Fraude en la selectividad (I).
Tengo amigos y conocidos que corrigen exámenes de selectividad casi todos los años. Uno de esos amigos, que como es amigo no diré su nombre, me trajo hace poco unos exámenes de selectividad para que yo los tuviera para mis alumnos. Pero por cuestiones ridículas, mi amigo se equivocó de sobre y me entregó otro sobre diferente, cual fue mi sorpresa cuando descubro en ese sobre los exámenes realizados por los alumnos en la prueba. Evidentemente llamé a mi amigo, que vino enseguida a buscar los exámenes y se los llevó.
Yo creía que los exámenes no podían salir de la universidad, pero por lo que he visto, los exámenes salen de la universidad y hasta se llegan a dar paseos por Madrid. Esperpéntico pero es así.
Pero el esperpento no acaba aquí, a mi amigo no le gusta corregir exámenes, es más, le disgusta muchísimo. Pero su mujer le anima a corregirlos, ¿cuál es el motivo? Pues el suculento dinero que produce la corrección de exámenes. Pero mi amigo, que es profesor de universidad, doctorado y licenciado, y una autoridad en su materia, no corrige los exámenes. Quien los corrige es su mujer que ni está licenciada, ni tiene título universitario alguno. ¿Cómo es posible? Pues porque ella cuenta con una hoja de respuestas que usa, y si tiene alguna duda, está su marido.
Ahora ya sé que esto no es una leyenda urbana. Esto ocurre y es verdad. Cualquiera diría que el fraude es cometido por mi amigo y su mujer, pero en realidad el fraude es cometido por la propia universidad que no somete a control riguroso los exámenes y hasta permite que estos puedan llegar a pasearse por Madrid. Exámenes en que se decide el futuro de muchísima gente no son corregidos en ocasiones como se debería.