta.

Lo que hace reflexionar, más allá de la noticia histórica, es que la antigua tradición cristiana de celebrar la circuncisión de Jesús nos ayudaría, hoy más que nunca, a reflexionar sobre el paso del tiempo.

En la circuncisión de Jesús, la tradición ve dos evidencias: Jesús siendo realmente un hombre (idea dejada de lado en favor de la divinidad con la celebración de la maternidad de María, Madre de Dios...) y la anticipación del acto de entrega de Jesús (un acto de sangre)

Me explico.

En la circuncisión de Jesús, la tradición ve dos evidencias: Jesús siendo realmente un hombre (idea dejada de lado en favor de la divinidad con la celebración de la maternidad de María, Madre de Dios...) y la anticipación del acto de entrega de Jesús (un acto de sangre). En otras palabras, en la tradición, la circuncisión de Jesús se considera un símbolo sacrificial anticipatorio. Como si la iniciación judía (la circuncisión al octavo día después del nacimiento) debiera entenderse como una anticipación del sacrificio de sangre con el que Cristo inaugura la nueva humanidad redimida. No es casualidad que el color litúrgico de la fiesta de la circuncisión fuera el rojo, el color de la Pasión.

El tiempo como don

Si nosotros también afrontamos el próximo año sólo con la tensión de quienes quieren dejar atrás lo peor, si el futuro se convierte en una triste esperanza o en una oportunidad para desechar el pasado, no habremos acogido con agrado la posible novedad del momento.

El tiempo está presente.

El tiempo es plenitud.

El tiempo es sabiduría.

El tiempo es la verdad.

El tiempo es libertad, si se acepta la novedad de la "palabra que continuamente se hace carne".

El tiempo es un regalo, si se acoge la vida como "carne que continuamente se hace verbo".

El tiempo es un futuro pleno en la medida en que sepamos acogerlo como niños curiosos y no como adultos asustados.

El tiempo está lleno si se vive como un dulce sabor de fiabilidad y no como una espera de finalización de proyectos de los cuales las lentejas son una referencia supersticiosa inútil.

El tiempo ha comenzado si nos despojamos de las "certezas adultas" y de las "expectativas adultas".

El tiempo está abierto en la medida en que se recibe como un regalo sorprendente y no como un lugar donde depositar nuestras ocupadas y exigentes expectativas.

El tiempo no quiere intenciones, quiere atención.

El tiempo es el “beso tierno de un niño” y no los “aplausos ambiciosos de un adulto”.

El tiempo es don en la medida en que se vive, en el pasado, en el presente y en el futuro, como momento en el que la plenitud de todos los tiempos se convierte en promesa ahora, aquí y siempre: una promesa que en Dios -La carne es perdón, totalidad y ternura.

El tiempo es un regalo en la medida en que se acoge con magnanimidad, no como una espera a que suceda algo mejor sino como custodio de lo que no podría haber sido mejor: vivir gracias a un niño sorprendente y sorprendido, envuelto en pañales (en mortajas…), para nosotros.

El tiempo es y será tal en la sabiduría de esos primeros siete días de un niño que acoge todo lo que le llega como sorpresa, como tensión, como amor filial y loco.

El tiempo está y se cumplirá en la promesa, que ningún Año Nuevo, ningún día, ninguna otra contingencia, podrá darnos si esperamos otras promesas.

Porque el tiempo es como el amor: si no lo vives, toda definición parece vacía.

Pero en la fiesta del 1 de enero los cristianos sabemos acoger los tiempos que van y vienen, en memoria de los que fueron y de los que serán y con los que permaneceremos solidarios para siempre en el Dios que vive nuestras vidas.

Los cristianos pueden y deben desear esto en el día de la Octava, en el gran día de la Navidad, esa Navidad que ningún 25 de diciembre podrá jamás aprisionar y que ninguna Octava podrá contener.

¡Feliz Año 2025!

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