"Este es un modo de querer a Jesús, paseándolo por la calle" Los niños de Moratalaz han sido los primeros en procesionar en la Semana Santa madrileña

Juan Antonio Martínez, el párroco de Santa María del Buen Aire, en Moratalaz, sitúa a los niños en lo que van a hacer cuando porten 13 de los minipasos de Semana Santa que la parroquia expone estos días y los saquen por su barrio
De entre los chavales que han acudido a la llamada están tres de los cinco hermanos de una familia, de 6, 8 y 10 años
El lector es Álvaro, de 12 años, que asegura que "los pasos son preciosos" y que esta le parece "una gran iniciativa para dar testimonio más a los niños"
"Es una buena forma de unirnos en el barrio, porque aquí ya no es como antes, no se suele juntar mucho la gente", dice una vecina
El lector es Álvaro, de 12 años, que asegura que "los pasos son preciosos" y que esta le parece "una gran iniciativa para dar testimonio más a los niños"
"Es una buena forma de unirnos en el barrio, porque aquí ya no es como antes, no se suele juntar mucho la gente", dice una vecina
(Archimadrid).- «Las procesiones salen a la calle para que la gente aprecie lo que hizo Jesús por nosotros, que fue dar su vida para salvarnos, para darnos el cielo». Juan Antonio Martínez, el párroco de Santa María del Buen Aire, en Moratalaz, sitúa a los niños en lo que van a hacer cuando, en unos momentos, porten 13 de los minipasos de Semana Santa que la parroquia expone estos días y los saquen por su barrio. Lo hace después de una igualá rápida para que, por alturas, los pequeños se vayan emparejando.
Se trata de la primera procesión de la Semana Santa madrileña, les recuerda, celebrada el miércoles, 9 de abril, cuando todavía no se ha producido la dispersión por las vacaciones escolares. En los días previos se había hecho un llamamiento a parroquias y colegios de la zona para que los niños de catequesis acudieran como pequeños costaleros. Para ellos había preparadas 75 túnicas de diferentes colores que mujeres de la parroquia han estado cosiendo en los últimos meses.

Había expectación entre los vecinos, un barrio fundamentalmente de gente mayor aunque en la procesión nos encontramos con tres excepciones: María, Lucía e Isabel, apenas llegan a los 20 años. La de en medio es la más parlanchina. Vive justo enfrente de la parroquia y, aunque reconoce que no va, esto de la procesión sí le gusta. El año pasado, cuando se hizo por primera vez, la vio desde la ventana. Este, ha bajado a la calle. «Es una buena forma de unirnos en el barrio —dice—, porque aquí ya no es como antes, no se suele juntar mucho la gente».
Sentimiento cofrade en familia
De entre los chavales que han acudido a la llamada están tres de los cinco hermanos de una familia, de 6, 8 y 10 años. A Santiago le ha tocado túnica blanca y será el que porte el paso del Resucitado. «Tengo muchas ganas», reconoce, antes de salir. Para él, «la Semana Santa es un momento súper triste porque Jesús muere, pero con la Resurrección ya estoy más contento». «Hasta con euforia», remata.
En casa los han preparado para este día, que esperan «les ayude a rezar un poco y a que se lo pasen bien», cuenta su madre, Esther. «Les he explicado que este es un modo de querer a Jesús, paseándolo por la calle». Además, «para nosotros como padres es un orgullo que se inicien en la vida de costalero».

La procesión sale con un poco de retraso y la expectación generada va en aumento. Los acompaña un dueto de dulzaina y tambor, así como el vicario parroquial Carlos Pérez, el vicario de la Vicaría III, Ángel López, y el concejal de distrito, Ignacio Pezuela. Y la Policía Municipal de Madrid está ya dispuesta a ir cortando calles porque la comitiva dará una vuelta completa a la manzana, incluyendo el parque que hay tras el templo.
Durante la estación de penitencia se van haciendo paradas para meditar un viacrucis adaptado a los pequeños. El lector es Álvaro, de 12 años, que asegura que «los pasos son preciosos» y que esta le parece «una gran iniciativa para dar testimonio más a los niños». Como Betty, que acude con su hija y sus nietos pequeños: «Que los chicos vean, que se vayan involucrando en las prácticas y creencias religiosas; esta es la generación del relevo».
Una pasión de hace años
En la procesión no falta Enrique Delgado, vecino del barrio, feligrés de la parroquia y autor de los pasos de la exposición. Para hacerlos, todo le vale. Un cajón que servirá para hacer la estructura del paso, tiradores que hacen murallas, barrotes de sillas que son los varales, regalos de bodas que se convierten en jarras, molduras de muebles para adornar… Y con eso, Enrique hace arte: «Me van saliendo las cosas rodás».

También lo que encuentra en El Rastro, que lo restaura y rehace a su gusto. «La escayola me gusta porque hago con ella lo que quiero». Como alargar la columna de la flagelación, añadir la saya a un san Pancracio para que pase a ser un san Juan —incorporación nueva de este año—, o eliminar a una pastora el pollo que llevaba entre sus manos para convertirla en la mujer de Poncio Pilato con la palangana o en una Verónica con el lienzo. Lienzo en el que, por cierto, Enrique ha puesto la imagen del Cristo de su pueblo, Saelices (Cuenca). «Mi Virgen de los Remedios y mi Cristo del Amparo son lo más».
Las telas ya son cosa de su esposa, Fina, que es la que ha cosido todos los mantos de las Vírgenes y los pasos de palio, incluidos los techos. Tal es el nivel de detalle. A Enrique, a pesar de ser castellano, le gusta «lo barroco, lo recargado». Él cuando se pone delante de una Virgen no repara, «te voy a poner bien guapa», le dice. Pan de oro, plata… «Mis Vírgenes no son pobres».
Hace al menos diez años que Enrique comenzó a preparar los mini pasos. Los hacía sin andas, al estilo andaluz, a costal, pero su nieto le dijo que él los quería con banzos para sacarlos en procesión. Y así lo hicieron entonces, en el patio de la casa del pueblo. Cuando el año pasado propuso en la parroquia hacer la exposición, el párroco lo vio más que oportuno.
El artista «disfruta porque la gente disfruta». Se muestra «satisfecho y emocionado, no tanto por mí, sino porque es de alguna forma prestar un servicio a la comunidad». Y ver sus pasos en la calle «es catequizar, sembrar». Concluye con un deseo: que al igual que le pasó a él, que «cacé la idea» de un amigo suyo cordobés, «la gente se anime».
