Sed felices creais en lo que creais.

Soy feliz creyendo en Dios. Con Dios tengo mis buenos y malos momentos. En los malos yo no me cabréo con él y por ello no le mando a freír espárragos, me cuesta mucho enfadarme porque prácticamente no sé enfadarme. En mis malos momentos sé que le estoy disgustando y eso me duele, pero a mi lado está esperanzado y animando a que yo mismo supere mis propios males. En los buenos también él está conmigo, y siento esa felicidad interior de saber que Él és feliz.

No tengo miedo a las proclamas infernales y de excomunión de ciertos sujetos. No reconozco a Dios en ellos. Es como si me hablasen mal de mi padre unos señores, me dijeran que mi padre es un hombre duro y cruel. Pues no, yo no conozco así a Dios y no creo que Dios me engañe con una cara oculta. Tampoco creo que no exista. No sé porqué creo que existe. No sé porque siento que le disgusto o que le tengo contento. No lo sé. Solo sé que esta es mi experiencia de Dios.

En ocasiones Dios se ve obligado a consentir o a hacer cosas que nos hacen sufrir. Se puede llevar a un ser querido. Todos nos morimos porque de nuestra muerte surge oportunidad y más vida. Pero Dios, que no elimina el sufrimiento del mundo, ni nos otorga una vida terrena inmortal y feliz, es al mismo tiempo el mejor remedio para estos grandes males que vienen. La esperanza y su compañía en los momentos de angustia son mi consuelo, y debo decir que el saber que está ahí me hace sentir más tranquilo ante la muerte de los seres queridos. Que tranquilidad siento de saber que en sus manos están mis abuelos. Tranquilidad que parecida a la de aquel padre, que viéndose incapaz de cuidar de sus hijos, los coloca bajo adopción en buenas familias para sentir que aunque sus queridos hijos con él no están, por lo menos tendrá la tranquilidad de saber quien se ocupa de ellos.

Para mi el génesis debiera haber sido: Dios crea al hombre, y se enamora fuertemente de él hasta el punto de darle otra vida para no perderlo para siempre. Con eso bastaría como resumen de un génesis.

Pues que les puedo decir a estos ateos. Me llamaran alienado, me dirán que creo por la educación recibida, seguro buscarán algo en la psiquiatría o la psicología. Pues yo ni estoy loco, ni estoy alienado, y respecto a mi familia es agnóstica. Antes de juzgarnos a los creyentes como ellos nos juzgan, y mira que se creen muy inteligentes y autosuficientes con el ateismo, les rogaría que buscasen y sintiese una experiencia de Dios como la de muchos creyentes. Así podrían juzgar mejor, y si les gusta no hay nada de malo en cambiar de ateo a creyente o de creyente a ateo. Debo confesarles que yo intenté ser ateo y no lo conseguí, la experiencia de Dios fue más fuerte o bien es que Dios no me lo permitió.

Que se dejen de tirar el dinero en la publicidad de los autobuses. Que lo ahorren o bien hagan algo humanitario con él. Yo soy muy feliz tal como estoy y seguro que ellos lo serán tal como están. Hay gente que tal vez católica o atea es infeliz, y seguro que su tragedia se debe a que asume sus convicciones religiosas con una orientación pesimista, y no es de extrañar que quiera ese pesimismo en los demás. La felicidad pues de ateos y creyentes es debida a ellos mismos, cuando se deja entrar y campar a sus anchas a la angustia y el miedo no se puede ser feliz.

Pues eso, felicidad para todos, creáis en quien creáis, o si no creéis pues felicidad también.
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