"Esa es la barca. No es un crucero de lujo. Ni nunca lo será" La Iglesia argentina comienza a parecerse al Papa
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"En Argentina la Iglesia nunca se destacó por ser clara a la hora de decir, cuestionar, aportar y comprometerse en la vida cotidiana de los habitantes del país"
"Actualmente, hay quienes prefieren o prefirieron disfrazar la cobardía de prudencia … La cuestión es que desde hace algunos meses en la Iglesia Argentina se escuchan voces con posturas y explicaciones claras, concretas, con nombres y propuestas, a la manera del Papa Francisco… por supuesto, son cuestionados"
"Las voces de pastores como Colombo, Carrara, Rossi, Braida, entre algunitos más, pagan las consecuencias de sacadas de contexto, malicia periodística y eclesial porque le ponen voz al dolor de la gente"
"Si alguien piensa que estas líneas son una crítica a la Iglesia, se equivoca… Sólo comparto una mirada sobre la realidad siempre en crisis de mi país, que no deja de ser esperanzadora: aún hay quienes creen que la Iglesia debe ser valiente hasta dar la vida"
"Las voces de pastores como Colombo, Carrara, Rossi, Braida, entre algunitos más, pagan las consecuencias de sacadas de contexto, malicia periodística y eclesial porque le ponen voz al dolor de la gente"
"Si alguien piensa que estas líneas son una crítica a la Iglesia, se equivoca… Sólo comparto una mirada sobre la realidad siempre en crisis de mi país, que no deja de ser esperanzadora: aún hay quienes creen que la Iglesia debe ser valiente hasta dar la vida"
| Alberto Roselli. Diácono. Periodista
Es verdad que en Argentina la Iglesia nunca se destacó por ser clara a la hora de decir, cuestionar, aportar y comprometerse en la vida cotidiana de los habitantes del país.
Diría yo que desde siempre, excepto casos aislados de obispos comprometidos con los más vulnerados y vulnerables, por ejemplo Fray Mamerto Esquiú, hoy beato, obispo de Córdoba más o menos en los tiempos del Cura Brochero, ineludible referente de la tarea “política-pastoral” de la Iglesia, dedicando su vida y ministerio no sólo a los sacramentos sino a construir caminos, escuelas y templos para sus parroquianos del oeste cordobés, y extremar sin temores los esfuerzos para hacerles la vida más digna.
En tiempos de gobiernos militares los referentes de la Iglesia argentina tuvieron sus más y sus menos, aunque los que ejercían de popes doblaban sus rodillas sin temblar ante el poder y los criterios absolutistas vigentes… así nos fue.
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Es esos tiempos precisamente aparecieron verdaderos pastores comprometidos con la Iglesia de Jesús, la cercana a las personas y no a la estructura, a la “institución”, a la que había que cuidar y plegarse a quienes opinaban que los obispos, curas y comprometidos con el Evangelio debían ser si no eliminados, al menos silenciados… otra vez, así nos fue.
Pero hombres como Ponce de León, Angelelli, Zazpe entre otros y el mismo padre Bergoglio –cuestionadísimo por no pocos al comienzo de su pontificado- que no se salvaron de ser acusados de terroristas, marxistas y hasta colaboracionistas.
Mientras la cúpula de la Conferencia Episcopal sólo callaba y miraba hacia el “deber ser” moralista y mediocre.
Actualmente hay quienes prefieren o prefirieron –si es que se trata de eméritos- disfrazar la cobardía de prudencia.
A lo más que hemos podido aspirar es a mensajes y discursos teóricos, entelequias de palabras con floridos argumentos teológicos reforzando lo obvio en nombre de Dios, el mismo que se atrevió a fracasar –figuradamente hablando- haciéndose hombre para mostrarnos drásticamente, en qué consisten los Diez Mandamientos que, de yapa, redujo a dos…como para que no hubiera dudas.
Aún hoy hay consagrados que prefieren ser mencionados como autoridades en lugar de trabajar escuchando a la gente, cuando decidieron ser personas, hombres y mujeres, que entregaban su vida a Dios en la Iglesia.
Aunque, ahora que lo pienso, estas descripciones podrían aplicarse en la historia toda a todas las realidades del mundo, más que más …. ¿Será por eso que el Señor habla de una permanente conversión y del pecado que encierra buscar primeros puestos y ser reconocidos?
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Bueno, la cuestión es que desde hace algunos meses en la Iglesia Argentina se escuchan voces con posturas y explicaciones claras, concretas, con nombres y propuestas, a la manera del Papa Francisco.
Y que, por supuesto, son cuestionados por los que se referencian y también por grupos de adentro mismo y, el colmo, en nombre de la libertad individual, como si ésta fuera absoluta y no existieran las comunidades.
Dos cosas que se han dicho en estas columnas de opinión varias veces ya:
A la Iglesia la cuida el Espíritu Santo. No un grupo de consagrados que se presentan en nombre de Cristo pero que actúan por conveniencias.
La Iglesia no es una institución más en la vida de un país y del mundo, si así fuera como así quieren hacernos creer, su tarea, su misión, es irrealizable. La Iglesia es esa levadura que transforma la harina en pan; es esa luz que no se esconde; es quien propone siempre y sin temor miradas integradoras sobre todo de los que menos pueden defenderse, y que en esa búsqueda del bien común no hace diferencias entre creyentes, ateos, de izquierda o de derecha, amigos o enemigos.
La Iglesia, comunidad de creyentes y bautizados en Cristono fue instituida para mirarse el ombligo o para los que van a misa. Su misión alcanza a todos. Todos. Todos… sobre todo a quienes no coinciden con la fe o no van a misa ni hacen bautizar a sus hijos. Eso vendrá después.
La Iglesia siembra en todo terreno, no elige sólo las parcelas fértiles cedidas por poderosos para controlarla. La Iglesia ejerce su tarea sacerdotal, profética y de gobierno escuchando a todos. Todos. Todos. Y obrando, sin temor al qué dirán.
Las voces de pastores como el actual presidente del episcopado Marcelo Colombo, el arzobispo de La Plata, monseñor Carrara, del cardenal Rossi, de monseñor Braida, heredero de Angelelli en la diócesis de La Rioja, entre algunitos más, pagan las consecuencias de sacadas de contexto, malicia periodística y eclesial, sonrisas de compromiso y críticas mentirosas de propios y ajenos solamente porque le ponen voz al dolor de la gente que se queda sin trabajo de un día para el otro, de la angustia de los jubilados que “tienen que elegir entre comer o comprar medicamentos”, de los chicos y jóvenes que se suicidan o piensan en eso al verse hundidos en deudas impagables por el muy redituable juego en línea, de vecinos envenenados por desechos tóxicos vertidos a arroyos del conurbano, minimizados por el presidente con el argumento absurdo de que no es problema y no está mal porque hay más volumen de agua que de veneno, y de miles de miles de víctimas de un sistema que no teme a la hora de bastardear y considerar enemigos hasta la muerte a quienes no piensen como ellos, que desvergonzadamente priorizan el dinero y el poder a la dignidad humana, dando cuenta de su propia indignidad e irrespeto por ellos mismos. Hace tiempo que han decidido venderse a sí mismos como esclavos de un sistema “porque hay que asegurarse un futuro, una casa, una entrada económica aunque para lograrlo haya que pasar sobre otros”.
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Soy parte de la Iglesia porque soy bautizado. Además fui ordenado diácono y cada día trato de ser servidor en los distintos aspectos que encierra mi vida. Al menos trato.
Digo, porque si alguien piensa que estas líneas son una crítica a la Iglesia, se equivoca. Claramente quien así piense ha optado por la comodidad del poder aunque sea ínfimo en una parroquia, diócesis, convento, grupo o propio corazón.
No me defiendo, sino no escribiría. Sólo comparto una mirada sobre la realidad siempre en crisis de mi país, que no deja de ser esperanzadora: aún hay quienes creen que la Iglesia debe ser valiente hasta dar la vida.
Ahora la Iglesia argentina se parece más a Francisco, que nació en ella, y que por ella fue aportado a la Universal.
Esa es la barca. No es un crucero de lujo. Ni nunca lo será.
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