En recuerdo del artista que “envolvió” la naturaleza Correr la cortina en el valle: la asombrosa obra de Christo y Jeanne-Claude
Próximas al llamado Land Art, sus intervenciones en el paisaje (las mejores, realizadas junto a Jeanne-Claude, su mujer) enfrentan el espacio con la técnica y la calidez de un arquitecto, un escultor y un costurero artesano al unísono
A principios de los 60, las piezas del joven Christo parecían hacer crítica de la sociedad del plástico y el american way of life, de bellezas artificiales y ciudadanos y objetos perdidos
Transmitiendo una especie de pedagogía del redescubrimiento del paisaje, su obra con los años se abrió, como una propuesta de volver a la naturaleza y a la sostenibilidad, a ser útil a la gente
Transmitiendo una especie de pedagogía del redescubrimiento del paisaje, su obra con los años se abrió, como una propuesta de volver a la naturaleza y a la sostenibilidad, a ser útil a la gente
En estos días se ha dado a conocer la noticia del fallecimiento de Christo Vladimirov, por causas desconocidas, a los 84 años. El artista (de origen búlgaro, ciudadano del mundo, muerto en Nueva York) ha pasado a la historia del arte contemporáneo por envolver objetos, edificios y naturaleza. Próximas al llamado Land Art, sus intervenciones en el paisaje (las mejores, realizadas junto a Jeanne-Claude, su mujer, que murió hace más de una década) enfrentan el espacio con la técnica y la calidez de un arquitecto, un escultor y un costurero artesano al unísono.
Investigando con su trabajo la sociedad, Christo comenzó a producir ‘arte envuelto’ a principios de los 60. En una década de Guerra Fría y protestas contra la violencia, las piezas del joven Christo parecían hacer crítica de la sociedad del plástico y el american way of life, de bellezas artificiales y ciudadanos y objetos perdidos. De envolver representaciones de la parafernalia urbana (señales, tiendas, escaparates) evolucionó a intervenciones más decididamente políticas. En 1962, en París, Jeanne-Claude y Christo inauguraron la instalación Telón de Acero: un muro de barriles de petróleo. Invitando a asistir al acto, en un gesto que rozó la performance, a distintas personalidades institucionales.
Puede que, injustamente, ese haya sido uno de los componentes de la carrera artística de la pareja que más fama les haya dado: la polémica. Las miles de dificultades, incluso litigios, que con frecuencia tuvieron que asumir para poder desarrollar proyectos cada vez más complejos, arriesgados y monumentales (en 1971 envolvieron el Reischtag de Berlín, por ejemplo). Y ese hecho ha terminado tapando la contundencia poética de sus intervenciones. ¿O no asombra, o incluso conmueve, que en 1975 envolvieran el Pont Neuf, paradigma de la vida parisina, y los viandantes que lo atravesaban se pasasen una década caminando sobre tela?
Otro caso que ha quedado en el recuerdo fue el de los monumentos de Vittorio Emmanuele, rey de Italia, y Leonardo Da Vinci, el maestro renacentista, envueltos con tela de prolipropileno y cuerda roja en el otoño de 1970 en Milán. En los bocetos que se conservan parece que lo que estaba organizando Christo era una mudanza. Y tal vez ahí se encuentre la idea deslumbrante: la Italia de los duomos y los bustos, como escenario de la caída de absurdos imperios, monarquías y grandezas. Y la cultura como algo que cambia, que fluye, que gira; que precisamente renace en cada época y por tanto no entiende de cánones marcados.
En los bocetos que se conservan parece que lo que estaba organizando Christo era una mudanza. Y tal vez ahí se encuentre la idea deslumbrante: la Italia de los duomos y los bustos, como escenario de la caída de absurdos imperios, monarquías y grandezas
“Arte ambiental”
De envolver suelos, esculturas o fachadas de edificios Christo pasó a diseñar intervenciones artísticas en paisajes completos. En todas las ocasiones, por cierto, y aunque ello no le libró de conflictos con activistas y entidades, en colaboración con los organismos que regulan el entorno natural. Concibiendo piezas a escala aplastante, Christo fue aproximando su arte a la superficie marina y a la vegetación. A la tierra y el horizonte. Transmitiendo una especie de pedagogía del redescubrimiento del paisaje, su obra a partir de entonces se abrió, como una propuesta de volver a la naturaleza y a la sostenibilidad, a ser útil a la gente. Con sus intervenciones de “arte ambiental” pretendía, simplemente, hacer disfrutar de la contemplación del espacio.
En 1968 empezó a envolver una costa: Little Bay, en Sydney. “Grapando” la cuerda a la roca, casi 200 trabajadores multidisciplinares (escaladores entre ellos) cooperaron durante un mes con un comandante del Cuerpo de Ingenieros del Ejército Australiano, para construir el continente sin dejar huella en el contenido. Financiado por entero por la pareja de artistas, a base de vender dibujos preparatorios del proyecto o collages y objetos envueltos de otras épocas de su trayectoria artística, el envoltorio se pudo contemplar durante 10 semanas. Después, los materiales se retiraron y reciclaron y el paraje recuperó su estado habitual.
A principios de los 70, en la misma línea corrió una cortina en el horizonte de Colorado, produciendo Cortina en el Valle. Admirado, como muchos artistas que han experienciado la magnitud paisajística americana (de Hopper a Hockney, pasando por Rothko…) las cadenas montañosas del enclave escogido, extendió sobre ellas una tela de nailon anaranjada, de casi 13.000 metros cuadrados. Como simulando un atardecer sobre la autopista, la “cortina” de Christo jugaba con el espacio (altura, anchura), la materia (las cuerdas de sujeción, las formas del paisaje), la percepción de la luz y fugacidad de los resultados. Ya que 28 horas después, a causa de un viento a más de 100 kilómetros por hora, la obra de arte fue desmontada.
En otra ocasión similar, atravesando dos condados de California, creó una Valla corrediza, en blanco, que transformó en un santuario a contemplar 65 kilómetros de 14 carreteras. Todo sin obstaculizar el paso ni de transportes ni de los animales salvajes de la zona.
No dejar huella en el entorno
Resulta curioso en la obra de Christo y Jeanne-Claude cómo prepararon la creación de Islas rodeadas (1980-3), la intervención mediante la que señalizaron el borde de unas islas de piedra caliza, en Miami, con una tela rosa flotante. Para poder anclar el textil (a través de pértigas) a la geografía, empezaron por limpiar mar y tierra, desescombrando las 11 islas y encontrando hasta 40 toneladas de residuos: partes de electrodomésticos, piezas de automóviles… incluso colchones y una barca.
Supervisando constantemente que sus obras no impactasen negativamente en el entorno, por ejemplo en 1991 Christo terminó de instalar Sombrillas (de color azul, para destacar sobre la vegetación) en arrozales japoneses. Colocadas en grupos, generando intimidad además de curvas y rectas, puede que las sombrillas aludiesen a la abundancia de lluvias del territorio, celebrando la armonía entre la naturaleza y ciertos artefactos de los hombres.
La vida de Christo ha bajado el telón antes de que viera realizado su último gran proyecto: La Mastaba. Una obra gigante, que planeaba situar sobre dunas (en Emiratos Árabes), configurada a base de barriles de petróleo. Imitando los mosaicos islámicos, el aspecto de los barriles sería colorista. Y su fondo, tal vez, se transformaría en una llamada de atención a quienes esconden sus intereses económicos bajo un barniz de religión, espiritualidad o trascendencia (una mastaba era, en el antiguo Egipto, un monumento funerario). Sea como fuere, Christo dejó en 2018 una reproducción de su mastaba a menor escala en Hyde Park, en Londres. Aunque sin duda no posee la fuerza que tendría en medio del desierto, rodeada de palmeras y eucaliptos.
Queda en el recuerdo (y en el archivo fotográfico, como mucho) el legado artístico de Christo, cuyas telas aterrizaron en el entorno, como las de un paracaídas, para posibilitar la reconstrucción social y la reconciliación con la naturaleza. Para transparentar lo invisible y potenciar la belleza de lo visible.