Juan Bautista y los esenios de Qumrán (79-08-C)

Hoy escribe Antonio Piñero

El tenor de las afirmaciones siguientes del libro de J. A. Pagola:

“Juan rompe con el Templo y con todo el sistema de ritos de purificación y perdón vinculados a él” y un poco más adelante “El mismo templo [Pagola quiere decir: “el templo mismo”] está corrompido; ya no es un lugar santo; no sirve para eliminar la maldad del pueblo; son inútiles los sacrificios de expiación que allí se celebran; se requiere un rito nuevo de purificación radical, no ligado al culto del Templo”… (p. 65)


no puede entenderse al pie de la letra. Comprenderlas así nos llevaría a situar a Juan Bautista en la órbita de la subsecta esenia tal como se muestra en los documentos de Qumrán (cosa que Pagola no hace expresamente, y con razón).

No estoy seguro de que debamos pensar a Juan Bautista como un miembro “numerario” de la comunidad esenia. Más bien se podría definir a Juan simplemente dentro del género amplio, pienso, del “profeta de la inminente venida del reino de Dios”, o quizá como un “profeta de la restauración de Israel” –al igual que Jesús-, sin que eso supusiera que ambos personajes llegaran a comulgar plenamente con las opiniones radicales esenias sobre el Templo.

Por otro lado, temo que las frases de Pagola pudieran ser interpretadas como si Juan Bautista, como se dice igualmente de Jesús, estuviera decidido a acabar radicalmente con el sistema “sacramental” del judaísmo instaurando uno nuevo, es decir, como si Juan Bautista hubiera roto de algún modo con el judaísmo.

Espero que la interpretación no sea así. Por el contexto de la vida judía de ambos personajes, profundamente religiosa en un marco esencialmente tradicional, parece imposible que pueda entenderse de este modo, como si se produjera una ruptura con el judaísmo del momento por parte de Juan.

Hay que comprender estas expresiones de Pagola en un sentido análogo a las críticas al Templo por parte de los esenios: una crítica radical al Santuario de la época que les había tocado vivir, pero al mismo tiempo una fe absoluta en la validez de la institución. Ésta debía ser reformada ciertamente -y en el caso de los esenios destruida en su estructura física y reconstruida por mano de Dios de un modo nuevo, como en el profeta Ezequiel-, pero afirmando a la vez que el Templo era el único cauce instituido por Dios con validez “sacramental”. No hay ruptura alguna con el judaísmo. Este punto de vista debe aplicarse al episodio de la "purificación" del Templo: Jesús no declara con ella superado el Templo. Esa es una interpretación cristiana posterior (por ejemplo del autor de la la Epístola a los hebreos).

A este propósito, y puesto que muchas veces me han planteado esta cuestión a lo largo de algunas charlas y conferencias, podemos abordar expresamente el tema de “Juan Bautista y los esenios de Qumrán”. ¿Es verosímil que Juan fuera un miembro de esa subsecta?

Para responder utilizo material de mi capítulo “Los manuscritos del mar Muerto y el Nuevo Testamento”, publicado en la obra colectiva Paganos, judíos y cristianos en los textos de Qumrán, publicada por Trotta [coordinador J. Trebolle], Madrid 1999, pp. 287-318.

Desde las primeras publicaciones de manuscritos qumranitas, los investigadores señalaron ciertas concomitancias entre la predicación del Bautista y el pensamiento teológico de los esenios de Qumrán: se vieron similitudes, o a veces igualdades, entre el bautismo de Juan, su predicación escatológica, su crianza en el desierto y su alimento singular con fenómenos análogos de los esenios.

¿Qué podemos opinar sobre tales concomitancias? ¿Podemos afirmar con certeza que Juan Bautista fue un miembro de la comunidad de Qumrán, o al menos un esenio? Sólo la comparación del mensaje e historia del Bautista con el ideario de los esenios puede ayudarnos a responder con más o menos certeza a estas cuestiones. No hay otro método científico que el comparativo.

Lo primero que debe decirse es que las concomitancias entre Juan Bautista y Qumrán son indudables y que han dado pie a una respuesta afirmativa a esta cuestión. Como hemos dicho, tales contactos se percibieron desde el principio de la investigación. Además, el contraste más detenido de la figura y mensaje del Bautista con los textos de Qumrán que están ya prácticamente todos publicados ha puesto de relieve ulteriores zonas de contactos.

Los más conspicuos son las siguientes:

a) Una parecida utilización de Isaías 40,3 (““Mira: envío mi mensajero delante de ti, el que ha de preparar tu camino. Voz que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor, rectificad sus sendas”: Mc 1,2-3”): para justificar la misión y predicación preparatoria a la venida inmediata del juicio divino;

b) La notable tensión escatológica, es decir la tensa espera de un fin inminente del mundo tal como era entonces y de la implantación de la soberanía divina en una tierra renovada;

c) La exigencia de la conversión sincera y la entrega escrupulosa al cumplimiento de la Ley como camino hacia esa soberanía divina;

d) Un cierto distanciamiento de la piedad en torno al templo de Jerusalén, al menos en la no mención especial de los sacrificios y la piedad cultual.

Este último rasgo destaca llamativamente porque Juan era sacerdote por nacimiento (si es que son dignas de crédito las noticias de Lc 1 sobre la familia sacerdotal de Juan Bautista, como dijimo en la postal anterior y respondimos que es probable que sí).

Ahora bien, frente a estas concomitancias, hay notables diferencias que consideraremos el próximo día y que me parecen determinantes para formarse una opinión.

Saludos cordiales de Antonio Piñero.

www.antoniopinero.com
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