Sostenimiento del clero y el culto en tiempos de pandemia Dumar Espinosa: "La renuncia a los aranceles impone la necesidad de acudir a otras fuentes de ingresos"

Fragilidad
Fragilidad

Hasta qué punto, las manifestaciones por el regreso inmediato aunque limitado a las celebraciones religiosas públicas, de parte de quienes prestan esos servicios, es sólo la expresión de una desfinanciación que necesita resolverse lo más pronto posible

El pacto de las Catacumbas suscrito el 16 de noviembre de 1965 en las catacumbas de santa Domitila por los obispos que buscaron el reconocimiento de la pobreza en el Concilio permanece como la piedra miliar sobre la cuestión

La pobreza en un documento magisterial de Francisco completaría su legado estableciendo normas concretas de su aplicación dentro de la Iglesia

La actual pandemia del Covid-19 y la consecuente cuarentena han desenmascarado la fragilidad del modelo económico imperante. Se asiste al espectáculo bochornoso de los planes inmediatos de salvamento de los bancos y grandes compañías mientras los pobres en todo el mundo, especialmente en los países del tercer mundo, reciben las migajas de ayudas estatales que buscan paliar la situación catastrófica para innumerables familias. Abrir la economía mundial antes que proporcionar ayudas consistentes a los pobres es el último capítulo de una película de terror que apenas comienza en los países “en vías de desarrollo”.

En el ámbito eclesial la pandemia también golpea la frágil organización económica dependiente del pago de los fieles por la celebración de los sacramentos en diversos países del mundo. El modelo de los estipendios para la celebración de sacramentos y sacramentales, como medio de sostenimiento del clero, se demuestra un modelo económico frágil e inadecuado. Hasta qué punto, las manifestaciones por el regreso inmediato aunque limitado a las celebraciones religiosas públicas, de parte de quienes prestan esos servicios, es sólo la expresión de una desfinanciación que necesita resolverse lo más pronto posible.

La cuestión del sostenimiento del clero no es nueva en la historia de la Iglesia. El mismo san Pablo da testimonio de trabajar con sus propias manos para ganarse el pan, distinguiendo ese trabajo del trabajo de la evangelización (2 Tes 3, 6-15). Pagar por los sacramentos y sacramentales trae una serie de equívocos como el considerar que la gracia es algo que se compra. Esa fue la crítica principal que dividió a la Iglesia en 1517 con las 95 tesis de Lutero publicadas en la puerta de la Iglesia del castillo de Wittenberg.

lutero pega las 95 tesis película

Pagar por los sacramentos se presta a la acepción de personas que pueden o no pueden pagar por una celebración, o por determinadas arandelas como el coro, el tapete o la escogencia de una capilla mejor. Asimismo, la diferenciación entre parroquias y lugares de apostolado con mayores comodidades y estabilidad económica de acuerdo a la zona y al estrato que atienden. Paradójicamente, son los pobres quienes sostienen de esa forma el culto porque son los que más acuden a los sacramentos. “Tratad por lo tanto bien a los pobres” exhortaba un padre conciliar colombiano.

Durante las sesiones del Vaticano II, el grupo liderado por el sacerdote francés Paul Gauthier, por obispos del tercer mundo como Hélder Câmara del Brasil y también por personajes como el cardenal Lercaro de Bolonia, deliberaron en reuniones alternas a las congregaciones generales sobre la pobreza en la Iglesia con el objetivo de llevar a los documentos finales el sueño de Juan XXIII de una “Iglesia pobre para los pobres” manifestado en el radiomensaje del 11 de septiembre de 1962 anterior a la apertura del Concilio. Finalmente, tal énfasis no constituyó un documento exclusivamente dedicado a la pobreza pero si derivó en citaciones dispersas en constituciones, declaraciones y decretos. Pablo VI afrontaría esta y otras cuestiones como el celibato sacerdotal y el uso de la píldora en documentos pontificios para los que reservó la decisión final.

"Paradójicamente, son los pobres quienes sostienen de esa forma el culto porque son los que más acuden a los sacramentos"

dom helder camara

El resultado, de la primera cuestión, fue la encíclica Populorum Progressio publicada el 26 de marzo de 1967 que resultó siendo un hito en la doctrina social de la Iglesia en favor de las naciones de la pobreza que reclaman a las naciones de la opulencia: “Los pueblos hambrientos interpelan hoy, con acento dramático, a los pueblos opulentos. La Iglesia sufre ante esta crisis de angustia, y llama a todos, para que respondan con amor al llamamiento de sus hermanos” (nro. 3). La voz de la Iglesia fuerte y firme en favor de los pobres del mundo que constituyen la mayoría absoluta de la población mundial encontró así respaldo en un documento pontificio. No obstante, el mensaje sería más de puertas hacia fuera de la Iglesia que una mirada hacia el interior. El movimiento del espíritu de pobreza en la Iglesia quedó nuevamente insatisfecho a nivel de los documentos magisteriales. De esta forma, el pacto de las Catacumbas suscrito el 16 de noviembre de 1965 en las catacumbas de santa Domitila por esos obispos que buscaron el reconocimiento de la pobreza en el Concilio permanece como la piedra miliar sobre la cuestión.

“Todo obrero necesita de su salario” (1 Tim 5, 18), y los sacerdotes no son la excepción. Pero habrá que buscar nuevas formas de sostenimiento para que no se confunda la obra evangelizadora y de la gracia con la operatividad por necesidad de supervivencia. Organización que da la apariencia de enriquecimiento cuando en realidad muchas parroquias e institutos pasan por situaciones desesperadas de pobreza.

catacumbas de santa Domitila

Una solución plausible no se ha definido. El ejemplo de comunidades y países en los que los sacerdotes reciben un sueldo de parte del Estado que reconoce el servicio de primera necesidad de los actos de culto o el resarcimiento por los bienes confiscados a la Iglesia en el pasado podría adaptarse a los países del tercer mundo. En todo caso la discusión continúa desde hace tiempo. Monseñor Raúl Zambrano Camader (1921-1972), obispo colombiano, padre Conciliar y firmante del pacto de las catacumbas, que escribió al respecto a su presbiterio:

“Indudablemente que la renuncia a los aranceles impone la necesidad de acudir a otras fuentes de ingresos tanto para los gastos de culto y las obras pastorales como para el sostenimiento del clero. Una forma podría ser la Curia Diocesana; pero ésta no tiene otras rentas que las provenientes de las participantes en ese mismo arancel. Otra solución sería el sueldo del Estado, pero esto compromete al clero en la política con desagradables y perniciosos resultados. El impuesto de culto, como se estila en Suiza y Alemania, sería el medio más eficaz. Otros apelan al ejemplo del Apóstol San Pablo, que para no ser oneroso a los fieles, laboró con sus propias manos. Esto elevaría al máximo el problema de la escasez de sacerdotes al ocuparles en otros menesteres las horas preciosas de su ministerio. Por otra parte si los diezmos se cargaron únicamente a una clase, la agrícola, la que denominamos “oblación” no ha alcanzado a tener acogida general”.

Raúl Zambrano Camader 2

El pago por los sacramentos es una cuestión abordada también por el papa Francisco en varias ocasiones. En una audiencia el 7 de marzo de 2018 expresó: “¡Las misas no se pagan! ¿Entendido? Otra cosa es si se quiere hacer un donativo, pero la misa no se paga. La misa es el sacrificio de Cristo, que es gratuito”. Aunque su enseñanza es clara, la conciencia comunitaria debe todavía madurar en todas las Iglesias para que el sostenimiento de los sacerdotes no dependa de los actos de culto que efectivamente presidan.

Tal vez Francisco nos regale una encíclica dedicada exclusivamente a la pobreza “ad intra” y no solo “ad extra” de la Iglesia, coherente con el énfasis de su magisterio petrino. Documento que retome la tradición bíblica de los anawin Yaveh, la pobreza del Salvador que “no tenía donde reposar su cabeza” (Mt 8, 20), los pobres como la principal riqueza de la Iglesia (san Lorenzo), el valor inconmensurable de los sacramentos que no son cosas que se puedan pagar, el reconocimiento del servicio de primera necesidad espiritual que prestan sacerdotes y religiosos que debe ser correspondido con nuevas formas de sustento más consistentes que el estipendio por los actos de culto. Elementos todos ya tratados en diversos escritos, discursos y homilías de Francisco pero que merecen tener sede en un solo documento que los aglutine.

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En coherencia con el nombre elegido por Francisco, sus encíclicas sobre el cuidado de la casa común, la pobreza en un documento magisterial completaría su legado estableciendo normas concretas de su aplicación dentro de la Iglesia, la curia romana, comunidades religiosas, arquidiócesis, diócesis, parroquias, capellanías, rectoría de santuarios, colegios y universidades, etc.

Se trataría de condensar todo el magisterio de Francisco que de palabra y obra es incansable en la práctica de la caridad con los más necesitados. Las voces del pacto de las Catacumbas de un grupo reducido de obispos del tercer mundo tendrían finalmente el eco magisterial y práctico que esperaban en la voz de un obispo de Roma venido de ese tercer mundo. “La Iglesia pobre para los pobres” de su primera misa como pontífice en la Capilla Sixtina, que recordó sin mencionarlo el sueño de Juan XXIII, pondría así un sello definitivo y concreto a la cuestión.

Las iglesias reabren
Las iglesias reabren EFE/EPA/ANTONIO BAT

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