Visita a Angoteros, en el alto Napo, en pleno territorio kichwa Mushu shunkuta kuy (Danos un corazón nuevo)
El Papa nos pide “que los pueblos originarios moldeen culturalmente las iglesias locales amazónicas”. No me cabe duda de que Angoteros es el puesto de misión del Vicariato donde este moldeado ha avanzado más, al modo naporuna. Pero hay que darle continuidad a la inculturación y seguir acompañando a estos pueblos con un corazón (shunku) decididamente misionero.
Hay que cantarlo con la melodía de “Danos un corazón/grande para amar…”, pero en realidad mushu shunkuta kuy significa “danos un corazón nuevo” en kichwa. Para vivir y trabajar en Angoteros hace falta corazón, por supuesto, pero un corazón nuevo, abierto y humilde, porque acá en el alto Napo todo es diferente y soprendente.
Hacía cuatro años que no venía (ver Mushuk wayra – 15 de mayo de 2017), y es curioso que me notara a la vez asombrado y a mis anchas. Porque lo que veo, escucho y siento en Angoteros no deja de impactarme, y al mismo tiempo no me resulta extraño, no me cuesta y lo disfruto. Atrae mi instinto de antropólogo siempre novato y colma mi gen misionero.
La pobreza de este lugar queda resumida en esta frase que escuché en diferentes conversaciones con la gente: “estos días hay poca comida”. Raramente se encuentra carne de res o de chancho, se come yuca, arroz y algo de pescado, y no hay forma de conseguir pan ni verduras (cebolla, ajo, lechuga, zanahoria…); por eso Dominik es granjera y tiene 11 gallinas, aunque dos de ellas tuvieron que ir a la olla para ofrecer un delicioso inchikapi* a las autoridades. Después de comer les escuché largo y tendido, porque los problemas del pueblo son muchos y profundos.
Tal vez la educación sea el número uno. Justo el día en que se reanudaban las clases semipresenciales (después de un brote) volví a palpar el estado casi ruinoso de los edificios (los chicos de secundaria debieron ir a sus casa a cambiarse de ropa y regresar para hacer la limpieza del colegio) y las dificultades de la administración para asegurar un desempeño profesional y riguroso por parte de los maestros en estas zonas tan lejanas. Me relatan ventas de notas, abusos… historias de terror.
Admira la lucha del programa Pebian por garantizar que la enseñanza sea realmente bilingüe, porque el idioma (el 100% de la población es kichwahablante y el 70% habla español pero bola bola) es la clave de preservación de la cultura y hay que cuidarlo. He visto más adolescentes alrededor de celulares, la llegada de internet es una cuestión de tiempo, y por eso procuro saludar en kichwa a todo el mundo – alipuncha, alishishi, alituta -y tengo mis profesores que llegan cada día a las 3 de la tarde guiándose por la posición del sol porque acá nadies tiene reloj.
Los wawakuna (niños), aburridos y hartos de no tener escuela, acuden en tropel a Domipa wasipi yachani (aprendo en la casa de Domi) a completar puzles con las regiones del Perú, escribir, armar rompecabezas, colorear dibujos o hacer cuentas. Ruth, Emma y Yaser dejan un rato los juegos educativos y van explicándome en los pizarrines blancos la lección de hoy: expresiones usuales (¿ima shuti kanki? = “¿cómo te llamas?”) o los números en kicwha. Mis maestros son un encanto y no solo no me cobran, sino que me regalan una naranja para merendar.
En el alto Napo la suavidad en los modales, el respeto, el tono bajo de la voz, la sonrisa franca y silenciosa… se aprenden desde el primer zuguetazo de teta de tu mamá. Florentino, Alipio y Roger, los kuillur runa (animadores), responsables de la comunidad cristiana, me cuentan cómo se vive la fe en este pueblo. “Todos somos católicos”, dicen; el Bautismo es una institución social, un rito iniciático que, junto con la casarana (matrimonio), cohesiona y expresa la cultura. Lo hacen a su manera, original y a la vez plenamente católica.
Se ve en la celebración del domingo. Llueve mucho y la capilla está casi vacía, de público y de imágenes u objetos. El protagonismo es de la comunidad; tan solo hay una figura de Pachayaya (Dios Padre) representado por el viejo carachoso del mito, que era Dios disfrazado de mendigo e iba pidiendo limosna para dilucidar cómo es cada persona y premiar a los generosos con buenas cosechas. Los kuillur runa, con una breve capa blanca, presiden y llevan a cabo todo el rito en su lengua; yo solo intervengo para un pequeño comentario al evangelio y hago el ofertorio, la consagración y la plegaria como puedo en kichwa.
El Papa nos pide “que los pueblos originarios moldeen culturalmente las iglesias locales amazónicas”. No me cabe duda de que Angoteros es el puesto de misión del Vicariato donde este moldeado ha avanzado más, al modo naporuna. Pero hay que darle continuidad a la inculturación y seguir acompañando a estos pueblos con un corazón (shunku) decididamente misionero. Ya me he anotado en la lista para venir al alto Napo cuando me toque traslado. Vamos practicando: ñuka shuti kan César.
* Sopa a base de maní (cacahuetes) y cebolla con presas de gallina.