La piedra en el zapato
Acabo de licenciarme en Odontología, en el CEU, en Valencia y la alegría, la emoción y la esperanza que debían acompañar a mi título han quedado eclipsadas por el daño que se le ha hecho a algunas personas maravillosas que me han acompañado en esta andadura.
Siempre he creído que una sola persona podía cambiar las cosas, que una voz sincera se oye más que la de una multitud, he sentido fortaleza, aplomo, decisión… pero me estaba engañando a mí misma.
La frustración comenzó hace unos días a hacerse un huequito en mi vida y ahora se encuentra instalada a sus anchas en mi pensamiento. “No podemos hacer nada, la decisión está tomada, solo un milagro podría evitarlo y yo ya no creo en los milagros”, me decía mi mentor, el hombre que me llevó de la mano de primero a quinto a mí y a todos mis compañeros, ante la indignación que le manifesté por el despido del profesor mas entregado que he conocido en mi vida. No solo porque fuese un maestro brillante, porque es mi amigo, una persona excepcional, la ternura personificada, bueno bueno de verdad, una persona noble de las que están en peligro de extinción.
Mi respuesta fue que yo sí que creía en los milagros, que gracias a ellos mi madre estaba a mi lado, que por ellos yo soy quien soy ahora… Mis compañeros recogieron firmas, no sé cuantas pero muchísimas, porque todos queremos a ese hombre. Como no quería resignarme, escribí una carta al Vicedecano, que casualmente es el mentor que he mencionado previamente, y él la entregó a instancias superiores junto con las firmas recogidas. Poco después le comunicaron que podía irse detrás del otro si le parecía bien, que le relegaban de su cargo.
No me lo podía creer, como he dicho, el nos ha llevado a todos de la mano por la carrera. Recuerdo la primera vez que lo vi, estaba vigilando en un examen. Me pareció tan entrañable… pensé que era como Papá Noel con menos pelo, daban ganas de abrazarle por su aspecto de bonachón. Con el trato descubrí que su bondad no era solo aparente, es la persona más imprescindible de la facultad. Eso creía yo, pero resulta que también es prescindible. Y lo peor es que ha resultado ser prescindible por hacer lo correcto. Ignoro las consecuencias que caerán sobre mis hombros por mi protesta pública, probablemente ninguna buena pero no me importa. Aunque hacer lo correcto es duro, es lo que se tiene que hacer y punto. Mi conciencia está tranquila. Puede que no consiga nada más que ser una piedrecita en el zapato de aquel que tomase la decisión de dejar huérfana a la Facultad de Odontología del CEU. Visto lo visto, con eso puedo darme con un canto en los dientes.
Me despido no más satisfecha pero sí tranquila, adjuntando la carta que fue respaldada por todos mis compañeros.
Estimado Dr. X,
me dirijo a Ud. con el fin de mostrar mi indignación al conocer la noticia del cese del Dr. ….y el departamento de Prótesis II. Como Ud. bien sabe acaban de concluir los cinco años de mi licenciatura y le he manifestado mi deseo de continuar mi formación en esta universidad por estar enormemente satisfecha con la educación recibida por parte de la misma. La UCH presume de formar a personas y no a meros especialistas. Estoy de acuerdo, pero no obstante me he llevado una gran decepción al descubrir que no se predica con el ejemplo. Nos inculcan valores que encuentran su máximo expediente en el Dr…..y, sin embargo lo echan. No puedo cuanto menos manifestar la profunda desazón que suscita la noticia en mi persona.
En esta universidad he conocido a Aristóteles de la mano del célebre Aquilino Cayuela, del que extraje e imprimí en mi vida la enseñanza "más vale padecer la injusticia que ser injusto", en clase de ética aprendí que consentir la injusticia es ser injusto y, Jesús de la Llave me animó a luchar por lo que es justo, por lo que es bueno. Sin querer menospreciar al brillante equipo docente con el que he tenido el placer de tratar, en mi opinión la palabra bondad se acuñó inspirada en el Dr. ….. Es todo amor a la profesión y a los alumnos. Su dedicación y su calidad humana a la par que su profesionalidad lo convierten en la esencia de lo que se pretende de los alumnos y, sin embargo, prescinden de él. Profesionales reputados han alabado lo que yo he aprendido de él. Sólo con eso no tendría por qué alegar más en mi protesta pero sería quedarme corta. Enseña con dulzura y pasión. Lo más negativo que puedo decir de X es que no conozco a nadie que diga una mala palabra de él y, de haberla, me habría engañado. No querría en mi vida a alguien a quien le disguste este increíble maestro. Utilizo el término "maestro" por conocer su verdadero significado gracias a mi otro mentor favorito, Santiago Celestino. Profesor es el que enseña, Maestro, el que crea escuela. Ese es nuestro X. Al que debo la más sincera devoción. Como puede comprobar, las armas que empleo para defender a mi maestro y amigo son las que esta universidad me ha otorgado. Universidad a la que volvería a hacer un postgrado, que recomiendo a los amigos y a la que irán mis hijos si no me sintiese estafada al comprobar que se penaliza aquello que nos inculcan.
Sr. Vicedecano, le ruego eleve mi queja a quien sea pertinente.
Atentamente, María Gil