"Padre para muchas gentes de lugares remotos y pobres" Murió el obispo Antonio Bayter Abud, primer vicario apostólico de Inírida, en la Amazonía colombiana
"Gracias a Dios un hermano así. Gracias a Dios un obispo así. El aliento de gente así empuja las velas de esta barca que es la Iglesia"
"El Obispo Antonio se metió en la Colombia profunda, navegó los grandes ríos del Guainía, vivió una vida simple al lado de los indígenas y campesinos de su jurisdicción, se preocupó de la educación y de promoción de los más pobres"
Hoy nos dejó Antonio Bayter Abud, el primer vicario apostólico de Inirida, Colombia. Quiero recordarlo en esta página y darle gracias a Dios por su vida y misión, es mi hermano en el Instituto de los misioneros javerianos de Yarumal y es padre para muchas gentes de lugares remotos y pobres donde entregó lo mejor de sí, en Itsmina, Chocó, en las misiones del Ecuador, en el puerto de Buenaventura en el Pacífico, y, especialmente de la Amazonía colombiana, en el Guainía, la tierra de muchas aguas.
Este hermano, este “vir probatus”, nos dio su silencio hondo y su palabra certera. Aquí hay uno que hacía camino al andar, que acertaba cuando hablaba y atinaba cuando callaba. Cuando lo oía, en esa serenidad de las vidas bien vividas, tenía la impresión de que las cosas más revolucionarias que se dicen en nuestra Iglesia las dicen los mayores, casi ya a los 90, gente libre que no está cuidando la talanquera y saben ya que las vallas no son para atajar sino para otear el horizonte.
El Obispo Antonio se metió en la Colombia profunda, navegó los grandes ríos del Guainía, vivió una vida simple al lado de los indígenas y campesinos de su jurisdicción, se preocupó de la educación y de promoción de los más pobres. Aquí nos encontramos con un sacerdote y un obispo que sabía que su ministerio era humanidad sin añadiduras, darse en lo cotidiano y en el afán de cada día. Un hombre que no se ahorró y que se dio sin calcularlo mucho. Era un magnifico administrador y hacía rendir los bienes para todos, y sabía bien que la verdadera riqueza de la Iglesia son los pobres, hundido en la providencia, sacaba oportunidades de futuro y hacia crecer lo de los pobres y sin interés de nada, nos animaba a cuidar, a ser honestos, a tomas buenas decisiones.
Recuerdo que una vez, en una de nuestras reuniones de misioneros, nos oía discutir, y después, como llamándonos la atención con mucha delicadeza, nos dijo que “las cosas son simples, ¿por qué complicarlas?”. Lo decía con paternidad y respeto. Sí, tenía razón, las cosas son simples, discutir es importante, pero lo más importante es radicarse en lo esencial, no regar el alma en la arena de las disputas, ser dueño de sí y hacer puentes, más ojos para lo que nos une y menos nariz para husmear lo que nos separa. Y así lo voy a recordar, un hombre de Dios, un obispo sin poses de “eclesiástico”, capaz de comunión y sin carreras ni pompas, idóneo para el encuentro y sin hacerse notar. Un experto en humanidad.
Gracias a Dios un hermano así. Gracias a Dios un obispo así. El aliento de gente así empuja las velas de esta barca que es la Iglesia.