Recé en latín con budistas y... hablamos de Entrevías
Lo conté por e-mail a un amigo y se escandalizó: “Me decepcionas, Juan, te creía “progre” a tí, al lado de Entrevías, y ahora me sales rezando latines”. Le contesté: "Gratias propter litteram tuam. Gratias agamus in omnibus. Sit unitas in pluralitate". Ni Entrevías es peyorativamente “progre”, ni rezar en latín es “ultra”. ¿Es que no creemos en la Presencia Real Única en celebraciones diversas?
Por ejemplo, estas tres:
Primera Celebración. La semana pasada celebré en Tokyo una eucaristía informal: veinte personas, incluídas no creyentes o de otra religión. Lectura evangélica sencilla, anáfora eucarística abreviada y adaptada a las circunstancias, compartir espontáneo. Cualquiera entiende que Jesús diga en vísperas de su ejecución: “En esta copa pongo mi vida, cada vez que brindéis así prolongad lo que yo hice, partíos y repartíos compartiendo...”
Segunda Celebración. Una reunión de plegaria interreligiosa, en un templo de nueva religión de tradición sintoísta. Tras la oración en común por la paz, cada grupo ora según su religión. Entonó el sintoísta un Norito con toda solemnidad. Cantó el monje budista devotamente el Sutra del Corazón. Recitaron en recto tono los budistas seglares de Koseikai unos versos del Sutra del Loto. Cuando llegó el turno a los católicos (éramos tres, una profesora de música y dos jesuitas), entonamos el Pater Noster en latín, Ave Maria y Gloria Patri. Luego invitamos a la comunidad a quedarse en silencio meditativo para dejarnos acoger por el Misterio que envuelve, une y desborda a todas las religiones. Tras la oración, compartir la cena, mientras cada representante explica su modo de orar. Les hablo de otros modos de orar, bien en silencio o cantando, bien compartiendo espontáneamente. Y les cuento cómo se ora en Taizé y Entrevías.
Tercera Celebración. A las seis de la mañana, es mi turno en el oratorio de la Casa de Ejercicios, misa con la comunidad de religiosas que la atienden, con ornamentos y rúbricas...hasta con lavabo y todo... Es, como habría dicho nuestro pastor de Madrid, don Antonio María Rouco, una “misa homologable”. Lo único especial fue acordarnos en la oración de los fieles de unirnos a la concelebración solidaria del viernes en Entrevías.
En resumen, tres celebraciones y una Presencia. Permítanme quienes me lean en mi país (incluidas las personas que a veces, con buena intención exagerada, se dejan llevar de arrebatos de ataque o insultos, por un exstremo o por otro) que les diga, sin insultos ni ataques a nadie: En las tres celebraciones me sentí realizado y realizando mi vocación ministerial. En las tres viví la presencia del Espíritu. Este es sinceramente el testimonio de quien cree cien por cien en la Presencia Real Eucarística y en La Presencia Real del Espíritu en la Vida.
NOTA Habrán observado las lectoras y lectores conspicuos que no he llamado al Cardenal S.E.R (Su Eminencia Reverendísima) para no exagerar renacentísticamente; pero tampoco he querido tratarle de "Rouco a secas", pues eso sería una incorreccón que iría en contra de la urbanidad y respeto que se aprende en la asignatura de educación para la ciudadanía. Mejor un trato intermedio, como "don Antonio, nuestro muy querido hermano don Antonio". Y que él él me diga con sonrisa simpática gallega: "Juan, hijo mío, no te pases..."
Por ejemplo, estas tres:
Primera Celebración. La semana pasada celebré en Tokyo una eucaristía informal: veinte personas, incluídas no creyentes o de otra religión. Lectura evangélica sencilla, anáfora eucarística abreviada y adaptada a las circunstancias, compartir espontáneo. Cualquiera entiende que Jesús diga en vísperas de su ejecución: “En esta copa pongo mi vida, cada vez que brindéis así prolongad lo que yo hice, partíos y repartíos compartiendo...”
Segunda Celebración. Una reunión de plegaria interreligiosa, en un templo de nueva religión de tradición sintoísta. Tras la oración en común por la paz, cada grupo ora según su religión. Entonó el sintoísta un Norito con toda solemnidad. Cantó el monje budista devotamente el Sutra del Corazón. Recitaron en recto tono los budistas seglares de Koseikai unos versos del Sutra del Loto. Cuando llegó el turno a los católicos (éramos tres, una profesora de música y dos jesuitas), entonamos el Pater Noster en latín, Ave Maria y Gloria Patri. Luego invitamos a la comunidad a quedarse en silencio meditativo para dejarnos acoger por el Misterio que envuelve, une y desborda a todas las religiones. Tras la oración, compartir la cena, mientras cada representante explica su modo de orar. Les hablo de otros modos de orar, bien en silencio o cantando, bien compartiendo espontáneamente. Y les cuento cómo se ora en Taizé y Entrevías.
Tercera Celebración. A las seis de la mañana, es mi turno en el oratorio de la Casa de Ejercicios, misa con la comunidad de religiosas que la atienden, con ornamentos y rúbricas...hasta con lavabo y todo... Es, como habría dicho nuestro pastor de Madrid, don Antonio María Rouco, una “misa homologable”. Lo único especial fue acordarnos en la oración de los fieles de unirnos a la concelebración solidaria del viernes en Entrevías.
En resumen, tres celebraciones y una Presencia. Permítanme quienes me lean en mi país (incluidas las personas que a veces, con buena intención exagerada, se dejan llevar de arrebatos de ataque o insultos, por un exstremo o por otro) que les diga, sin insultos ni ataques a nadie: En las tres celebraciones me sentí realizado y realizando mi vocación ministerial. En las tres viví la presencia del Espíritu. Este es sinceramente el testimonio de quien cree cien por cien en la Presencia Real Eucarística y en La Presencia Real del Espíritu en la Vida.
NOTA Habrán observado las lectoras y lectores conspicuos que no he llamado al Cardenal S.E.R (Su Eminencia Reverendísima) para no exagerar renacentísticamente; pero tampoco he querido tratarle de "Rouco a secas", pues eso sería una incorreccón que iría en contra de la urbanidad y respeto que se aprende en la asignatura de educación para la ciudadanía. Mejor un trato intermedio, como "don Antonio, nuestro muy querido hermano don Antonio". Y que él él me diga con sonrisa simpática gallega: "Juan, hijo mío, no te pases..."