Hoy 28 de junio, la comisión de la verdad de Colombia entrega su informe Los comisionados que nos entregan el informe final
Hoy 28 de junio la comisión para el esclarecimiento de la verdad presenta su informe final; he podido seguir muy de cerca, gracias a las redes y a la página web el itinerario que ha seguido la comisión de la verdad. Como colombiano siento una profunda gratitud con los comisionados y quiero, en estas líneas, resaltar el aporte de cada uno de ellos.
| Jairo Alberto Franco Uribe
Hoy 28 de junio la comisión para el esclarecimiento de la verdad presenta su informe final; he podido seguir muy de cerca, gracias a las redes y a la página web el itinerario que ha seguido la comisión de la verdad. Como colombiano siento una profunda gratitud con los comisionados y quiero, en estas líneas, resaltar el aporte de cada uno de ellos.
Alfredo Molano, que murió apenas dos años después de iniciados los trabajos de la comisión y que se metió por todos los caminos de la Colombia profunda movido por el consejo de un campesino del pacífico que le dijo: - para conocer, señor, hay que andar… y él se decidió a andar y a escuchar y sus palabras, las de sus escritos y las que le oímos, eran las palabras de la gente simple y llana; ese sociólogo inmenso, que no se quiso graduar después de sus estudios en Paris, porque allá le pedían un supuesto rigor científico que lo alejaba de la gente; Alfredo nos enseñó a escuchar esa Colombia de las periferias, a poner el oído en las víctimas, a no temerle a los caminos, a pie, en mula y en canoas y llegarnos al otro, a la otra versión, a la otra historia.
Alejandro Castillejo, que llegó a la comisión después de la muerte de Alfredo Molano, nos entregó elementos de la antropología no sólo para entender el pasado sino sobre todo para construir el futuro, nos ha hecho conscientes de que nos ha faltado escuchar las múltiples versiones de esta guerra, que no hay que negar ni liquidar al opositor y sí incluirlo y convivir con él.
María Ángela Salazar, que se nos fue víctima del Covid-19, y que aún así se quedó con nosotros y nos sigue animando, mujer del Pacífico, de sabiduría ancestral y honda, luchadora con su pueblo afrodescendiente y con todos los pobres; ella nos ayudó a entender que si Colombia quería salir de esta guerra tenía que poner el foco en los negros, raizales, palenqueros, indígenas… ellos y ellas, que están entre los que más han sufrido el conflicto, son también los que tienen las claves de salvación, las del “soy porque somos”, las de la ternura, las de la resistencia y resiliencia. María Ángela, que alguna vez dudó de su capacidad para ser comisionada y esto porque no tenía títulos universitarios, nos enseñó con su experiencia que lo de menos son los diplomas, que lo que sirve es acercarse, sentir con los pobres, incluir a todos, ponerse los zapatos del otro.
Leyner Palacios, hombre de su pueblo negro y de los excluidos de este país; su fe lo ha animado siempre a luchar, a defender su territorio, a ponerse en riesgo, a ingeniar diálogo y reconciliación; él mismo víctima de la guerra, vio como su pueblo Bojayá y muchos de su familia fueron masacrados, y un trabajador incansable por la paz; creo que Leyner es una de las figuras más queridas de la comisión y que los colombianos depositamos en él mucha esperanza; personas como él nos ayudan a creer en esta patria y nos dan fuerza para no desistir. Leyner llegó a la comisión, después de que faltó María Angela Salazar, recogió el legado y lo acrecentó; gracias a ellos, a María Ángela y a Leyner, ahora Colombia sabe su verdad negra y se siente también orgullosamente negra.
Lucía González, de sensibilidad y de intuición, capaz de “nombrar lo innombrable”, quien, por medio del arte y en intima conexión con los artistas de este país, nos ha hecho concienciar que la fotografía, la música, la literatura, la escultura, las artes plásticas, el teatro, nos sumergen en el alma de los que han sufrido, y allí comulgar no sólo con su dolor, sino con la belleza que los abriga desde dentro… Lucía, y con ella Sara Malagón, su asistente, nos ayudaron a percibir que aquí no hay sólo tragedia, hay sobre todo humanidad, y que podemos esperar y que la belleza, como lo dijo Dostoievski, salva al mundo; Lucía y Sara nos inspiraron para amar y creer en este país.
Alejandra Miller, una mujer que desde siempre ha visto este país desde la no-oficialidad y desde la cara de los menos privilegiados y siempre comprometida por la justicia, la igualdad, la inclusión, las oportunidades para todas y todos; con su trabajo en la comisión ella nos ha motivado a reflexionar y hacer visibles a las mujeres, cómo ellas han sufrido esta guerra y nos han ayudado a perdonar y hacer paz; Alejandra, y todas las personas que ella ha visibilizado en los escenarios de la comisión de la verdad, especialmente la comunidad LGBTI, , nos ha ayudado a reconocer que el patriarcado enfermo nos ha hecho violentos y que está en la raíz de la deshumanización a la que nos ha llevado esta guerra; Alejandra, con mucho tacto y audacia, le ha ayudado a este país a “salir del closet”, a reconocerse en la diferencia, a dejar los prejuicios, a amar.
Patricia Tobón Yagarí, una mujer indígena, del pueblo Emberá-Chamí, ha significado en la comisión la belleza, la diversidad, la inteligencia, la intuición y la fuerza de los pueblos originarios de nuestra Colombia; ella ha facilitado que oigamos la versión del pueblo indígena, que nos puedan contar su verdad, que recojamos su patrimonio de tanto valor para la implementación de los acuerdos de paz y para la construcción de este país; gracias a Patricia estos pueblos negados y excluidos, han llegado con su relato y su voz ha entrado en la sinfonía de la reconciliación; gracias a esta comisionada, hemos podido tocar nuestra identidad, hemos ido a nuestras raíces; ahora, los que hemos estado atentos a la comisión, podemos mirar con los ojos de nuestros ancestros, pensar con su corazón; gracias a Patricia, Colombia se reconoció maravillosamente indígena y ha crecido nuestro orgullo.
Carlos Martin Beristaín, único extranjero de la comisión, es ya uno de los nuestros; cuando alguien escucha como él, ya no es más un extraño, ya es uno de casa, y así este español entre nosotros; Carlos, psicólogo, nos ha ayudado abrazar el “otro país” que está por fuera, que ha tenido que hacer maletas con miedo y ha sido forzado al exilio; mirándonos el ombligo y cerrados en nuestros problemas, estábamos ignorando y no le dábamos oído a las historias de los nuestros que fueron arrancados de esta patria por los violentos; Carlos ha posibilitado que podamos viajar, al menos de corazón, y que hagamos una Colombia más grande con todos estos compatriotas y que nos comprometamos a trabajar para que puedan volver seguros y confiados a su suelo, a su casa y para que quepan todos y todas en esta patria y nadie más se vea forzado a irse.
Alejandro Valencia, un hombre de ciencia y de investigación, que ha dado su vida a los derechos humanos, y que ha puesto a la comisión, y a todos nosotros colombianos, a la escucha de las víctimas en los territorios; a él lo recordaremos por ayudarnos a comprender las grandes violaciones a los derechos humanos en nuestro país, el despojo, la desaparición forzada, y la violencia contra los pueblos indígenas y negros… Conmovía verlo hablar, le temblaban las manos con las que sostenía sus apuntes, pero no le temblaba la voz para denunciar a los poderosos, al estado mismo, a los victimarios; Alejandro, un ser humano entero y magnánimo que con su sensibilidad y su saber no va a dejar tranquilo a este país hasta que no haya justicia y equidad.
Saúl Franco representa en la comisión de la verdad la sabiduría que va siempre con humanidad a toda prueba; es un médico de probada experiencia y un médico defensor de los derechos humanos, al estilo de su amigo y colega mártir Héctor Abad Gómez; Saúl nos ha dado herramientas para comprender lo que nos pasó, para no repetirlo, para reparar, para sanar; nos ha ayudado a entender que la guerra nos enfermó a todos y que necesitamos curación, y que a pesar de que estamos todos heridos, todos, victimas y victimarios, podemos ser también sanadores, sanadores heridos. Con este médico a bordo en la comisión de la verdad, tenemos ahora un buen diagnóstico y mucha esperanza de alivio. Vamos a extrañar a Saúl, su manera serena de hablar, su bondadosa seriedad, su ponderado discernimiento.
Marta Ruiz, una periodista comprometida con las víctimas y luchadora de la libertad de prensa y de todos los derechos, nos ofreció sus herramientas para narrar el conflicto y seguramente esto saldrá a relucir en el informe final; ella, por su trabajo y compromiso, conocía el conflicto armado desde dentro y esto se volvió precioso en la comisión, ella nos ayudó a narrar estos 60 años de guerra y a narrarlo para todos y todas, no de modo acartonado y si familiar para que nos oigamos y oigamos a los que no hemos escuchado, tejamos juntos la verdad, para que encontremos las claves de no repetición; cada vez que Marta tomaba la palabra nos hacía más sensibles y nos hacía ver lo invisible.
También hay que agradecerle al mayor retirado del ejército, Carlos Ospina, quien finalmente no consiguió mantenerse en el diálogo y, no pudiendo tramitar diferencias, decidió romper con la comisión; ese hecho nos dejó a todos los que seguimos a la comisión con una profunda tristeza y muestra los retos que todavía tenemos en este país para ponernos de acuerdo. A Carlos le abonamos que nos haya ayudado a sensibilizarnos y a reconocer la humanidad de nuestros soldados, también víctimas de la guerra, a mirarlos no sólo como maquinaria de guerra y sí como seres humanos que, en su inmensa mayoría, sienten, tienen ideales, son heroicos y dan lo mejor de sí para que Colombia esté bien.
Y, por último, Francisco de Roux, un verdadero mistagogo que nos ha llevado a tocar la carne de los que han sufrido y ha logrado, así sin aspavientos de prédicas ni poses clericales, que palpemos en ellas a Dios mismo y que comprendamos que toda esta guerra es en el fondo un problema de fe que tiene que ver con la imagen violenta que nos hemos hecho de Dios y que hay que poner a las víctimas en primer lugar, reconociendo que ellas son también salvación. Francisco se volvió para nuestra Iglesia, no sólo por su trabajo impecable en la comisión sino por su biografía toda, el modelo de seguidor de Jesús y de un sacerdocio vivido en la onda del Evangelio, no en los ritos y ceremonias y sí en lo humano, en la pasión, muerte y resurrección de las víctimas, que es la misma pasión, muerte y resurrección de Cristo.
¡Gracias, Comisión de la verdad!