Lincoln, levantando un modelo


Cuando la cartelera languidece en los últimos calores del verano. Recobramos una interesante película que acaba de salir en DVD. Se trata de otra de las películas épicas de Spielberg de su vertiente histórica como “La lista de Schindler”, “Amistad” o “Múnich”. En este caso se trata de la actualización de la imagen de un líder que se construye conjugando la persona y al político, donde la indiscutible habilidad del director se pone al servicio de la hagiografía.
Ubicaba en los últimos momentos de la guerra de secesión, Lincoln propone al Congreso de la Unión la aprobación de la 13ª enmienda de la Constitución sobre la abolición de la esclavitud. La mayoría republicada necesita atraer a los radicales del partido encabezados por Traddeus Stevens. Pero además necesita 20 votos de los demócratas que irá logrando por convencimiento o por una sucia estrategia de compra. Mientras en el campo de batalla la destrucción avanza y la derrota sudista parece inevitable. En este quicio se nos presenta la figura del estadista en su vertiente personal y pública. El sufrimiento torturado de su esposa marcada por el duelo no cerrado por la muerte de un hijo, el dolor siempre incierto de la guerra que va metiendo los muertos en su conciencia y la soledad del líder que es el único que vislumbra entre la sombras, en medio de la tormenta, la ruta para avanzar hacia puerto. El clímax llegará con una votación de victoria dudosa y con los delegados del Sur planteando las condiciones para volver a la paz. Ausente tanto de la votación como de la batalla, será el que oculto en su despacho guía hacia el futuro mirando hacia un destino de superación.
Spielberg profundiza en la construcción de la historia desde unos actores que desbordan elocuencia cuando la cámara y puesta en escena se ponen a su servicio. Así resalta el paradigma del líder que levanta toda su estatura (chistera incluida) sobre su propia debilidad. Daniel Day-Lewis, haciendo de Lincoln, ganó con esta interpretación su tercer Oscar (recordemos “Mi pie izquierdo” y “Pozos de ambición”), convirtiéndose en el primer actor de la historia en conseguirlo. A su lado genial y excesiva Sally Field en el papel de Mary Todd. Y en estado de gracia Tommy Lee Jones haciendo del carismático abolicionista Thaddeus Stevens. Filmada con subrayados teatrales, consiente el discurso e incluso la declamación, pero la inserción es tan natural que más que ofender la credibilidad consigue dar hondura y verdad dramática a los personajes, y así a pesar de ser excesivos resultan entrañablemente humanos.
La autenticidad que transmite proviene de la exploración de la conciencia, en sus dudas y en sus certezas. Lincoln entra en el misterio de la libertad y del sacrificio. Algo que le recuerda a su esposa cuando abatida parece hundirse: “Tú sola puedes aligerar este peso o hacer que resulte insoportable. Tú decides”. La referencia a Dios pasa de ser ideológica, en los debates sobre la igualdad de los seres humanos, a ser personal y social. Donde Dios es sentido y presencia, cercanía y baluarte, a la vez que posibilidad de encuentro social más allá de las diferencias. Intuición que se asocia a la identidad como pueblo. La influencia judía, denominación de origen de Spielberg, también llega cuando el último deseo es llegar a Jerusalén.
En tiempos de crisis de liderazgo público el ejemplo de Lincoln, quizás excesivo e irreal, puede ser un apunte sugerente. Humano y débil, a la vez que fuerte y valeroso, supone una apuesta hacia una extraña honestidad más allá de métodos corruptos y de medias mentiras que empleó. Una autenticidad compleja y ambigua, definitivamente humana.
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