El Drama de Jesús
En castellano y a continuación en gallego
Tuve mi primer libro propio no escolar cuando contaba unos nueve años. Se titulaba “Él drama de Jesús” y había sido un regalo de mi maestra Doña Argentina que me lo había regalado con la dedicatoria de “…en prueba de su aplicación y buen comportamiento”. La dedicatoria era una buena prueba que la maestra era amiga de la familia.
Fui leyendo poco a poco como pude y pienso que me marcó su lectura para bien y en buena parte condicionó mi vida. En los primeros años de seminarista se lo presté a un compañero que lo llevó en las vacaciones y no volvieron al curso siguiente ni él ni el libro. Lo siento más ahora que entonces. Poco recuerdo en detalle de su contenido, pero dejó en mí un poso de grato recuerdo.
Estaba escrito en forma de drama todo él. Pero creo que lo verdaderamente dramático en la vida de Jesús se centra fundamentalmente en los últimos días de su vida. En aquellos día que coincidieron con la Pascua judía y coinciden ahora con nuestra Semana Santa. Este drama de la pasión y muerte de Jesús fue y es tratado como tal por múltiples obras literarias de los más variados estilos y por obras cinematográficas. En Pintura y escultura fue inspiración de infinidad de obras maestras. Desconocer esta ingente aportación a la cultura significa vivir con un notable tanto por ciento de analfabetismo funcional, por lo menos en occidente.
Como aficionado al teatro también he soñado con escribir algo relativo a este dama, final de la vida de Jesús, trayéndolo de alguna manera a los tiempo actuales, como me atreví con su infancia.
Por de pronto ya me paré un poquito en hacer un pequeño análisis de los distintos personajes que intervienen y creo que siguen siendo muy actuales; para facilitarme el trabajo y no darme mucho que buscar ni tener que andar mirando alrededor, miré dentro de mí mismo. Me parece que los entendidos en estas cosas le llaman a eso: "Hacer un ejercicio de introspección". El resultado fue sorprendente, porque siempre me había visto como espectador del drama, algo parecido a los turistas que hoy ven pasar una procesión. Pero mi sorpresa, y no pequeña, fue ver retratadas partes de mí en muchos de los protagonistas del drama.
Sin pararme en detalles, sólo en pequeñas pinceladas, este fue el resultado. Y perdón por la inmodestia:
No tengo conciencia de haber vendido barato a ningún amigo, pero alguna jugada, que no me gustaría que me hicieran a mí, sí que les tengo hecho y, al querer reparar de alguna manera el mal causado, también me pasó como a Judas cuando después de vender al Amigo por treinta monedas fue a devolverlas: ¡Era tarde!
Alguna vez ha acudido a mí alguna persona verdaderamente agobiada y yo aparentando que me preocupaba por estar a su lado, dar motivos para que llegase a tener ella, y con razón, la sensación de que estaba dormido, igualito que los tres discípulos en el Huerto de los Olivos, cuando era tanta la angustia de Jesús que llegaron a relajarse de tal manera los poros de su piel que sudó sangre.
Caifás, Anás, el Sanedrín como un solo hombre gritaron todos a una con los rostros desencajados por el escándalo y después de escuchar a varios testigos falsos: "¡Blasfemó! ¡Merece la muerte! ¡Dijo que Dios es su Padre! ¡Que lo crucifiquen!" Yo a tanto no llego, pero a hacer un Dios domesticado, a la medida de mis conveniencias, y a no reconocer hasta las últimas consecuencias al Dios Padre de quien habla Jesús, alguna vez sí que me pasa.
Hablando de Dios parapetado detrás del altar y respondiendo en su nombre a pregunta que me imagino que se hace la gente sin preguntarles a ellos, me siento muy seguro, como en mi salsa. ¡Ah!, pero cuando delante del altar me preguntan por Él y me hacen las preguntas que le harían la Él, podrían llegar a decirme: ¿Pero tú lo conoces o hablas de memoria? Entonces, no ando muy lejos de Pedro que en el cenáculo dice: "¡Contigo hasta la muerte!" y delante de una criada preguntona responde: "Tú, te confundes conmigo. Yo no lo conozco". Tampoco a mi me sobre y desde luego,lo trato mucho menos de lo que debiera.
De mis cobardías y de querer compaginar con unos y con otros, asemejándome a Pilatos, me da vergüenza hablar, pero reconozco que más de una vez me desentendí de mi verdadero deber escaqueándome, o lavándome las manos, como quien no quiere la cosa o más bien como si los problemas de los demás no fueran conmigo.
Me gustaría pasar por alto a Herodes, porque es un tipo que me repugna: tirano, libidinosos, comilón, holgazán, vendido a los romanos, rey de paja. En lo que acabo de decir no me veo retratado. No. Pero en lo de que, cuando supo que le llevaban a Jesús, esperar que le haga un milagrito para él sólo, algo, algo sí que me parezco. Y en lo de si no me lo hace enfurruñarme con él como Herodes, también.
Me cae muy bien Simón de Cirene -El Cireneo-, primero por ser labriego y segundo, por ayudarle a Jesús a llevar la cruz. Es cierto que parece ser que fue obligado, pero fue. Pues también alguna vez, feo que lo diga, más o menos obligado, he ayudado a llevar algunas cruces.
Cuando van con la cruz hacia el Calvario lloran algunas mujeres compasivas, a las que les recomienda: “Llorad más bien por vosotras y por vuestros hijos”. No es lo mismo, pero creo que algo de parecido hay con sentirme muy afectado por desgracias de lejos, como las que veo en la tele de níños que pasan hambre, y no darme cuenta de que hay desgracias semejantes muy cerca entre los hijos del vecino. Y más curioso aún es que algunas veces, cuando me piden una ayuda para los de lejos, con la disculpa de que también aquí hay necesidades, o con otras parecidas, no ayudo a unos ni a los otros. En este caso no fui yo, pero viene a cuento: En una de esas ocasiones en que se pide para la lucha contra la hambre en el mundo dijo un feligrés del que todos conocíamos bastante bien sus generosidades: “A ver lo que llega allá de lo que se recauda”. No pude evitar responderle: “Te aseguro que de lo que mandaste tú nunca se perdió nada”.
José de Arimatea, amigo de Jesús, pero temeroso de que lo asociasen mucho con él, tenía su dosis de valentía movido por su humanismo y le pidió a Pilatos para poder bajar el cuerpo muerto de Jesús de la cruz. Si he de decirlo todo, junto con mis temores también algún acto humanitario podrá encontrarse fijándose bien.
Y puede parecer una locura, pero la voy a decir: alguna vez, pocas, incluso me parezco también algo a Jesús en llevar alguna cruz, y defender la verdad y la justicia, en mirar por los más desfavorecidos. Si no me hubiera parecido en nada, nada, malamente podría decir que es nuestro Maestro.
Me gustaría tener la suerte del discípulo Juan, de poder escuchar de labios de Jesús: “Hijo, ahí tienes a tu madre” y poder llevarla conmigo.
Con ella, con María, comprenderás que no me compare. Ya me gustaría, pero no me atrevo, me atrevo antes con Jesús que con ella y no es por falta de confianza. Es que a Jesús lo veo más como el hermano mayor, el compañero de camino, el amigo. Cuidado, no confundamos, amigo sí, pero no camarada, porque hay diferencias que no se pueden borrar y límites que no se pueden saltar. Fui educado en tiempos en que, aunque se les quisiera mucho a los padres, le teníamos un respeto reverencial y no por ello los sentíamos lejanos. Con María, la Madre del cielo, me pasa algo semejante. Sólo le pido que nunca la sienta lejos y que si no tuve la suerte de Juan, tenga la de muchas otras mujeres y hombres de bien, la de saber que está cerquita ahora y en la hora de la muerte también.
Imagino, estimada lectora o lector, que, si llegaste hasta aquí, te harías alguna vez la pregunta: ¿A que viene esta especie de stritease o de desnudarse parcialmente en público?
Pues, creo que viene a que podría darse el caso de que encontrases algún parecido conmigo, aunque pienso que me superarás en mucho, y en ese caso quiero felicitarte. Si, por casualidad, te parece que estás por debajo, no te desanimes, ni te culpabilices, que de poco sirve, y tampoco me lo digas, porque puedo verme justificado si me pongo a andar hacia atrás.
Ah! Ya casi se me olvidaba: también me parece que dramas muy semejantes al de Jesús se siguen dando hoy en muchos jesuses, jesusas y no jesuses ni jesusas, lo que no le quita valor al de hace casi dos mil años, sino que corrobora sus palabras: “Lo que hacéis a vuestros hermanos, me lo hacéis también a mí ”.
En galego
O meu primeiro libro propio non escolar tíveno, cando contaba uns nove anos. Titulábase “El drama de Jesús” e fora un agasallo da mesta Dona Argentina que mo regalara coa dedicatoria de “… en prueba de su aplicación y buen comportamieno”. A dedicatoria era unha boa proba que a mestra era amiga da familia.
Fun lendo pouco a pouco como puiden e penso que me marcou a súa lectura pra ben e en boa parte condicionou a miña vida. Nos primeiros anos de seminarista presteillo a un compañeiro que o levou nas vacacións e non volveron delas nin el nin o libro. Síntoo máis agora ca daquela. Pouco lembro del en detalle, pero deixou en min un pouso de grato recordo. Estaba escrito en forma de darma todo el. Pero entendo que o verdadeiramente dramático na vida de Xesús céntrase fundamentalmente non últimos días da súa vida. Naqueles día que coincidiron coa Pascua xudía e coinciden agora coa nosa Semana Santa.
Este drama da paixón e morte de Xesús foi e é tratado como tal por múltiples obras literarias dos máis variados estilos e por obras cinematográficas. En Pintura e escultura foi inspiración de infinidade de obras maxistrais. Descoñecer esta inxente achega á cultura é vivir cun notable tanto por cento de analfabetismo funcional, polo menos en occidente.
Como afeccionado ó teatro tamén teño soñado con escribir algo relativo a este dama, final da vida de Xesús, traéndoo dalgunha maneira ós tempo actuais, como me atrevín coa súa infancia.
Polo de pronto xa me parei un chisquiño en facer unha pequena análise dos distintos personaxes que interveñen e creo que seguen sendo moi actuais; pra facilitarme o traballo e non darme moito que buscar nin ter que andar mirrado arredor, mirei dentro de min mesmo. Paréceme que os entendidos nestas cousas chámalle a iso: “Facer un exercicio de introspección”. E resulta que o resultado foi sorprendente, porque sempre me vira como espectador do drama, algo parecido ós turistas que hoxe ven pasar unha procesión. Pero a miña sorpresa, e non pequena, foi cando vin retratadas partes de min en moitos dos actores do drama.
Sen pararme en detalles, só en pequenas pinceladas, este foi o resultado. E perdón pola inmodestia:
Non teño conciencia de a haber vendido barato a ningún amigo, pero algunha xogada, que non me gustaría que me fixesen a min, si que lles teño feito e, cando quixen reparar dalgún maneira o mal causado, tamén me pasou coma Xudas cando despois de vender ó Amigo por trinta moedas foi devolvelas, pero…Era tarde!
Algunha vez ten acudido a min algunha persoa verdadeiramente angustiada e eu aparentar que me preocupaba por estar ó seu lado e velar con ela, pero darlle motivos pra chegar a ter, e con razón, a sensación de que eu estaba durmindo, igualiño ca os tres discípulos no Horto das Oliveiras cando era tanta a angustia de Xesús que chegaron a relaxarse de tal xeito os poros da súa pel que suou sangue.
Caifás, Anás, o Sanedrín coma un so home berraron todos a unha, cos rostros desencaixados polo escándalo, e despois de escoitaren a varias testemuñas falsas: “Blasfemou! Merece a morte! Dixo que Deus é seu Pai! Que o crucifiquen!” Home, eu a tanto non chego, pero a facer un Deus domesticado, á miña medida máis comenenciuda, e a non recoñecer ata as última consecuencias ó Deus Pai de quen fala Xesús, algunha vez si que me pasa.
Falando de Deus parapetado detrás do altar e respondendo no seu nome a preguntas que imaxino que se fai a xente sen preguntarlles, estou moi seguro, coma na miña salsa. Ai! pero cando diante do altar me preguntan por El e me fan as preguntas que lle farían a El, poden chegar a dicirme: “Pero ti coñécelo ou falas de memoria?” Daquela non ando moi lonxe de Pedro que no cenáculo di: “Contigo ata a morte!” e diante dunha criada preguntona responde: “Ti, confúndeste comigo. Eu case non o coñezo ou cando menos, trátoo moito menos do que debera”.
Das miñas covardías e de queren compangar con uns e con outros, asemellándome a Pilatos, dáme vergoña falar, pero recoñezo que máis dunha vez me desentendín do meu verdadeiro deber escaqueándome, ou lavándome as mans, coma quen non quere a cousa ou máis ben coma se os problemas dos demais non fosen comigo.
Gustaríame pasar por alto a Herodes, porque é un tipo que me repugna: tirano, libidinosos, cheas, bandullán, folgazán, vendido ós romanos, rei de palla. No que acabo de dicir non me vexo retratado. Non. Pero no de que, cando soubo que lle levaban a Xesús, esperar que lle fixese un milagriño pra el só, algo, algo si que me parezo. E no de que se non mo fai enfurruñarme con El coma Herodes, tamén.
Cáeme moi ben o Simón de Cirene - O Cireneo-, primeiro por ser labrego e segundo, por axudarlle a Xesús a levar a cruz. É certo que parece ser que foi obrigado, pero foi. Pois tamén algunha vez, feo que o diga, máis ou menos obrigado, teño axudado a levar algunhas cruces.
Cando van coa cruz cara o Calvario choran e delútrense moito algunhas mulleres compasivas, ás que lles recomenda: “Chorade máis ben por vosoutras e polos vosos fillos”. Non é o mesmo, pero creo que algo de parecido ten, sentirme moi afectado por desgrazas de lonxe, coma as que vexo na tele de nenos que pasan fame, e non darme conta de que hai desgrazas semellantes moi preto “entre os fillos de veciños”. E máis curioso aínda é que algunhas veces, cando me piden unha axuda prós de lonxe, coa desculpa de que “tamén aquí hai necesidades”, ou con outras parecidas, non axudo a uns nin ós outros. Neste caso non fun eu, pero vén a conto: Nunha desas ocasións en que se pide prá loita contra a fame no mundo dixo un fregués do que todos coñeciamos bastante ben a xenerosidade: “A ver o que chega aló do que se recauda”. Non puiden evitar responderlle: “Asegúroche que do que mandaches ti nunca se perdeu nada”.
Xosé de Arimatea, amigo de Xesús, pero temeroso de que o asociasen moito con El, tiña a súa dose de valentía movido polo seu humanismo e pediulle a Pilatos pra poder baixar o corpo morto de Xesús da cruz. Se o hei dicir todo, xunto cos meus temores tamén algún acto humanitario poderá atoparse fixándose ben.
E pode parecer unha toleada, pero vouna dicir: algúns vez, poucas, ata me parezo tamén algo a Xesús en levar algunha cruz, e defender a verdade e a xustiza, en mirar polos máis desfavorecidos… Tamén se non me parecera en nada, nada, malamente podería dicir que é o noso Mestre.
Gustaríame ter a sorte do discípulo Xoán, de poder escoitar de labios de Xesús: “Fillo, aí tés a túa nai” e poder levala comigo.
Con ela, con María, comprenderás que non me compare. Xa me gustaría, pero non me atrevo. Atrévome antes con Xesús ca con ela e non é por falta de confianza. É que a Xesús véxoo máis coma o irmán maior, o compañeiro de camiño, o amigo… Coidado, amigo si, pero non o camarada!; porque hai diferenzas que non se poden borrar e lindes que non se poden saltar. Fun educado en tempos en que aínda que se lles quixese moito ós pais tiñámoslle un respecto reverencial e máis non por iso nos sentíamos lonxe deles nin os sentiamos a eles lonxe do nós. Con María, a Naiciña do ceo, pásame algo semellante. Só lle pido que nunca a sinta lonxe e que se non tiven a sorte de Xoán, teña a de moitas outras mulleres e homes de ben, a de saber que está pretiño agora e na hora da morte tamén.
Imaxino, estimada lectora ou lector, que, se chegaches ata aquí, faríaste algunha vez a pregunta: “A que vén esta especie de stritease ou de espirse parcialmente en público?
Pois, creo que ven a que puidera darse o caso de que atopases algún parecido comigo, feo que sexa eu quen o diga, aínda que penso que me superarás en moito, e nese caso quero felicitarte. Se, por un casual, che parece que estás por debaixo, non te desanimes, nin te culpabilices, que de pouco serve, e tampouco mo digas, porque podo verme xustificado se me poño a andar cara a atrás.
Ah! Xa case se me esquecía: tamén me parece que dramas moi semellantes ó de Xesús séguense dando hoxe en moitos xesuses, xesusas e non xesuses nin xesusas, o que non lle quita valor ó de hai case dous mil anos, senón que corrobora as súa palabras: “O que facedes a vosos irmáns, facédesmo a min tamén”.
Tuve mi primer libro propio no escolar cuando contaba unos nueve años. Se titulaba “Él drama de Jesús” y había sido un regalo de mi maestra Doña Argentina que me lo había regalado con la dedicatoria de “…en prueba de su aplicación y buen comportamiento”. La dedicatoria era una buena prueba que la maestra era amiga de la familia.
Fui leyendo poco a poco como pude y pienso que me marcó su lectura para bien y en buena parte condicionó mi vida. En los primeros años de seminarista se lo presté a un compañero que lo llevó en las vacaciones y no volvieron al curso siguiente ni él ni el libro. Lo siento más ahora que entonces. Poco recuerdo en detalle de su contenido, pero dejó en mí un poso de grato recuerdo.
Estaba escrito en forma de drama todo él. Pero creo que lo verdaderamente dramático en la vida de Jesús se centra fundamentalmente en los últimos días de su vida. En aquellos día que coincidieron con la Pascua judía y coinciden ahora con nuestra Semana Santa. Este drama de la pasión y muerte de Jesús fue y es tratado como tal por múltiples obras literarias de los más variados estilos y por obras cinematográficas. En Pintura y escultura fue inspiración de infinidad de obras maestras. Desconocer esta ingente aportación a la cultura significa vivir con un notable tanto por ciento de analfabetismo funcional, por lo menos en occidente.
Como aficionado al teatro también he soñado con escribir algo relativo a este dama, final de la vida de Jesús, trayéndolo de alguna manera a los tiempo actuales, como me atreví con su infancia.
Por de pronto ya me paré un poquito en hacer un pequeño análisis de los distintos personajes que intervienen y creo que siguen siendo muy actuales; para facilitarme el trabajo y no darme mucho que buscar ni tener que andar mirando alrededor, miré dentro de mí mismo. Me parece que los entendidos en estas cosas le llaman a eso: "Hacer un ejercicio de introspección". El resultado fue sorprendente, porque siempre me había visto como espectador del drama, algo parecido a los turistas que hoy ven pasar una procesión. Pero mi sorpresa, y no pequeña, fue ver retratadas partes de mí en muchos de los protagonistas del drama.
Sin pararme en detalles, sólo en pequeñas pinceladas, este fue el resultado. Y perdón por la inmodestia:
No tengo conciencia de haber vendido barato a ningún amigo, pero alguna jugada, que no me gustaría que me hicieran a mí, sí que les tengo hecho y, al querer reparar de alguna manera el mal causado, también me pasó como a Judas cuando después de vender al Amigo por treinta monedas fue a devolverlas: ¡Era tarde!
Alguna vez ha acudido a mí alguna persona verdaderamente agobiada y yo aparentando que me preocupaba por estar a su lado, dar motivos para que llegase a tener ella, y con razón, la sensación de que estaba dormido, igualito que los tres discípulos en el Huerto de los Olivos, cuando era tanta la angustia de Jesús que llegaron a relajarse de tal manera los poros de su piel que sudó sangre.
Caifás, Anás, el Sanedrín como un solo hombre gritaron todos a una con los rostros desencajados por el escándalo y después de escuchar a varios testigos falsos: "¡Blasfemó! ¡Merece la muerte! ¡Dijo que Dios es su Padre! ¡Que lo crucifiquen!" Yo a tanto no llego, pero a hacer un Dios domesticado, a la medida de mis conveniencias, y a no reconocer hasta las últimas consecuencias al Dios Padre de quien habla Jesús, alguna vez sí que me pasa.
Hablando de Dios parapetado detrás del altar y respondiendo en su nombre a pregunta que me imagino que se hace la gente sin preguntarles a ellos, me siento muy seguro, como en mi salsa. ¡Ah!, pero cuando delante del altar me preguntan por Él y me hacen las preguntas que le harían la Él, podrían llegar a decirme: ¿Pero tú lo conoces o hablas de memoria? Entonces, no ando muy lejos de Pedro que en el cenáculo dice: "¡Contigo hasta la muerte!" y delante de una criada preguntona responde: "Tú, te confundes conmigo. Yo no lo conozco". Tampoco a mi me sobre y desde luego,lo trato mucho menos de lo que debiera.
De mis cobardías y de querer compaginar con unos y con otros, asemejándome a Pilatos, me da vergüenza hablar, pero reconozco que más de una vez me desentendí de mi verdadero deber escaqueándome, o lavándome las manos, como quien no quiere la cosa o más bien como si los problemas de los demás no fueran conmigo.
Me gustaría pasar por alto a Herodes, porque es un tipo que me repugna: tirano, libidinosos, comilón, holgazán, vendido a los romanos, rey de paja. En lo que acabo de decir no me veo retratado. No. Pero en lo de que, cuando supo que le llevaban a Jesús, esperar que le haga un milagrito para él sólo, algo, algo sí que me parezco. Y en lo de si no me lo hace enfurruñarme con él como Herodes, también.
Me cae muy bien Simón de Cirene -El Cireneo-, primero por ser labriego y segundo, por ayudarle a Jesús a llevar la cruz. Es cierto que parece ser que fue obligado, pero fue. Pues también alguna vez, feo que lo diga, más o menos obligado, he ayudado a llevar algunas cruces.
Cuando van con la cruz hacia el Calvario lloran algunas mujeres compasivas, a las que les recomienda: “Llorad más bien por vosotras y por vuestros hijos”. No es lo mismo, pero creo que algo de parecido hay con sentirme muy afectado por desgracias de lejos, como las que veo en la tele de níños que pasan hambre, y no darme cuenta de que hay desgracias semejantes muy cerca entre los hijos del vecino. Y más curioso aún es que algunas veces, cuando me piden una ayuda para los de lejos, con la disculpa de que también aquí hay necesidades, o con otras parecidas, no ayudo a unos ni a los otros. En este caso no fui yo, pero viene a cuento: En una de esas ocasiones en que se pide para la lucha contra la hambre en el mundo dijo un feligrés del que todos conocíamos bastante bien sus generosidades: “A ver lo que llega allá de lo que se recauda”. No pude evitar responderle: “Te aseguro que de lo que mandaste tú nunca se perdió nada”.
José de Arimatea, amigo de Jesús, pero temeroso de que lo asociasen mucho con él, tenía su dosis de valentía movido por su humanismo y le pidió a Pilatos para poder bajar el cuerpo muerto de Jesús de la cruz. Si he de decirlo todo, junto con mis temores también algún acto humanitario podrá encontrarse fijándose bien.
Y puede parecer una locura, pero la voy a decir: alguna vez, pocas, incluso me parezco también algo a Jesús en llevar alguna cruz, y defender la verdad y la justicia, en mirar por los más desfavorecidos. Si no me hubiera parecido en nada, nada, malamente podría decir que es nuestro Maestro.
Me gustaría tener la suerte del discípulo Juan, de poder escuchar de labios de Jesús: “Hijo, ahí tienes a tu madre” y poder llevarla conmigo.
Con ella, con María, comprenderás que no me compare. Ya me gustaría, pero no me atrevo, me atrevo antes con Jesús que con ella y no es por falta de confianza. Es que a Jesús lo veo más como el hermano mayor, el compañero de camino, el amigo. Cuidado, no confundamos, amigo sí, pero no camarada, porque hay diferencias que no se pueden borrar y límites que no se pueden saltar. Fui educado en tiempos en que, aunque se les quisiera mucho a los padres, le teníamos un respeto reverencial y no por ello los sentíamos lejanos. Con María, la Madre del cielo, me pasa algo semejante. Sólo le pido que nunca la sienta lejos y que si no tuve la suerte de Juan, tenga la de muchas otras mujeres y hombres de bien, la de saber que está cerquita ahora y en la hora de la muerte también.
Imagino, estimada lectora o lector, que, si llegaste hasta aquí, te harías alguna vez la pregunta: ¿A que viene esta especie de stritease o de desnudarse parcialmente en público?
Pues, creo que viene a que podría darse el caso de que encontrases algún parecido conmigo, aunque pienso que me superarás en mucho, y en ese caso quiero felicitarte. Si, por casualidad, te parece que estás por debajo, no te desanimes, ni te culpabilices, que de poco sirve, y tampoco me lo digas, porque puedo verme justificado si me pongo a andar hacia atrás.
Ah! Ya casi se me olvidaba: también me parece que dramas muy semejantes al de Jesús se siguen dando hoy en muchos jesuses, jesusas y no jesuses ni jesusas, lo que no le quita valor al de hace casi dos mil años, sino que corrobora sus palabras: “Lo que hacéis a vuestros hermanos, me lo hacéis también a mí ”.
En galego
O meu primeiro libro propio non escolar tíveno, cando contaba uns nove anos. Titulábase “El drama de Jesús” e fora un agasallo da mesta Dona Argentina que mo regalara coa dedicatoria de “… en prueba de su aplicación y buen comportamieno”. A dedicatoria era unha boa proba que a mestra era amiga da familia.
Fun lendo pouco a pouco como puiden e penso que me marcou a súa lectura pra ben e en boa parte condicionou a miña vida. Nos primeiros anos de seminarista presteillo a un compañeiro que o levou nas vacacións e non volveron delas nin el nin o libro. Síntoo máis agora ca daquela. Pouco lembro del en detalle, pero deixou en min un pouso de grato recordo. Estaba escrito en forma de darma todo el. Pero entendo que o verdadeiramente dramático na vida de Xesús céntrase fundamentalmente non últimos días da súa vida. Naqueles día que coincidiron coa Pascua xudía e coinciden agora coa nosa Semana Santa.
Este drama da paixón e morte de Xesús foi e é tratado como tal por múltiples obras literarias dos máis variados estilos e por obras cinematográficas. En Pintura e escultura foi inspiración de infinidade de obras maxistrais. Descoñecer esta inxente achega á cultura é vivir cun notable tanto por cento de analfabetismo funcional, polo menos en occidente.
Como afeccionado ó teatro tamén teño soñado con escribir algo relativo a este dama, final da vida de Xesús, traéndoo dalgunha maneira ós tempo actuais, como me atrevín coa súa infancia.
Polo de pronto xa me parei un chisquiño en facer unha pequena análise dos distintos personaxes que interveñen e creo que seguen sendo moi actuais; pra facilitarme o traballo e non darme moito que buscar nin ter que andar mirrado arredor, mirei dentro de min mesmo. Paréceme que os entendidos nestas cousas chámalle a iso: “Facer un exercicio de introspección”. E resulta que o resultado foi sorprendente, porque sempre me vira como espectador do drama, algo parecido ós turistas que hoxe ven pasar unha procesión. Pero a miña sorpresa, e non pequena, foi cando vin retratadas partes de min en moitos dos actores do drama.
Sen pararme en detalles, só en pequenas pinceladas, este foi o resultado. E perdón pola inmodestia:
Non teño conciencia de a haber vendido barato a ningún amigo, pero algunha xogada, que non me gustaría que me fixesen a min, si que lles teño feito e, cando quixen reparar dalgún maneira o mal causado, tamén me pasou coma Xudas cando despois de vender ó Amigo por trinta moedas foi devolvelas, pero…Era tarde!
Algunha vez ten acudido a min algunha persoa verdadeiramente angustiada e eu aparentar que me preocupaba por estar ó seu lado e velar con ela, pero darlle motivos pra chegar a ter, e con razón, a sensación de que eu estaba durmindo, igualiño ca os tres discípulos no Horto das Oliveiras cando era tanta a angustia de Xesús que chegaron a relaxarse de tal xeito os poros da súa pel que suou sangue.
Caifás, Anás, o Sanedrín coma un so home berraron todos a unha, cos rostros desencaixados polo escándalo, e despois de escoitaren a varias testemuñas falsas: “Blasfemou! Merece a morte! Dixo que Deus é seu Pai! Que o crucifiquen!” Home, eu a tanto non chego, pero a facer un Deus domesticado, á miña medida máis comenenciuda, e a non recoñecer ata as última consecuencias ó Deus Pai de quen fala Xesús, algunha vez si que me pasa.
Falando de Deus parapetado detrás do altar e respondendo no seu nome a preguntas que imaxino que se fai a xente sen preguntarlles, estou moi seguro, coma na miña salsa. Ai! pero cando diante do altar me preguntan por El e me fan as preguntas que lle farían a El, poden chegar a dicirme: “Pero ti coñécelo ou falas de memoria?” Daquela non ando moi lonxe de Pedro que no cenáculo di: “Contigo ata a morte!” e diante dunha criada preguntona responde: “Ti, confúndeste comigo. Eu case non o coñezo ou cando menos, trátoo moito menos do que debera”.
Das miñas covardías e de queren compangar con uns e con outros, asemellándome a Pilatos, dáme vergoña falar, pero recoñezo que máis dunha vez me desentendín do meu verdadeiro deber escaqueándome, ou lavándome as mans, coma quen non quere a cousa ou máis ben coma se os problemas dos demais non fosen comigo.
Gustaríame pasar por alto a Herodes, porque é un tipo que me repugna: tirano, libidinosos, cheas, bandullán, folgazán, vendido ós romanos, rei de palla. No que acabo de dicir non me vexo retratado. Non. Pero no de que, cando soubo que lle levaban a Xesús, esperar que lle fixese un milagriño pra el só, algo, algo si que me parezo. E no de que se non mo fai enfurruñarme con El coma Herodes, tamén.
Cáeme moi ben o Simón de Cirene - O Cireneo-, primeiro por ser labrego e segundo, por axudarlle a Xesús a levar a cruz. É certo que parece ser que foi obrigado, pero foi. Pois tamén algunha vez, feo que o diga, máis ou menos obrigado, teño axudado a levar algunhas cruces.
Cando van coa cruz cara o Calvario choran e delútrense moito algunhas mulleres compasivas, ás que lles recomenda: “Chorade máis ben por vosoutras e polos vosos fillos”. Non é o mesmo, pero creo que algo de parecido ten, sentirme moi afectado por desgrazas de lonxe, coma as que vexo na tele de nenos que pasan fame, e non darme conta de que hai desgrazas semellantes moi preto “entre os fillos de veciños”. E máis curioso aínda é que algunhas veces, cando me piden unha axuda prós de lonxe, coa desculpa de que “tamén aquí hai necesidades”, ou con outras parecidas, non axudo a uns nin ós outros. Neste caso non fun eu, pero vén a conto: Nunha desas ocasións en que se pide prá loita contra a fame no mundo dixo un fregués do que todos coñeciamos bastante ben a xenerosidade: “A ver o que chega aló do que se recauda”. Non puiden evitar responderlle: “Asegúroche que do que mandaches ti nunca se perdeu nada”.
Xosé de Arimatea, amigo de Xesús, pero temeroso de que o asociasen moito con El, tiña a súa dose de valentía movido polo seu humanismo e pediulle a Pilatos pra poder baixar o corpo morto de Xesús da cruz. Se o hei dicir todo, xunto cos meus temores tamén algún acto humanitario poderá atoparse fixándose ben.
E pode parecer unha toleada, pero vouna dicir: algúns vez, poucas, ata me parezo tamén algo a Xesús en levar algunha cruz, e defender a verdade e a xustiza, en mirar polos máis desfavorecidos… Tamén se non me parecera en nada, nada, malamente podería dicir que é o noso Mestre.
Gustaríame ter a sorte do discípulo Xoán, de poder escoitar de labios de Xesús: “Fillo, aí tés a túa nai” e poder levala comigo.
Con ela, con María, comprenderás que non me compare. Xa me gustaría, pero non me atrevo. Atrévome antes con Xesús ca con ela e non é por falta de confianza. É que a Xesús véxoo máis coma o irmán maior, o compañeiro de camiño, o amigo… Coidado, amigo si, pero non o camarada!; porque hai diferenzas que non se poden borrar e lindes que non se poden saltar. Fun educado en tempos en que aínda que se lles quixese moito ós pais tiñámoslle un respecto reverencial e máis non por iso nos sentíamos lonxe deles nin os sentiamos a eles lonxe do nós. Con María, a Naiciña do ceo, pásame algo semellante. Só lle pido que nunca a sinta lonxe e que se non tiven a sorte de Xoán, teña a de moitas outras mulleres e homes de ben, a de saber que está pretiño agora e na hora da morte tamén.
Imaxino, estimada lectora ou lector, que, se chegaches ata aquí, faríaste algunha vez a pregunta: “A que vén esta especie de stritease ou de espirse parcialmente en público?
Pois, creo que ven a que puidera darse o caso de que atopases algún parecido comigo, feo que sexa eu quen o diga, aínda que penso que me superarás en moito, e nese caso quero felicitarte. Se, por un casual, che parece que estás por debaixo, non te desanimes, nin te culpabilices, que de pouco serve, e tampouco mo digas, porque podo verme xustificado se me poño a andar cara a atrás.
Ah! Xa case se me esquecía: tamén me parece que dramas moi semellantes ó de Xesús séguense dando hoxe en moitos xesuses, xesusas e non xesuses nin xesusas, o que non lle quita valor ó de hai case dous mil anos, senón que corrobora as súa palabras: “O que facedes a vosos irmáns, facédesmo a min tamén”.