Los chicos de Iceta

Ningún tiempo pasado fue mejor. Está convencido. Se lo cree. «No vale ser derrotista. Vivimos un tiempo apasionante. ¡Debemos ser testigos del Evangelio con humildad y convicción!», exclama Mario Iceta, prelado auxiliar de la diócesis de Bilbao, y se le escapa una mirada fugaz al Cristo que preside la sala de reuniones de la catedral de Santiago. Se le nota cansado pero satisfecho por el deber cumplido; va cuajando la misión que le encargó su obispo, Ricardo Blázquez. Acaba de celebrar misa junto a cinco de los siete seminaristas de la diócesis. Nada que ver con los 537 que había en 1966, pero más que el año pasado. Son brotes verdes modestos, pero significativos. Marcan tendencia.

El pasado 21 de septiembre entraron cuatro de un tirón. Así se han puesto a la delantera en el País Vasco: en San Sebastián ha entrado uno, con lo que ya son cinco; en Vitoria tras el ingreso de otro, llegan a cuatro. «No es nada fácil seguir este camino en un ambiente tan secularizado. Por fuerza, estos chicos tienen una fe probada y madura», confirma orgulloso mientras se da un par de golpecitos a la altura del corazón. Los tiene muy presentes; ahora, sin ir más lejos, se va a cenar con ellos «para pasar un rato distendido». En la plaza le aguardan Luis Alberto Loyo, párroco de la catedral; Rafael Sáez, rector del seminario; Aitor Uribe, responsable de la Delegación Pastoral de vocaciones; y, cómo no, los aspirantes a cura.

Entre ellos, se hacen notar los jóvenes vizcaínos José Eizagirre, Jaime Balaguer y Jesús Llarena. Entraron en el seminario el 21 de septiembre y todavía se les ve un poco torpes al ponerse el alba en la sacristía. «Es la segunda vez que llevo esto», confesaba José antes de portar la cruz y desfilar por el pasillo principal de la iglesia, con una naturalidad que apunta maneras. Tiene 26 años y es licenciado en Publicidad y Relaciones Públicas en la UPV. «Después de la carrera, trabajé temporalmente en una pequeña empresa que se dedica a programar, gestionar y organizar rodajes para películas, anuncios de televisión y algún que otro evento». Es un cinéfilo empedernido.

«Me gusta mucho 'Master and Commander'. Me veo reflejado en el personaje del doctor, el amigo del capitán. ¡Me encantan sus conversaciones! Son íntimos pero, al mismo tiempo, hay una relación de autoridad. Se esfuerzan por hacer lo correcto pero, a veces, las circunstancias les desbordan...». Él también nada contra corriente; y le asaltan las dudas de vez en cuando. «Sólo quiero ir a donde me lleve la fe. Veo en Jesucristo una gran verdad y belleza. Estudié en un colegio religioso de Getxo, mi familia siempre ha sido muy creyente pero, al entrar en la universidad, me olvidé de todo aquello. ¡Ahora quiero recuperar ese espíritu!».

-¿Y si no le sale bien?
-José: Si cualquiera de nosotros no sigue adelante, no pasará nada. Vamos, que nadie irá al infierno. Eso lo tenemos claro.
-¿Cree en el infierno?
-José: Vaya pregunta (sonrisa).
-Me la ha puesto en bandeja.
-José: Sí, sí... A ver... Yo, sinceramente, creo que Dios no nos va a hacer daño. Por mi propia experiencia de vida, pienso, creo, que siempre está detrás buscándonos.
-Entonces...
-Si te está buscando toda la vida, hagas lo que hagas, ¿cómo es posible que se desentienda de ti cuando te mueres?

Las campanas de la catedral repican con fuerza. Sus compañeros acaban de escuchar la respuesta y guardan silencio. Les ha gustado. Los tres son muy distintos entre sí pero piensan en la misma longitud de onda. Sintonizan a la perfección. Jaime Balaguer acaba de cumplir 26 años, es diplomado en Empresariales y, hasta hace muy poquito, trabajaba en la Cámara de Comercio en las agrupaciones de exportadores. Su especialidad era la Maquinaria Agrícola. Por razones de trabajo le ha tocado viajar por Serbia, Ucrania, Rumanía, Sudáfrica, Kenia, Ghana, Senegal... Allí se le despertó la pasión por la lectura. «Pero no de libros, no. ¡Yo devoro periódicos! Necesito saber lo que ocurre a nivel de economía y política, y claro, por deformación profesional, también me gusta estar al corriente de la actualidad internacional».

A Jaime le brillan los ojos cuando habla; se le escapa el alma del cuerpo y toma aliento antes de seguir hablando. «Con la crisis, se sufre muchísima exclusión social. No hace falta irse muy lejos para comprobarlo y yo quiero ayudar. ¡Hacer algo!». Toda su labor eclesial se ha centrado en la parroquia bilbaína de San Vicente. Y no ha parado un segundo: es responsable de Juventud, ha arrimado el hombro para impulsar la cofradía y forma parte de un grupo de apoyo al Tercer Mundo.

A casi nadie le ha sorprendido su decisión de ser cura. Eso sí, sus padres, «prudentes como todos», le dijeron que se lo pensara. No está el horno para bollos. ¿Ya tiene sentido abandonar un empleo, apostar por el celibato y la pobreza, ser una rareza y tener que justificarse cada dos por tres?

Pues sí. Rotundamente sí, a juicio de Jesús Llarena, el veterano de los tres con 34 años; se ríe al confesar que algunos le envidian «por tener la cosas tan claras». Siempre ha seguido el lema de su madre: «Señor, tengo fe pero dame más, que siempre es poca». Ni siquiera cuando cargaba y descargaba bultos en el aeropuerto perdía la esperanza. Estudió Magisterio pero nunca ha ejercido de maestro y tampoco le salió muy rentable la especialidad de Antropología; a lo más, trabajó «en un museo». Tras año y medio de reflexión, «para ver lo que me pedía Dios», se decidió por el seminario.

Lleva tiempo colaborando con Cáritas en la parroquia de La Milagrosa en el barrio bilbaíno de Zorroza y se siente a gusto con su nueva vida.
Se levanta a las siete de la mañana y entre oraciones, eucaristías, clases, horas de estudio y las vísperas que rezan antes de cenar, no dispone de tiempo ni para apuntarse al Facebook, «cosa que sí tienen Jaime y José». Son hombres de su tiempo. Dicen que si Dios quiere, dentro de unos siete años se ordenarán curas. Todos ellos se saben el móvil de Iceta. El día de mañana, pase lo que pase, tendrán razones para llamarle. «Don Mario nos apoya mucho. Es muy entusiasta».

Y salta a la vista. A la salida de la misa ­-cada domingo a las 19.00 horas en la catedral- se le veía la semana pasada estrechando la mano de los fieles, relajado y... afónico. «Es que hablo mucho, siempre de aquí para allá. Pero encantado, eh. Rezo todos los días para que Dios me dé fuerza. En Córdoba, mi anterior destino, se ordenaron 45 curas en cinco años. Ojalá el Señor me permita ver algo así en Bilbao. ¿Por qué no?».

Por Isabel Urrutia (El Correo)

baronrampante@hotmail.es
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