Baruj Spinoza: “Ética demostrada según el orden geométrico”
(08-10-2020.- 1142)
Hoy salgo de mi ámbito de cristianismo primitivo para comentar, más bien presentar brevemente, la versión bilingüe –latín-español– que ha hecho Pedro Lomba, ilustre colega, que enseña “Historia de la Filosofía” en la Universidad Complutense de Madrid de la Ética de Benito Espinosa (así ería el nombre en español) de un filósofo, cuyas ideas me parecen hoy básicas para entender nuestra concepción del universo.
Al final de esta postal copiaré los enlaces a algunas de las entrevistas por radio o Zoom que me han hecho últimamente.
Baruj Spinoza fue, sin duda, hijo de judíos portugueses/españoles, huidos de España, y luego de Portugal en dirección a la liberal y muy protestante Holanda. Nació en Ámsterdam en 1632 y murió en La Haya 1677. Nunca estuvo en España, pero como demuestra su biblioteca (159 volúmenes) su vida literaria, y en parte espiritual, se nutrió de libros españoles.
Comento este libro de la “Ética demostrada a la manera de los geómetras” porque desde hace muchos años Spinoza forma parte de mis “dioses” particulares en cuanto a la filosofía. Cuando me volví agnóstico en materia de religión (pero siempre he dicho que agnóstico respetuoso y no militante), tanto Epicuro –el auténtico, no ese degradado y superficial, puro hedonista, del que hizo propaganda, nefasta, Horacio, el poeta augústeo)– como Spinoza fueron mis filósofos preferidos. De Epicuro me guía su idea de no tener miedo a los dioses (que no se preocupan de los mortales, pues si lo hicieran se entristecerían y dejarían de ser dioses, a la muerte (mientras existo, la muerte no existe; y cuando ella exista en mí, yo ya no estoy y no la siento), ni a mí mismo. Y de Spinoza el lema –que comentaré a continuación– sobre el intento de comprender las acciones humanas, no de lamentarse por ellas.
Con el paso del tiempo me impresionaron mucho también la lectura del escéptico y brillantísimo Hume (ahora degradado en su propia patria por unos incomprensibles que juzgan el pasado con ojos de hoy), y luego la de Kant, en la “Crítica de la razón pura” especialmente. Apoyándose en Hume, Kant había puesto definitivamente las bases para demostrar que era imposible probar la existencia de Dios, y (en la “Crítica de la razón práctica” que había que sustituir, en la parte moral de nuestras vidas, la ética heterónoma (procedente de los mandatos de Otro) por una autónoma, basada en la naturaleza humana, y por tanto universal.
La moral universal propuesta por Kant pivota sobre el “imperativo categórico” (“«Obra sólo según aquella máxima por la cual puedas querer que al mismo tiempo se convierta en ley universal. Obra como si la máxima de tu acción pudiera convertirse por tu voluntad en una ley universal de la naturaleza»), tan mal entendido y denostado. Personalmente he aceptado como norma el imperativo categórico, aunque no lo cumpla siempre.
Y volviendo a Spinoza me he guiado por un famoso lema suyo que he repetido en múltiples ocasiones:
Sedulo curavi, humanas actiones non ridere, non lugere, neque detestari, sed intelligere: “Procuré a menudo no reírme de las acciones humanas, ni lamentarlas, ni detestarlas, sino entenderlas”,
que apareció en el Tratado político, publicado por primera vez en la Opera posthuma de 1677.
Este lema se repitió luego en la Ética (obra posterior que asume todo lo estudiado en el Tratado político) expresado del modo siguiente:
Nam ad illos revertere volo, aui hominum affectus et actiones detestari vel ridere malunt, quam intelligere: “Pues quiero volver sobre aquellos que a propósito de los afectos y las acciones humanas antes prefieren de detestarlos y ridiculizarlos que entenderlos”
(Parte 3; Prefacio; Pedro Lomba p. 182). Es interesante a este respecto el artículo de Raúl de Pablos Escalante, “Las pulsiones y la pregunta por el entender: Spinoza, Nietzsche y Kuno Fischer” en Logos. Anales del Seminario de Metafísica 50 (2017) 165-186 (Ediciones de la Univ. Complutense).
La “introducción” a la Ética de Spinoza de Pedro Lomba (pp. 11-37) me parece magnífica, esclarecedora. Me ha hecho reflexionar en primer lugar sobre el empeño continuo spinoziano de corregir la metafísica de Descartes en lo que a Dios se refiere, que no es otra cosa en el sistema cartesiano que una mejor construcción de la escolástica medieval. Y luego la profunda rectificación que hace el mismo Lomba de la opinión de Hegel, quien consideraba con razón que Descartes había supuesto una ruptura con la manera de filosofar de épocas anteriores (pero no con sus ideas sobre la sustancia primera, Dios), pero que el mismo Hegel se equivocaba al deducir que la filosofía de Spinoza no era otra cosa que “un mero desarrollo consecuente del cartesianismo”. No es así –argumenta Lomba– porque el carácter de la metafísica de Spinoza “rompe sin contemplaciones la metafísica (aún medieval) de Descartes.
Cito a Lomba mismo: “Spinoza construye la Ética desde la recusación lógica que organiza y determina la definición de los conceptos fundamentales de la metafísica cartesiana, desde la denuncia de muchas de sus categorías… (y de los problemas a los que pretende responder) como falsas, o peor aún como ficticias. Spinoza tras Descartes; sí; pero contra Descartes. Todas las partes de la Ética contienen una crítica más o menos explícita… de algunas de las tesis más emblemáticas del francés… De manera que puede afirmarse que el sistema de Spinoza no ha de ser tenido, como quiso Hegel y tras él una larga serie de infatigables comentaristas de la filosofía del judío de Ámsterdam, por una continuación, profundización o desarrollo de la metafísica cartesiana. Si debe establecerse un vínculo entre esta y la obra de Spinoza habrá de ser definido como un vínculo de antagonismo teórico total” (p. 19).
Totalmente de acuerdo. Y por último –en mi intento de animar nuestros lectores a tomar aire para leer la Ética de Spinoza por lenta que sea la lectura–, pienso que a Spinoza le debo la solución al problema de cómo concebir a Dios (o tener una idea de Dios; si es que esto es posible) una vez que ha cambiado nuestro paradigma de cómo es el universo en el que vivimos.
Me explico: como he indicado en mi trabajo sobre Pablo (“Guía para entenderá Pablo”, también de Trotta, 2ª edic. de 2019), si pensamos hoy (hay gente que defiende que la tierra es plana) que el universo es como lo concebían los acadios, o los babilonios (cuya herencia recoge Israel) casi 2.000 años antes que Jesús, tendremos una idea de Dios conforme a esa concepción, que será la misma sustancialmente que la de los judíos del siglo I, de Jesús y de Pablo consecuentemente. Entonces podremos pensar en un Dios más o menos cercano, “preocupado” por el fracaso de lo mejor de su creación, el ser humano, que personificado en Adán se ha vuelto contra su creador (el lapso original). Entonces Dios tiene que resolver ese problema y para ello envía al mundo lo que más quiere, su hijo, encarnado en Jesús, que sufre pasión, y muere a manos de los descendientes de Adán, instigados por el Maligno. Pero ese sacrificio aplaca a Dios mismo con la humanidad, borra el pecado y sirve como redención total, para quien acepte con buena voluntad que esto es así.
Pero en el siglo XXI, con un concepto del universo totalmente distinto, con miles de millones de galaxias, y cada una con miles de millones de estrellas, esa imagen de Dios no es ya posible. Aunque no queramos, la cambiamos por otra (y si no se cree esto, considérese que la inmensa mayoría de los jóvenes rechazan sin más cualquier formulación cristiana, dogmática, que tenga el menor “sabor” a mito). Pues bien, Spinoza ofrece como solución considerar que Dios es el universo entero, que es la única y verdadera Sustancia, y que es a la vez la Razón Universal que todo lo gobierna. Todo ello demostrado pacientemente en su Ética con toda suerte de razones. Ya sé que para la mayoría es muy duro sustituir un Dios personal por otro que es impersonal. Pero es una solución posible.
Y no me extiendo más, aunque puede suponerse fácilmente que esta propuesta da para mucho diálogo.
Felicito a Pedro Lomba y a la Editorial Trotta por haber puesto al día las versiones de la Ética spinoziana con una nueva edición bilingüe y un buena y cuidada traducción con Introducción y notas breves, que revisa otras versiones al español como la de Atilano Domínguez, Madrid, Trotta 2000 y otras más desde 1954 a 2007, como señala el traductor en su “Bibliografía”, p. 35.
Saludos cordiales de Antonio Piñero
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Aquí van los enlaces:
https://youtu.be/9LfhVV83hpI
https://youtu.be/7SYGuGYiYiw
https://www.ivoox.com/antonio-pinero-saenz-caminos-estelares-desde-radio-audios-mp3_rf_57643562_1.html