Ante la llegada a Mora de Rubielos de un grupo de malienses, la Diócesis de Teruel y Albarracín, Cáritas Diocesana y la Parroquia de Mora de Rubielos invitan a los católicos y a todas las personas de buena voluntad a “acoger, proteger, promover e integrar a los emigrantes y refugiados”, cada cual en la medida de sus posibilidades.
La acogida nos lleva a mirarlos no como un problema, sino como mujeres y hombres que han sufrido mucho en la búsqueda de un futuro mejor para ellos mismos y sus familias. En este sentido, San Juan Pablo II ya nos invitaba a no permanecer indiferentes: «Nadie debe quedar insensible ante las condiciones en que se encuentran multitud de emigrantes. Se trata de personas que están a merced de los acontecimientos y que a menudo han vivido situaciones dramáticas» (Mensaje para la Jornada mundial del emigrante y el refugiado, 2004). De hecho, muchos malienses huyen de una guerra que cada vez se expande más, y que se agrava con las hambrunas. Sólo en Mauritania, país de unos 5 millones de habitantes, hay ya 200.000 malienses desplazados. Es decir, la gran mayoría de los refugiados de este país se quedan en la región.
Entendemos que algunas personas se sientan preocupadas ante la llegada de inmigrantes y refugiados, con una cultura tan distinta a la nuestra; pero no son de recibo las actitudes de «quienes trabajan sistemáticamente por todos los medios para repeler a los migrantes. Y esto, cuando se hace con conciencia y con responsabilidad, es un pecado grave. No olvidemos lo que dice la Biblia: “No maltratarás ni oprimirás al emigrante” (Ex 22,20). El huérfano, la viuda y el forastero son los pobres por excelencia a los que Dios siempre defiende y pide defender». Con esta contundencia lo manifestó el pasado miércoles 28 de agosto el Papa Francisco, quien no hace otra cosa que continuar la enseñanza social de sus antecesores.
Como Iglesia, no pretendemos entrar en el debate partidista ni señalar cómo los gobiernos deben regular los flujos migratorios, pero sí abogamos por un modelo de acogida integral, que respete la inalienable dignidad de las personas inmigrantes y refugiadas; un modelo centrado en las múltiples dimensiones de la persona y sus relaciones, priorizando el acompañamiento personal y la capacitación para la autonomía y la integración en la sociedad.
Teruel ha sido tierra de emigrantes. Muchos nos fuimos para mejorar nuestra vida. Y sin los inmigrantes, hoy Teruel no tendría escuelas abiertas ni se cubrirían muchos trabajos. Por eso es miserable el comportamiento de @_a_nolasco y @vox_es en Mora https://t.co/DfG3fpOLcN
— Ignacio Urquizu (@iurquizu) September 3, 2024
Este objetivo requiere que quienes tienen la primera responsabilidad en la acogida de migrantes y refugiados faciliten la implicación del tejido comunitario en cada territorio y la sinergia entre administraciones públicas bien coordinadas entre sí. También es necesario sensibilizar contra los discursos racistas y la manipulación de las informaciones, haciendo pedagogía de los principios éticos y morales que fomentan la cultura de la vida y del encuentro.
Es momento de rezar y trabajar juntos, despolitizando y desideologizando este drama humanitario, fomentando el encuentro y el diálogo de quienes vienen de lejos con los ciudadanos y ciudadanas de esta tierra, promoviendo una acogida integral que favorezca el bien de las personas inmigrantes y de toda la sociedad que los recibe, valorando no sólo los problemas que pueden surgir, sino las oportunidades que se nos presentan, porque «si se valora la aportación de los inmigrantes y los refugiados, la humanidad puede transformarse cada vez más en familia de todos, y nuestra tierra verdaderamente en “casa común”» (Juan Pablo II, Mensaje para la Jornada mundial del emigrante y el refugiado, 2004.