El cardenal destacó la centralidad de la familia como «la escuela para aprender a vivir», subrayando que en su seno se forjan los valores de la comunión, el servicio, la defensa de la dignidad humana y la conciencia de ser hijos y hermanos. «La familia nos enseña a valorar lo que realmente merece la pena», afirmó.
"En el seno de la familia se forjan los valores de la comunión, el servicio, la defensa de la dignidad humana y la conciencia de ser hijos y hermano"
En medio de una encrucijada social, el prelado señaló las nuevas formas de entender a las personas que desafían los valores transmitidos por generaciones pasadas. Advirtió sobre antropologías que buscan deconstruir la visión tradicional del ser humano, basada en la idea de que somos creados por un Dios que es comunidad y que quiso tener familia. A pesar de ello, el cardenal resaltó el consenso sobre la importancia insustituible de la institución familiar en la sociedad actual.
Refiriéndose al Evangelio del día, Cobo Cano recordó la peregrinación de la Sagrada Familia hacia el templo, destacando que la fe hace que las familias caminen juntas y formen parte de una comunidad más amplia. Haciendo hincapié en la figura de Simeón, el arzobispo subrayó la necesidad de tener «los ojos de Simeón en medio de nuestro mundo para descubrir a Cristo en medio de las familias».
El cardenal instó a poner a Dios en el centro de la familia, proponiendo el amor del matrimonio como una luz y buena noticia concretas en la vida cotidiana. También llamó a abandonar las crispaciones y guerras ideológicas para enfocarse en proponer la belleza de la familia y la unidad entre ellas.
En sus últimas palabras, el arzobispo de Madrid enfatizó la importancia de construir una espiritualidad familiar, invitando a cada familia a cuidar los vínculos y afrontar los desafíos desde el amor y la comprensión. Finalmente, subrayó la misión de acompañar y cuidar unas familias de otras, fortaleciendo los lazos dentro de la Iglesia diocesana.