Trash. Ladrones de esperanza
Desde las favelas de Brasil nos llega esta aventura de tres jóvenes que se enfrentan a la corrupción política y policial con la única arma de su honestidad y la ayuda de un viejo sacerdote y una voluntaria norteamericana. Cine-fábula de denuncia sobre las desigualdades sociales y donde la fe es un motivo para la esperanza y donde el dinero no tiene la última palabra.
Stephen Daldry como director nos ha ofrecido películas tan importantes como “Billy Elliot” (2000), “Las horas” (2002) y “Tan fuerte, tan cerca” (2011). Esta vez nos coloca entre el mundo real de las injusticias sociales y el tratamiento de una fábula-ética que haciendo posible lo imposible presenta una revolución desde los más pobres y jóvenes. Al estilo de su compatriota Danny Boyle en películas como “Millones” (2004) o la oscarizada “Slumdog Millionaire” (2008) emplea un tono didáctico y simple mostrando el enfrentamiento entre dos mundos, el de los vertederos de basura frente al mundo de la opulencia donde hay una evocación a la esperanza.
Un trío de jóvenes, interpretados con frescura, coraje y autenticidad por Rickson Tevez, Eduardo Luis y Gabriel Weinste, encuentran una cartera que les llevará a descubrir una trama de corrupción y donde con la ayuda de un sacerdote (Martin Sheen), generoso pero cansado, y una voluntaria bienintencionada (Rooney Mara) se enfrentaran a un político aspirante a alcalde (Wagner Moura) y a un policía corrupto (Selton Mellon) que forman parte de una trama organizada.
El sistema de la corrupción política y policial, tan contemporáneo en tiempo y lugar, ha sido tratado frecuentemente por el cine desde “Chinatown”, la película dirigida por Roman Polanski en 1974, pasando por “Todos los hombres del presidente” (1976) de Alan K. Pakula, “Traffic” (2000) de Steven Soderbergh o la más reciente adaptación de “El mensajero del miedo” (2004) de Jonathan Demme. Incluso series de televisión como “Homeland” han navegado por estas aguas turbulentas. En “Trash” el tono fantástico e inverosímil se mezcla con el thriller salpimentado con toques de humor y persecuciones arriesgadas lo que da a la denuncia un atractivo que se sustenta en la actitud de los jóvenes héroes. Ellos desde una cierta inocencia original tienen las habilidades para huir a la carrera, desentrañar difíciles enigmas o buscar los aliados que les ayudan a salir adelante. Entre dos fuegos luchan contra la violencia del poder y la dureza de los habitantes de las cloacas, así como descubren el sacrificio que se les exige a los luchadores de la justicia y la solidaridad.
Este canto a la bondad nos muestra cómo la última palabra no la tiene el dinero ni el poder, sino que desde la misma basura pueden surgir las flores que generen posibilidades y novedad en nuestro mundo.
En este sentido la coherencia de la fe aparece como un baluarte de resistencia en el padre Juilliard, que siempre está ahí aunque le falten las fuerzas. Los jóvenes tienen la fe de la gente sencilla hecha de frescura insolente y lúcida capaz de vencer todos los peligros. La cruz aparece asociada a la lucha contra la injusticia en varios momentos y los personajes que abren futuro siempre la tienen detrás.
Trash es una propuesta que desde el poder de la metáfora señalas las oscuridades pero muestra la luz. Limitada en algunos momentos porque el desarrollo se hace demasiado previsible y la realización un tanto repetitiva presenta, a pesar de estas limitaciones, un guión sugerente desde el punto de vista espiritual, unas interpretaciones sorprendentes especialmente entre los jóvenes y un mensaje positivo sobre la lucha contra la injusticia y la fuerza de la fe.