Hablemos del joven diputado de IU Alberto Garzón.

Hablar de este joven político es hablar de una persona muy inteligente y con una preparación envidiable. Me encantaría con sinceridad darle toda la razón, y hasta votarle, pero sin embargo cada vez que lo escucho y medito lo que dice me causa cierta desconfianza. Ha subido demasiado deprisa hasta la política, con 26 años recién cumplidos y llega al congreso de los diputados. Estas velocidades no me gustan, aunque tal vez sus compañeros de partido conozcan mejor que yo su valía.

Pero mi desconfianza surge en que tengo esa corazonada (tal vez infundada) que este político no es una persona leal a su formación académica e ideas sino a sus ambiciones y su partido. La gente joven de IU suele ser bastante más impulsivos que él, incluso muchos miembros de su partido son hasta más radicales en sus comentarios. Sin embargo Alberto Garzón por su juventud es sospechosamente demasiado sosegado, más correcto como diputado de IU, no quiero decir con esto que esté a la derecha de Cayo Lara, creo que hasta el mismo se coloca en la línea sucesoria de este. Son muchos los militantes de IU que les escucho hablar más emocionados de Alberto Garzón que del propio Cayo Lara, y hasta en televisión el otro día se le preguntó en “El Gran Debate” a Julio Anguita por el futuro de Alberto Garzón, a lo que Julio Anguita supo zafarse inteligentemente para no señalarlo como un futuro coordinador de IU, lo cual significaría hacerle un feo a Cayo Lara.

Con esto he expuesto las que creo son sus ambiciones, pero debo recordar su formación académica. Alberto Garzón es por estudios economista, y parece que muy prestigioso en sus estudios. Si esto es así, dudo mucho que un exestudiante de económicas tan prestigioso, hoy licenciado, con un master en Economía Internacional y Desarrollo, pueda estar tan a favor de unas medidas que desequilibrarían dramáticamente la economía con consecuencias impredecibles. Es como si a mi me diese por prometer que puedo inventar móviles perpetuos de primera o segunda especie cuando lo prohíbe el primer y segundo principio de la termodinámica. Por ello, algo no cuadra entre sus discursos y su formación.

El propio Alberto Garzón sabe muy bien a donde llevan a la larga las políticas de déficit de la administración. Un déficit del 6.9 % como el actual es un dato malo, pero sugerir eliminar los recortes o la política de control de gasto traería consecuencias más desastrosas a largo plazo (pan para los de hoy y hambre para los de mañana). Tampoco es comprensible que un economista como él no entienda la importancia de salvar a la banca. La quiebra de un banco genera un devastador efecto dominó de consecuencias incontrolables incluso para el propio estado, que arrasaría por completo a todos sus clientes, llevaría a la ruina a empresas y ralentizaría una recuperación económica. Sin duda creo que un rescate a la banca se podría haber hecho de otra forma (tal vez adquiriendo el estado algunos de los activos tóxicos inmobiliarios que acabarían en desahucios para tratar de salvar al banco y evitar desahuciar al hipotecado, y darle así un plazo más amplio para pagar su deuda pero en lugar de a un banco al estado), pero nunca podemos dejar que quiebre un banco por mucho que nos lo pida el cuerpo.

Si Alberto Garzón sabe todo esto, ¿por qué predica lo contrario? ¿qué piensa ganar con todo esto? La respuesta está en las aspiraciones políticas y la lealtad al partido, y por ello esto me inquieta bastante de su persona. Claro que, tal vez me esté equivocando y no entienda esta incoherencia entre la que es y ha sido su formación y las ideas políticas que luego públicamente expresa.
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