Gravity: una mirada existencial y trascendente
http://youtu.be/wvAiD_DEykM
La ciencia-ficción, desde sus orígenes tanto en la literatura como el en cine, es uno de los géneros más asiduos en el tratamiento filosófico de los grandes interrogantes sobre el sentido de la vida, la expectativa ante el más allá o el misterio que se esconde tras las estrellas. “Gravity” de Alfonso Cuarón ofrece una experiencia audiovisual que permite, de forma hiperrealista, participar del estado de ánimo y la vivencia interior y espiritual de los protagonistas. Todo ello gracias a las imágenes en 3D, a una cuidada fotografía de Emmanuel “Chivo” Lubezki donde la mirada permanentemente se abre a la infinitud en virtud de un uso magistral de la profundidad de campo y a la música excepcional de Steven Price complementada con unos efectos sonoros espectaculares.
El argumento es más bien simple aunque no por ello previsible. Dos astronautas, el experimentado comandante Kowalski (contenido y misterioso Georges Clloney) y la doctora Stone (definitivamente confirmada la tensión interpretativa de Sandra Bullock) están en un paseo espacial reparando el control del telescopio Hubble. En un momento dado cae sobre ellos un alud de basura espacial que les deja incomunicados y solos en medio del silencioso e infinito espacio. Su única posibilidad de sobrevivir es usar sus mochilas autopropulsadas y alcanzar otras estaciones espaciales que les hagan de puente hasta la tierra.
Alfonso Cuarón ya mostró una inquietud pudorosa pero insistente por temas espirituales y de redención. En “Hijos de los hombres” (2007) la misión era salvar al último niño humano, la única esperanza de supervivencia de una especie que ha perdido la capacidad de procrear entre guerras nucleares, contaminación desbordada y suicidios en masa. Ahora el argumento es una historia de renacimiento. La doctora Stone, por causas que nos desvelamos, ha perdido los motivos para vivir y se sirve de su arriesgado y exigente trabajo para olvidar. Le acompañará un tipo extraño, Matt Kowalski, que se comunicará entre bromas con el control en la tierra: “Houston, tengo un mal presentimiento sobre esta misión”.
La aportación más notable de “Gravity” es el uso de los efectos especiales para provocar en el espectador la impresión de estar en la misma piel de los protagonistas. Para ello el mecanismo cinematográfico recibe la aportación novedosa de los videojuegos que tratan de meter al jugador en la historia. Pero a la vez aprovecha con madurez la herencia cinematográfica donde la interpretación provoca la identificación y donde la imagen comienza por atraer para luego implantar al espectador en la acción y en la pasión de los protagonistas.
El punto de partida de Cuarón es nuevamente crítico. La basura nuclear es una metáfora de la autodestrucción que amenaza por los propios actos humanos. El vacío de la protagonista ejerce de prototipo del ser humano que desesperado ha puesto el piloto automático a su existencia. La nostalgia de Dios marca esta humanidad que se pregunta: “¿quién va a orar por mi alma?”. Después la peripecia de la historia apunta a que el punto de partida no es el mismo que el punto de llegada. Los motivos para resistir, luchar y volver a lo esencial son poderosos y lo imposible acaso es posible. Las ayudas son sorprendentes, a veces están al nuestro lado, y otras veces vienen del más allá. En “Gravity” aún perdidos en el espacio hay motivos para dar gracias.
Entre los peros, un cierto simplismo, que tiene la virtud de hacer más popular la historia, pero que obliga a una interpretación demasiada plana. Son inquietantes los sentimientos que discurren entre el pánico y el gozo, la soledad y la compañía o la duda desesperada y la convicción movilizadora. Pero las vivencias adolecen de una cierta esquematización, sugerente pero donde todavía falta algo de autenticidad que no suplen el magistral uso de la técnica cinematográfica. Todavía hay más Alfonso Cuarón oculto.