Por qué usar el espacio público para realizar procesiones
El hecho de que el espacio público sea plural no quiere decir que sea neutral. Lo ocupan temporalmente toda clase de ciudadanos, asignándole un contenido propio y unos motivos diversos, todos ellos respetables: manifestaciones reivindicativas; eventos populares como la cabalgata de Reyes; carreras populares; celebraciones de éxitos deportivos. De la misma manera también se pueden ocupar las calles con manifestaciones de religiosidad popular ampliamente arraigadas.
¿Qué decir cuando los críticos con las procesiones argumentan que la práctica de la religiosidad debería ser un sentimiento que se ha de vivir en el ámbito estrictamente privado, alejado de los espectáculos de masas?.
La respuesta es que las procesiones y las celebraciones litúrgicas en la calle son mucho más que un sentimiento. Porque entrañan, también, ocasiones privilegiadas para celebrar en comunidad momentos clave de la fe que se profesa. Los que participan en esas manifestaciones celebran, viven y oran juntos. Y si se hacen con dignidad y atraen a turistas, ¿qué hay que objetar?
Un último argumento de los críticos es que tales manifestaciones molestan a determinadas personas.
También hay respuesta para estos críticos. Se basa en que esos sentimientos de rechazo son similares a los que otras personas experimenten ante los desfiles de carnaval o los del “orgullo gay”. Y tanto a unos como a otros hay que invitarles a reflexionar sobre el valor de la libertad y la tolerancia.