"¡Señor, aumenta nuestra fides qua!"
Como sabemos "Fides qua" es el acto de fe, el acto de creer, la acción de confiar; por el contrario, "Fides quae" son los contenidos de la fe, es en lo que creemos, la materia del acto de fe, esto es, la doctrina, el dogma y los demás contenidos de la fe en los que creemos mediante la Fides qua. Las dos se alimentan mutuamente, se fortalecen y se hacen progresar la una a la otra. Cuanto más fuerte sea la Fides qua, más impulsará a la Fides quae a seguir el desarrollo doctrinal y dogmático, fortalecida por el impulso de la Fides qua. De esta manera, desarrollos nuevos y profundos de la Fides quae contribuyen a aumentar aún más la Fides qua, que impulsará, a su vez, a la Fides quae a seguir creciendo y profundizando en el misterio de Dios, del hombre y del mundo. Si se me permite la expresión, "los dos pedales impulsan la bicicleta de la Iglesia". A su vez, si falla una de las dos, esto repercute negativamente en la otra, que también se debilita, lo cual repercute a su vez en la primera, que se estanca y se atrofia igualmente. Y así sucesivamente...
En los primeros tiempos de la Iglesia, podemos decir que desde la predicación de los apóstoles, las persecuciones y las catacumbas, hasta la conquista de las coronas germánicas por parte de la cristiandad, la Fides qua y la Fides quae iban de la mano, apoyándose mutuamente a un nivel muy fuerte y profundo. Esto posibilitó que durante aquel tiempo realizáramos las mayores conquistas en todos los ámbitos: espiritual, intelectual, social, político, dogmático, eclesial... Fueron realmente tiempos de crecimiento verdadero de la Iglesia. El cristianismo era un vendaval contra el que ningún poder de este mundo, ni intelectual, ni religioso, ni social, ni político, podía competir. Y era debido a que, a mi juicio, en aquellos tiempos teníamos una "fe total", esto es, Fides qua y Fides quae unidas y funcionando "viento en popa a toda vela...", como se dice en la famosa "Canción del pirata" de Espronceda.
Pero, con el paso de los siglos nos fuimos, a mi juicio, por así decir, "acomodando", y nuestra Fides qua empezó a debilitarse. La Fides quae se fue quedando sin el combustible de la Fides qua y por tanto dejó ya de crecer al mismo nivel, y no tenía el vigor suficiente como para hacer frente construtivamente a los retos que nos iban saliendo al paso en todos los órdenes: teológico, eclesial, más tarde científico, filosófico, político, social… y, en vez de superarlos conceptualmente encontrando la respuesta adecuada, nos conformamos con anatematizarlos ("anatema sit", "juramento antimodernista"), echando mano cómodamente del poder político, para ayudar a "resolver" los conflictos "de aquella manera"...
Y, para hacer corta la historia, llegamos así hasta hoy día, con una Fides qua raquítica y en franca decadencia ¡dentro de la Iglesia! y una Fides quae que sigue sin poder hacer conceptualmente frente a los grandes retos de la historia presente, en ninguno de los órdenes: social, cultural, político, intelectual, espiritual, teológico, psicólogico, ecológico, económico... ¡porque no hay Fides qua que la sostenga!
Urge, a mi juicio, por tanto un fortalecimiento de la Fides qua de los creyentes, para que las velas de la Fides quae se desplieguen con fuerza movidas por el viento de la Fides qua, y podamos así encarar todos los retos con que nos enfrentamos y podamos dar un sentido y una comprensión y respuesta conceptual "a todo lo que nos acontece", desde una "fe total" fortalecida y renovada, que sea de nuevo una luz para el mundo, en medio de las tinieblas...
Pidamos al Señor, fuente primera de la Fe, como hicieron sus discípulos que veían cómo también su fe se debilitaba: "¡Señor, aumenta nuestra fe!" (Lc 17,5).