La (no) ofensa de llamarle a uno “maricón”
Tras las llamadas de Marx y del Papa Francisco a pedir perdón a los homosexuales
Para Napier las posibles excusas serían “corrección política”; para López Rodríguez, simplemente no merecerían la pena
La Iglesia debe pedir perdón a los homosexuales. El cardenal Reinhard Marx, arzobispo de Munich y Frisinga, lo dijo hace un par de semanas tras una conferencia en Dublín. El Papa Franciscolo dijo -lo repitió- de regreso a Roma tras su reciente visita a Armenia. Pero un par de acontecimientos más en las últimas dos semanas -comentarios en Twitter del cardenal Wilfrid Napier, arzobispo de Durban, en Sudáfrica, y el más que cómodo retiro del cardenal Nicolás de Jesús López Rodríguez, el hasta ahora arzobispo de Santo Domingo- vienen a demostrarnos, una vez más, que aún queda un trecho para que la vaticinada, o anhelada, disculpa de la Iglesia católica ante los homosexuales pase de las palabras a los hechos.
Primero los tuits del cardenal Napier. En comentarios al periódico The Irish Times, el cardenal Marx dijo que “hasta hace poco … la Iglesia ha sido muy negativa con las personas homosexuales”, lo cual ha sido “escandaloso y terrible” y algo por lo que la Iglesia debe pedir perdón. Napier le contestó en Twitter al efecto de:
Esto fue el día 25 de junio -el día después de los comentarios de Marx- pero esta misma semana Napier ha vuelto a la carga, de nuevo en Twitter, insistiendo que son las estadísticas del aborto en los Estados Unidos, y no el trato histórico a los homosexuales por la Iglesia y la sociedad, la verdadera tragedia ante la cual deberíamos pedir perdón. El hecho de que un 31% de los abortos llevados a cabo en los EEUU después de 1973 hayan sido de bebés negros -pese a que las mujeres negras solo constituyen un 13% de la población femenina del país- “empieza a parecer un genocidio”, afirmó el cardenal Napier en sus tuits.
Y es que la estrategia de la cortina de humo parece haber funcionado también en el caso del relevo del cardenal López Rodríguez, quien ha sido sustituido esta semana al frente de la archidiócesis de Santo Domingo -sin que nadie se haya inmutado- por Francisco Ozoria Acosta. Sin que nadie se haya alterado, el cardenal que llamó “maricón” y “mujer” al embajador homosexual de los EEUU, James W. Brewster, y le mandó a “ocuparse de su casa” como la “esposa” que es, “pasará a ser arzobispo emérito y conservará de por vida su dignidad eclesial de “cardenal””, según rezó la nota de prensa de la archidiócesis. Ni el Vaticano, ni la Iglesia dominicana, ni ningún hermano arzobispo o cardenal de López Rodríguez ha aprovechado la ocasión de su jubilación para condenar sus comentarios.
“Yo creo que la Iglesia no solo debe pedir perdón a esta persona que es gay, a la que ha ofendido, sino que debe pedir excusas a los pobres también, a las mujeres y a los niños explotados en el trabajo”, dijo Francisco en su vuelo de regreso a Roma desde Armenia. Pero ¿va a significar algo realmente, ese gesto -si es que llega al final- si aún los líderes eclesiásticos de más alto rango siguen haciendo la injusticia de confundir las luchas de cada uno, o de compararlas… relativizarlas, minusvalorarlas? ¿Triunfará la visión del cardenal Marx y el Papa Francisco, o la de Napier y López Rodríguez?
Para Napier las posibles excusas serían “corrección política”; para López Rodríguez, simplemente no merecerían la pena
La Iglesia debe pedir perdón a los homosexuales. El cardenal Reinhard Marx, arzobispo de Munich y Frisinga, lo dijo hace un par de semanas tras una conferencia en Dublín. El Papa Franciscolo dijo -lo repitió- de regreso a Roma tras su reciente visita a Armenia. Pero un par de acontecimientos más en las últimas dos semanas -comentarios en Twitter del cardenal Wilfrid Napier, arzobispo de Durban, en Sudáfrica, y el más que cómodo retiro del cardenal Nicolás de Jesús López Rodríguez, el hasta ahora arzobispo de Santo Domingo- vienen a demostrarnos, una vez más, que aún queda un trecho para que la vaticinada, o anhelada, disculpa de la Iglesia católica ante los homosexuales pase de las palabras a los hechos.
Primero los tuits del cardenal Napier. En comentarios al periódico The Irish Times, el cardenal Marx dijo que “hasta hace poco … la Iglesia ha sido muy negativa con las personas homosexuales”, lo cual ha sido “escandaloso y terrible” y algo por lo que la Iglesia debe pedir perdón. Napier le contestó en Twitter al efecto de:
¡Dios nos salve! ¡Ahora tendremos que disculparnos por enseñar que el adulterio es un pecado! La corrección política es la mayor herejía de hoy.
Esto fue el día 25 de junio -el día después de los comentarios de Marx- pero esta misma semana Napier ha vuelto a la carga, de nuevo en Twitter, insistiendo que son las estadísticas del aborto en los Estados Unidos, y no el trato histórico a los homosexuales por la Iglesia y la sociedad, la verdadera tragedia ante la cual deberíamos pedir perdón. El hecho de que un 31% de los abortos llevados a cabo en los EEUU después de 1973 hayan sido de bebés negros -pese a que las mujeres negras solo constituyen un 13% de la población femenina del país- “empieza a parecer un genocidio”, afirmó el cardenal Napier en sus tuits.
Y es que la estrategia de la cortina de humo parece haber funcionado también en el caso del relevo del cardenal López Rodríguez, quien ha sido sustituido esta semana al frente de la archidiócesis de Santo Domingo -sin que nadie se haya inmutado- por Francisco Ozoria Acosta. Sin que nadie se haya alterado, el cardenal que llamó “maricón” y “mujer” al embajador homosexual de los EEUU, James W. Brewster, y le mandó a “ocuparse de su casa” como la “esposa” que es, “pasará a ser arzobispo emérito y conservará de por vida su dignidad eclesial de “cardenal””, según rezó la nota de prensa de la archidiócesis. Ni el Vaticano, ni la Iglesia dominicana, ni ningún hermano arzobispo o cardenal de López Rodríguez ha aprovechado la ocasión de su jubilación para condenar sus comentarios.
“Yo creo que la Iglesia no solo debe pedir perdón a esta persona que es gay, a la que ha ofendido, sino que debe pedir excusas a los pobres también, a las mujeres y a los niños explotados en el trabajo”, dijo Francisco en su vuelo de regreso a Roma desde Armenia. Pero ¿va a significar algo realmente, ese gesto -si es que llega al final- si aún los líderes eclesiásticos de más alto rango siguen haciendo la injusticia de confundir las luchas de cada uno, o de compararlas… relativizarlas, minusvalorarlas? ¿Triunfará la visión del cardenal Marx y el Papa Francisco, o la de Napier y López Rodríguez?