7.5 grados en la escala de Richter y un nuevo sacerdote para la Amazonía peruana Sismo, ordenación y baile todo el mismo día
Un momento histórico: el cuarto presbítero nacido en estas tierras que se ordena en los 75 años de historia del Vicariato San José del Amazonas y un terremoto de 7.5 de magnitud. A la vez, un tremendo susto y una gran alegría.
Faltaban pocos minutos para las 6 de la mañana y yo estaba sentado en el único trono donde nadie te puede sustituir, cuando comenzó a temblar la tierra. Eché un vistazo por la ventana, porque a veces pasa un caterpillar que hace vibrar mucho el piso, pero en vez de máquina había unos niños corriendo y gritando por la calle. Así comenzó aquel domingo: bajando a toda prisa al jardín de la casa.
Y allí nos dimos cita varios misioneros, expresiones a caballo entre recién despertados y asustados, la hermana Mariet con un sari genuinamente indio (como ella) y Dorinha con el sobresalto dibujado en la cara. La casa está llena porque dentro de un rato, para culminar estos días de encuentro, vamos a celebrar la ordenación sacerdotal de Jovino. Entre bromas, mientras nos aseguramos de que el temblor ha terminado y no hay réplicas, se me ocurre que ya sería mala suerte que a Jovino, que lleva esperando este día como siete años, se le fastidiara por un terremoto.
Ha sido de hecho un sismo fuerte y largo, más de minuto y medio y magnitud 7.5 en la escala de Richter. Mientras tomamos el mingado de avena con pan del desayuno (no hay mucha hambre, parece) van llegando noticias e imágenes. Me visto con la secuencia de la torre de la iglesia de la Jalca, en Chachapoyas, cayéndose; el epicentro se ha situado en Nieva, región Amazonas, muy cerca de donde yo pasé los dos primeros años en Perú. Intento comunicarme con algunas personas de allí pero la señal debe haber sido afectada y no lo logro.
En vista de que estamos todos bien y no observamos daños de consideración, y que se acerca la hora señalada, nos dirigimos a la catedral para el evento. Los del Consejo de Pastoral de Indiana se han sacado el ancho decorando la iglesia, y está preciosa; los chicos y chicas de la pastoral juvenil se van a encargar de darle a todo el mundo un vaso de refresco al finalizar, y también llevarán las sillas de regreso a la casa para el almuerzo. Me llena de orgullo que la gente de mi parroquia se implique así, es un signo de vitalidad.
Comienza la Eucaristía, hay un coro de amigos de Jovino que le da solemnidad, varios sacerdotes concelebrantes, nuestros seminaristas… No cabe duda de que es un momento histórico: el cuarto presbítero nacido en estas tierras que se ordena en los 75 años de historia del Vicariato. A mí me toca la presentación del candidato; lo he visto hacer varias veces y siempre me ha impactado: “- Reverendísimo padre: la Santa Madre Iglesia pide que ordenes presbítero… etc.”. Y el obispo dice: “- ¿Sabes si es digno?”. ¡Qué momentazo!:
Desde que me ordené yo mismo, hace 21 años, nunca había tenido la oportunidad de ver tan de cerca los ritos de la postración, la unción de las manos, la entrega del cáliz y la patena… Son realmente hermosos: “Considera lo que realizas e imita lo que conmemoras”. Tal vez porque sabía la paciencia y la fe que Jovino ha debido tener, y a la vez porque soy así, confieso que me emocioné detrás de mi mascarilla.
Con un calor tremendo subimos hacia la maloka para la comida. Los misioneros habíamos preparado todo con mucho detalle: los adornos, el menú, el sonido, el brindis… Esta vez no podíamos invitar a muchas personas por las restricciones, por consiguiente hubo espacio y nos acompañaron los jóvenes de la PJ con sus polos verdes. Merli agarró el micrófono y comenzó a animar ese rato con discursos, bendición, canciones. Estaba anotado en el grupo de servir pero me pusieron en la mesa presidencial y no pude… aunque me escapé de vez en cuando.
Con la torta y el helado ya en proceso de digestión, subió el volumen de la música y los más valientes se arrancaron a bailar. Supongo que ahí se desbordaron todas las impresiones del día: seísmo, nuevo presbítero, mi propio sacerdocio misionero y cómo lo estoy viviendo, mi gente de Indiana… De modoque me puse a bailar, con lo que me cuesta y lo mal que se me da (como un pato mareao), pero así fue y hay documentos visuales con carcajadas de asombro de fondo.
Mi madre dice que lo hago fatal, varias personas que muy bien, qué será. Los testigos tienen suerte porque solo bailo los días que hay terremoto y ordenación, todo junto.