No podemos gloriarnos de profesar esto ¿Ésta es nuestra fe? II
¿Hasta dónde van a llegar los de la pataleta cultural?
Díganme que no hay un apologeta en youtube que reaccionó al video en el que él mismo reaccionó al video en el que otro apologeta reaccionó a un video en el que el primer apologeta conversaba con el segundo. Sí, sé que no se entiende. Es que ese es el punto: No se entiende. Díganme que no es verdad que todos los santos días hay gente que transmite durante 2, 3, 4 horas (C U A T R O H O R A S) la repetición de la reiteración de la repetición de esa gran mentira que llaman 'lo que la iglesia ha enseñado siempre', cuando no hay un solo siglo en la historia de la iglesia en el que no se haya dicho algo completamente nuevo.
Díganme que no es cierto que haya músicos usando su talento para componerle a un perro imaginario poseído por algún demonio (otro ser imaginario) para interrumpir un retiro juvenil. Díganme que es una mala broma de mi mente haber imaginado que tal cosa existe. No solo el video, no solo la historia, no solo la gente que realmente piensa que sucedió la historia, sino la inverosímil teología que musicalizaron con tanta ligereza, o tanta otra música que no dice nada pudiendo decirlo todo.
Díganme que es un rumor insolente y sin fundamento que ahora le llaman evangelización a insultar gente en redes. Que los odios e insultos que se escuchan en predicaciones, tertulias y entrevistas hiper-retro-contra-alter-revolucionarias, en debates sobre los debates, en puntos de vista sin vista ni punto, en cada 'muchos hermanos me pidieron hacer este video' no son reales; que no están defendiendo la verdad denigrando adversarios ideológicos. Díganme que no tenemos una farándula llena de neurosis, de adrenalina, de amnesia de nuestra particular idea del amor indiscriminado.
Díganme que son figuras literarias o personajes distópicos estos influencers de la religión que llenan de dramatismo sus discursos, de luces su exposición, de maquillaje su catequesis, y de sofismas su lógica. Que no está sucediendo ahora mismo que la realidad cotidiana del catolicismo queda oculta a diario por todos los que dicen que lo único que existe es lo que está escrito. Díganme que la ortodoxia no se permeó de ese idealismo alemán que habría hecho a Tomás de Aquino golpearse contra las paredes.
Díganme que no nos llenamos de negacionistas, de recién llegados que popularizan la versión de que aquí no ha pasado nada, de defensores de la institución que olvidaron que 'no mentir' hace parte de nuestros principios de vida más contundentes. Que todos los discursos, artículos y campañas con las que jerarcas y cortesanos del episcopado quieren enmendar las páginas del horror de la cristiandad, desde ponerse al servicio de los imperios, hasta el encubrimiento sistemático de los abusos sexuales a menores, son un juego de rol, un guion del teatro del absurdo. Díganme que no estamos ante un intento totalitario de quienes necesitan patológicamente tomarse literal el catecismo.
Díganme que no somos esta vergüenza, esta embriaguez de protagonismo, esta incapacidad de escuchar el evangelio.
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