15M: Para Garrigues Walker el movimiento tiene aspectos muy positivos

Ya en octubre de 2010 Antonio Garrigues Walker, cual visionario que sabe leer e interpretar el signo de los tiempos,publicó el poema “Del Canto utópico a la ciudadanía”
Aquí nadie pretende modificar la historia
ni alterar los principios que habría que alterar, ni buscar soluciones verdaderas.
Aquí estamos los mismos,
los que estábamos antes,
los de siempre,
intentado evitar los grandes retos,
ignorando los hechos y los datos
desfigurando las realidades,
mirando neciamente
hacia los lados secos del destino,
y acumulando quejas
y quebrantos ficticios.
Nadie busca lo nuevo, lo grande, lo imposible.
Nadie se deja seducir por nada.
Tan sólo es importante
-según piensas aquellos que no piensan-
dominar por completo la ignorancia,
acobardar la mente,
inundarla de miedo
y de mentira
implantar la basura como mérito excelso,
olvidar por completo la exigencia
que nos exige el mundo,
renegar de lo íntegro y lo auténtico,
aparentar sin límite,
gozar con la apariencia
y lo aparente.
Nos dominan las mentes menos válidas.
Los líderes que nunca dan ejemplo,
las gentes que se esconden
de las realidades.
Nos quieren encerrar
en un falso teatro democrático
que siempre está vacío
porque a nadie le gusta el espectáculo
de la verdad estéril
y la insignificancia.
Nos obligan a estar,
sin más remedio,
entre medias, de unos y de otros
tolerando otra vez
todo lo verdaderamente intolerable,
soportando la ausencia insoportable
de la razón y el diálogo,
dejándonos llevar por la corriente
de los enfrentamientos radicales,
las rupturas sin causa,
y el más obsceno y torpe sectarismo.
Nadie asume su culpa ni su deuda,
ni tampoco su fuerza,
ni su capacidad para cambiar las cosas
ni su propia esperanza en el futuro.
Sólo debe aflorar de nuestras mentes
-eso dicen los que dicen que saben-
la negatividad y el pesimismo.
No hay salida ni solución alguna.
Pareciera, al final, que somos ciegos
guiados hábilmente por unos ciegos
demasiado lúcidos,
que miran dónde están sus intereses
y por dónde hay que andar
para evitar la quema
y se precian -y a lo mejor con mofa-
de ser los que nos llevan
con precisión exacta
al precipicio.
Llegó, pues, el momento
de levantar la mano
y de hacer lo que hay que hacer
para que esté bien hecho.
Nadie tiene el más mínimo derecho
a olvidar su papel en esta historia.
Tenemos que advertir a quienes corresponda
que todo tiene un límite
y que lo han superado de una forma abusiva
y a veces degradante
y obligarles a ver el laberinto
en el que están jugando
a la gallina ciega.
Pero no hay que inquietarse en demasía.
Aunque nadie lo sepa
-esa sí es la verdad, no la apariencia-,
somos nosotros los que cambiamos todo.
Esta ciudadanía,
tan dócil y sumisa hasta el momento,
volverá a rebelarse.
Bastará con dejar que nuestros sentimientos
de rabia y desconsuelo
y de hartazgo infinito
inunden de tal forma
los escenarios públicos
que resulte imposible continuar esta farsa.
Nuestros grandes problemas
no dejarán de serlo.
Pero serán, por fin, problemas verdaderos,
no ficticios, ni artificiales, ni falsarios
que son irresolubles, justamente,
porque no son problemas.
Tenemos que afrontar los problemas reales
y difíciles,
los que puedan cogerse por los cuernos.
Y eso ya lo hemos hecho
con dignidad y grandeza.
Y eso es precisamente lo que haremos ahora
los que estábamos antes,
los de siempre,
los mismos.
Ya lo verán ustedes.
¡Será una cosa magnífica!