PARA DOMINGO DE RAMOS
La lección del Loto: Florece inesperadamente, brota desde el barro, invita a ser misericorde.
Me pide encarecidamente una lectora un post para Domingo de Ramos, pero estoy tan ocupado con la correspondencia con mis inquisidores, que se me agota la creatividad. Recurro a repetir este post del pasado enero, que me parece sigue siendo de actualidad, sobre todo en un Domingo de Ramos en que las campanas de la Inquisición tocan a Viernes de Injusticia...
La editorial Playeta, desde su central en Tiberíades, hizo pública la concesión del premio anual de literatura de vanguardia al autor Juan de Patmos, por su relato “A la sombra de la higuera”, presentado con el pseudónimo de “Águila enamorada”. El corresponsal J. Vetoya, ha hecho para nuestro periódico “El Maís” esta entrevista al galardonado.
J.VETOYA: Enhorabuena, don Juan Evangelista, por el premio. Díganos, a bote pronto, ¿Cómo se le ocurrió el título?
JUAN DE PATMOS: No es original mío, se lo debo a mi querido amigo y maestro.
VETOYA: ¿El Galileo?¿El ejecutado `por el gobierno instigado por los del templo?
JUAN: Sí. Jesús nos dejaba perplejos con sus salidas inesperadas.
VETOYA: Y en una de ellas se subió a la higuera...
JUAN: No, pero nos sorprendió con las manos en la masa. Charlando bajo la higuera, Natanael, Jacobo y yo planeábamos un sabotaje a la legión romana (éramos los del “trueno”). Al día siguiente, Perico nos presentó a Jesús diciéndole que éramos israelitas de fiar. Jesús sonrió y dijo: “me lo imagino, por lo que hablábais ayer bajo la higuera”. Natanael se quedó paralizado.
VETOYA: Ya, ese capítulo lo he leido, cuando le dice Jesús: “Verás cosas mayores”.
JUAN: No, Vetoya, no. Te engaña la traducción del Jeronimísimo. Lo que dijo Jesús en mi original fue: “Ay, Natanael, lo que te queda por ver!”
VETOYA: Pues pasando a su original, ¿Cómo se inventó usted la magia química de convertir agua en vino para el capítulo 2?
JUAN: No me lo inventé. Estuve allí. Como era el más joven tuve que cargar con las garrafas.
VETOYA: Que pesaban, me lo creo. Pero que se convirtiera el agua en vino, eso ya no me lo trago.
JUAN: No he dicho eso. Dije que estuve allí y acarreé las garrafas.
VETOYA: Luego fue truco y no milagro. Llevaron ustedes el vino...
JUAN: Tampoco es eso... Es que no véis más que o blanco o negro, o milagro o cuento, o realidad o ficción. Deberías leer al filósofo Paul Ricoeur para aprender lo que significa en hermenéutica “decir la realidad por medio de la ficción”.
VETOYA: Muy complicado
JUAN: No, muy sencillo. La madre de Jesús lo entendía a la primera sin ser letrada.
VETOYA: Usted vivió con ella
JUAN: Sí, yo dormía en el ático y escribía en la terraza. Ella estaba en la planta baja con Malena. No podía con las escaleras por la artritis. Lo pasaba mal por lo de las vértebras, la dolencia le venía ya de antiguo, tras el esfuerzo de los últimos partos... En su sillón junto al braserillo disfrutaba recordando cosas de Jesús mientras nos invitaba a tortas amasadas por ella. ¡Cuántas veces nos reímos con lo de las tinajas vacías! Malena le decía: “Madre, que te repites, ya lo has contado muchas veces...”
VETOYA: Me cuesta creer que la señora María entendiese de simbolos y hermenéuticas.
JUAN: Vaya si entendía. Si a Malena no le venía la regla, María insinuaba con picardía: “Malena, cariño, ¿es que te ha visitado un arcángel?”
VETOYA: Toma, se las sabía todas... Pero mejor no toquemos ese tema. Que, aunque mi periódico es progre, los tentáculos inquisidores del portavoz del Sanedrín, el rabí Kaminazares, alcanzan hasta nuestra redacción..,.e imponen filtros.
Pero, volviendo a Caná, ¿No le parece poco educada la respuesta de Jesús a su madre? “Mujer, a tí y a mí ¿que nos importa si falta vino?
JUAN: No, Vetoya, eso es otra traducción inexacta (como las que gustan a los literalistas de “Info-Caifás Digital”, o “Papiros en libertad” o a los de “Atalaya de aves migratorias”... Lo que dijo María fue: “Hijo mío, solamente estábamos invitados tú y yo. ¿Cómo me traes contigo a esos doce comilones? Va a faltar vino”. Y Jesús contestó: “Tranquila, madre, que de la bebida se encargan ellos, mira las garrafas que trae Juan. Pero cállate hasta el final. Tenemos que dar el golpe echando el vino en las tinajas de las abluciones”.
VETOYA: ¿Conque bauizásteis el vino con agua bendita, mezclándolo?
JUAN: No, hombre, no lo has entendido. Esas tinajas, a pesar de ser tan importantes para purificarse, estaban completamente vacías. Tan vacías como la religiosidad (sin fe, ni misericordia, ni buen humor) de los mitrados del templo que criticó Jesús. Ahí está la miga del capítulo. Es fortísimo el simbolismo. Jesús en persona es vino nuevo. Yo sigo bebiéndolo a diario y es lo que me hace escribir y vivir y dar testimonio...
VETOYA: Ahora lo veo, don Juan. Su libro se venderá gracias al premio Playeta, pero me temo que a usted le llega una cartita curial del rabino Kaminazares con un sambenito. Y lo malo es que ahora ya no tiene a su lado a la señora María para defenderlo explicando lo de las tinajas vacías.
JUAN: Un día le decía ella a Malena: “Pensaréis que es pasión de madre por el mayor, pero es que mi hijo Jesús tenía unas cosas geniales. Claro que yo le decía: Hijo, ten cuidado, que te pasas un poco y te van a atrapar los del gazofilacio para las monedas de cobre”.
VETOYA: Y así fue, porque se lo cargaron... como pasa siempre... es triste, la historia se repite.
JUAN: No , Vetoya, de nuevo te equivocas, no es triste, ni mucho menos. Porque hay una parte de la historia que no se repite, no se puede repetir. Esa parte que, en vez de ser histórica es más que histórica porque se sale de la historia, es lo que ocurrió de una vez y para siempre definitivamenter (en griego, con “apax legómenon”).
VETOYA: ¿Y qué es eso?
JUAN: Pues que Él Vive, que es “El que VIVE”, porque entró en la Vida Definitiva y no puede volver a morir y su Espíritu nos lo hace sentir y nos hace vivir “de cara a Abba” (“pros ton theón”). De eso es de lo que iba mi relato, esa es la gran verdad que yo (portavoz de una comunidad de testigos e intérpretes) transmito por medio de la ficción. Creo que los que me han dado el premio Playeta no se han dado cuenta.
VETOYA: Perdone, don Juan. Tenemos que cortar, el periódico no me concede más de una página.
JUAN: Ya comprendo. Harían falta miles de páginas para contar todo lo que dijo e hizo Jesús. Pero basta un ejemplo como el de las tinajas vacías para aprender a fiarte de él y animarte a beber su vino que te da la vida...
(NOTA: Para el fundamento exegético inspirador de este midrash ver: J. Mateos-J. Barreto, El Evangelio de Juan, Cristiandad, 1982, pp. 142-157. Cualquier parecido con la ficción se debe a que es pura realidad...)