Hiroshima y Nagasaki, 62 años después
Eran niñas y niños de entre 1 y 10 años cuando estalló la bomba atómica. Al cumplir entre 60 y 70 años, siguen apareciendo las consecuencias de las radiaciones en quienes hasta ahora eran supervivientes de aquella tragedia. En la ceremonia anual que mantiene viva la memoria histórica para que no se vuelva a repetir la barbarie, los niños y niñas de hoy, nacidos en tiempo de paz, han ofrendado miles de racimos variopintos de pajaritas de papel: las grullas simbolizadoras del no a la guerra que confeccionaron en tiempo de trabajo manual en la escuela.
El alcalde de Nagasaki, Tomihisa Taue, criticó en su discurso conmemorativo la política gubernamental: tanto el actual primer ministro, Abe, como su predecesor, Koizumi, han mantenido su apoyo a Bush al modo que los japoneses llaman “perrito faldero a la voz de su amo”.
El mes pasado el Ministro de Defensa, Fumio Kyuma, se vio obligado a dimitir después de haber cometido el lapsus de afirmar en público que las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki fueron algo inevitable para concluir la guerra.
El 15 de agosto, durante la misa del día de la Asunción, doblarán las campanas de Nagasaki, fundiendo su eco con el del gong de los templos budistas que elevan a la misma hora la plegaria por la paz. Las homilías recordarán el mensaje reiterado de los obispos japoneses. Ya al cumplirse medio siglo del fin de la guerra repitieron una vez más la petición pública de perdón “a Dios y a todas las víctimas”. Lo volvieron a hacer a los sesenta años, diciendo: “Hoy, cuando tras las invasiones injustas de Afganistán e Irak crece en todo el mundo la espiral de violencia, la Iglesia debe optar más que nunca por la postura profética de defender la dignidad y los derechos humanos y el diálogo entre las diversas culturas y civilizaciones”. Lo vuelven a repetir este año, ante la preocupación de que el ala de ultraderecha política insiste en modificar la Constitución en su opción incondicional por la paz.
En la cumbre interreligiosa de Kyoto, el cardenal Shirayanagi se alineaba la semana pasada junto con los representantes de las diversas religiones para orar juntos y apoyar desde la cooperación interreligiosa todo lo que sean procesos de paz y soluciones reconciliadoras de conflictos en cualquier parte del mundo. (Se le ocurre a este blogger que el estado español no debería ser excepción, a la hora de aprovechar mediaciones religiosas en procesos de paz, que deben resucitarse, y que la Conferencia Episcopal del Estado español podría aprender mucho de sus colegas japoneses en el episcopado).
El alcalde de Nagasaki, Tomihisa Taue, criticó en su discurso conmemorativo la política gubernamental: tanto el actual primer ministro, Abe, como su predecesor, Koizumi, han mantenido su apoyo a Bush al modo que los japoneses llaman “perrito faldero a la voz de su amo”.
El mes pasado el Ministro de Defensa, Fumio Kyuma, se vio obligado a dimitir después de haber cometido el lapsus de afirmar en público que las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki fueron algo inevitable para concluir la guerra.
El 15 de agosto, durante la misa del día de la Asunción, doblarán las campanas de Nagasaki, fundiendo su eco con el del gong de los templos budistas que elevan a la misma hora la plegaria por la paz. Las homilías recordarán el mensaje reiterado de los obispos japoneses. Ya al cumplirse medio siglo del fin de la guerra repitieron una vez más la petición pública de perdón “a Dios y a todas las víctimas”. Lo volvieron a hacer a los sesenta años, diciendo: “Hoy, cuando tras las invasiones injustas de Afganistán e Irak crece en todo el mundo la espiral de violencia, la Iglesia debe optar más que nunca por la postura profética de defender la dignidad y los derechos humanos y el diálogo entre las diversas culturas y civilizaciones”. Lo vuelven a repetir este año, ante la preocupación de que el ala de ultraderecha política insiste en modificar la Constitución en su opción incondicional por la paz.
En la cumbre interreligiosa de Kyoto, el cardenal Shirayanagi se alineaba la semana pasada junto con los representantes de las diversas religiones para orar juntos y apoyar desde la cooperación interreligiosa todo lo que sean procesos de paz y soluciones reconciliadoras de conflictos en cualquier parte del mundo. (Se le ocurre a este blogger que el estado español no debería ser excepción, a la hora de aprovechar mediaciones religiosas en procesos de paz, que deben resucitarse, y que la Conferencia Episcopal del Estado español podría aprender mucho de sus colegas japoneses en el episcopado).