Cristianismo y Secularidad

Capítulo Séptimo



Influencia de los acontecimientos socioculturales e históricos en la teología

En este capítulo seguimos presentando la nueva teología política secularizada como la teología que mejor conecta con el hombre próximo al ateísmo práctico del primer mundo, a la vez que seguimos analizando su elaboración y evolución. La cuestión planteada en su día por Bonhoeffer de cómo anunciar el evangelio al hombre arreligioso de este momento, es una cuestión candente.En la búsqueda de una respuesta válida, volvemos a topar con él en una cita que he sacado ya a colación: la teología no puede seguir siendo un lujo especulativo, sino que ha de hablar de Dios en relación con la praxis histórica de los hombres de hoy masivamente ajenos a la religión .

Las diversas teologías así como los movimientos de renovación cristiana que surgen en el transcurso del tiempo, no obedecen exclusivamente a un retorno a las fuentes o a una mayor comprensión de la fe. Influyen también otros factores externos a la dinámica del cristianismo en sí, uno de los cuales muy significativo es el de la historia y la sociedad. Así ocurre en la nueva teología política que, como hemos dicho, depende fundamentalmente de los condicionamientos históricos y culturales del mundo moderno.

Ciertamente, como toda teología, tiene una base bíblica y cristiana, pero quien la ha propiciado ha sido la situación cultural de hoy, en concreto la incorporación de la racionalidad dialéctica al pensamiento occidental. Y la incidencia de esta racionalidad en las ciencias humanas es la que ha favorecido la mediación política de la nueva teología .

I. Importancia cultural del marxismo y curso de la historia

El paso de la sensibilidad humanista hacia una conciencia política es manifiesta hoy. El caso de Sartre es muy representativo. Dice así el filósofo existencialista en un tono muy semejante al de una profesión de fe "Considero el marxismo como la insuperable filosofía de nuestro tiempo y tengo a la filosofía de la existencia como enclave dentro del propio marxismo". Sartre cree que el marxismo es la única antropología posible hoy, porque es la que toma al hombre en su integridad a partir de la materialidad de su condición.

Además, considera el marxismo irrebasable, porque las circunstancias que lo engendraron no han sido rebasadas: "Nuestros pensamientos, cualesquiera que sean, no pueden formarse sino sobre ese humus, deben contenerse en el cuadro que él les proporciona o perderse en el vacío o degradarse" .

Sin embargo, para Heleno Saña, la actualidad que Sartre concede al marxismo se basa en la herencia humanista que encierra y cree que el marxismo no hubiera sido posible sin la aportación teórica y ética del humanismo, cosa que Marx
nunca negó.

Sí combatió sus planteamientos idealistas, dándoles una base materialista, de ahí su definición del comunismo como "el devenir del humanismo práctico".

El teólogo Alfredo Fierro cree a su vez que estas apreciaciones convienen a la nueva teología política, porque ésta no es más que "los pensamientos que forma la fe sobre el mantillo del marxismo". Y no tiene dudas al decir quque la teología política actual está bajo la sombra de Marx, lo mismo que la escolástica estuvo bajo el signo de Aristóteles y la liberal protestante de Kant.

Por eso en la Introducción crítica a las teologías políticas que Fierro hace en El evangelio beligerante, no ve motivo para rasgarse las vestiduras por ello. Su argumentación es lógica: Si hasta aquí no ha escandalizado una teología dogmática construida con categorías y conceptos del pagano Aristóteles, tampoco tiene por qué escandalizar una teología nutrida por los análisis científicos de Marx .

Esta apreciación de Fierro la completa Fernando Urbina desde otra perspectiva: la fe cristiana, gracias a su enfrentamiento con el marxismo, se ha purificado de muchas de las formas de una espiritualidad alienante. El que fuera profesor de teología en la Universidad Pontificia de Comillas considera el diálogo cristiano-marxista muy positivo para mantener la atención vigilante ante formas especulativas hoy superadas, pero que pueden resurgir en cualquier momento .

No obstante, cristianismo y marxismo, aclara Roger Garaudy, no se pueden poner en el mismo plano, porque estaríamos poniendo en frente dos ideologías. Y la fe cristiana no es una ideología, sino un modo de comportarse en el mundo. Tampoco lo es el marxismo, que es un método para entender el mundo y transformarlo. Sin embargo, se complementan mutuamente, porque el marxismo ha aportado a la fe cristiana su dimensión histórica militante. Y el cristianismo vivido en el marxismo puede aportar a éste apertura y trascendencia.

A partir de 1965 la actitud apolítica y meramente humanista, que caracterizaba a la teología hasta esa fecha, cambia. Influye sin duda en este cambio el fracaso de las democracias liberales en lograr una mayor nivelación social. Es el tiempo en que los movimientos de liberación de minorías oprimidas en países desarrollados despiertan con pujanza: movimiento pro derechos civiles en USA, católicos de Irlanda del Norte, movimiento contestatario estudiantil, mayo del 68 en Francia.

Los mismos movimientos en países coloniales, Africa sobre todo, el imperialismo económico de América latina etc. Todo esto y el impacto de Gaudium et spes hace que los teólogos se alejen de sus disquisiciones metafísicas y se interesen por una reflexión teológico política en conexión con toda esta problemática. Con lo que se ve una vez más que el curso de la historia ha sido determinante en la aparición de la teología política .

1.1 Ciencias humanas

Otro factor influyente en la gestación de la nueva teología ha sido la consolidación de un nuevo concepto de ciencia dentro de las ciencias humanas, considerado ahora desde un punto de vista práctico, crítico, político y dialéctico. Este concepto de ciencia se considera el determinante próximo de la teología actual.

Concretamente, la nueva teología política y, sobre todo, la teología de la liberación, que se define como reflexión crítica a partir de la interioridad de la praxis liberadora, conceden mucha importancia a las ciencias humanas, siguiendo el método iniciado en Gaudium et spes. Según esta percepción, la reflexión teológica sólo es posible a partir de un análisis de la realidad .

Y no cabe duda que el saber del hombre sobre sí mismo tiene una influencia inmediata muy relevante en la teología. Un cardenal de la Edad Media, Nicolás de Cusa, llama al hombre que crea líbremente, al científico, "dios de ocasión". El científico, en efecto, es depositario en buena parte de los proyectos del Creador, por eso, la involución, el oponerse al progreso y a los hallazgos de la ciencia es un pecado contra el Creador

Paradójicamente, el nuevo concepto de ciencias humanas se opone al humanismo, porque éste, tal como se ha venido manifestando, es incapaz de poner en relación saber y obrar. Ahora bien, esta oposición a los humanismos por parte de las ciencias no significa despreocupación ni falta de aprecio al hombre que ellos fomentaron. No se niega al hombre que existe realmente, sino el concepto de humanidad abstracta y esencial o el sujeto humano trascendental propio de la filosofía idealista.

La ciencia actual se considera ciencia en la medida en que anula esta ideología humanista abstracta. Desaparece igualmente el existencialismo, al que se oponen marxistas como Lukas, Garaudy, Marcuse y Adorno. Es, pues, una época postexistencialista y posthumanista. Y esta nueva concepción de las ciencias humanas tiene una influencia decisiva en la teología política que tratamos, porque no puede existir una teología purista o encerrada en sí misma, ya que el hombre es un haz de interferencias. Como no puede existir una ciencia meramente observadora y apolítica sin influencia en la transformación de la sociedad .

A la vez que el humanismo y existencialismo se rechaza también el positivismo, como ideal analítico y positivista de ciencia, que va quedando reducido a las ciencias de la naturaleza en las que apenas ha incidido el pensamiento dialéctico. La introducción de la praxis en el proceso del conocimiento termina con el ideal positivista de ciencia pura, meramente observadora y apolítica que no cambia la situación real. Los universitarios de todo el mundo liquidaron en las décadas pasadas este tipo de ciencia espectadora y descomprometida, especulativa y apolítica .

La tesis 2ª de Marx sobre Feuerbach suele verse como el inicio de este replanteamiento entre teoría y praxis, que se ha desencadenado y que no parará ya. Dice así:"La cuestión de saber si el pensamiento humano puede llegar a una verdad objetiva no es una cuestión teórica, sino una cuestión práctica. Es en la práctica donde hace falta que el hombre pruebe la verdad, es decir, la realidad, el poderío, la terrenalidad de su pensamiento. La discusión sobre la realidad o irrealidad de un pensamiento aislado de la práctica es puramente escolástica".

Lo mismo viene a decir Mao Tsétung con otro lenguaje: ")De dónde provienen las ideas correctas del hombre? ¿Caen del cielo? No. ¿Son innatas en su cerebro? No, provienen únicamente de la práctica social y la experimentación científica". "Si quieres conocer, tienes que participar en la práctica, en la transformación de la realidad...Todo conocimiento directo nace de la experiencia directa" . No obstante, el origen práctico del conocimiento procede de la determinación racional de la Ilustración, no es marxista.

Por tanto, la verdad no se considera hoy como una representación mental de las esencias de las cosas exclusivamente, sino que tiene también incidencia en su realidad objetiva. De la misma manera la acción no es mera consecuencia del conocimiento. Así lo considera Horkheimer: La praxis no depende simplemente de la verdad, sino que ésta depende asimismo de la acción de los hombres.

Es propio, además, de la ciencia y del conocimiento diseñar alternativas al presente statu quo, de manera que a la aparente contradicción entre pensamiento y realidad Marcuse le da la siguiente explicación: El mundo de la experiencia inmediata, el mundo que vivimos, debe ser comprendido, transformado y subvertido a fin de que se convierta en lo que realmente es. En eso se basa la racionalidad dialéctica, el pensamiento bidimensional del filósofo de la escuela de Francfort: en la tensión entre lo que es y lo que debería ser .

He de precisar que, cuando Fierro hacía más arriba las apreciaciones sobre los humanismos, no había aparecido aún el libro de Adam Schaff Humanismo ecuménico, nada idealista ni abstracto, como buen marxista. En él desafía al sistema económico imperante y a las nuevas tecnologías, ofreciendo alternativas muy concretas al futuro del trabajo y a la masificación de la pobreza en los pueblos del Sur, que ha crecido en la tensión Norte-Sur, al desaparecer la tensión Este-Oeste.

Ofrece asimismo alternativas a la explosión demográfica, con el consiguiente peligro de agotamiento de la tierra que está al límite de su capacidad. Schaff considera el cristianismo portador de una carga humanista excepcional, lo que le lleva a reconocer el error de Marx al hablar de la religión como "opio del pueblo". Aquel fue, dice, un juicio estrecho dictado por la realidad histórica de una Iglesia reaccionaria.

Pero mirando al cristianismo primero y a otras realizaciones posteriores que Marx no pudo ver, acreditan suficientemente que la religiosidad cristiana es opuesta a las estructuras opresoras y tiene un hondo calado social y de justicia que pone al ser humano como valor supremo en la sociedad. Ve en el cristianismo una centralidad en el amor, que, aunque insinuada en muchas tradiciones religiosas.

Sólo en Jesús de Nazaret y Pablo de Tarso se hace centralidad, superando la ley y el culto. Ha captado asimismo que el mensaje de fraternidad del cristianismo conduce a integrar en él libertad e igualdad como la mejor expresión de la justicia. Desde su óptica marxista este ideal lo llama "socialismo" .

Despúes de este inciso sobre el humanismo cristiano y enlazando con lo anterior, concluyo este epígrafe diciendo que todos los teólogos que, en el transcurso de los últimos cuarenta años, se han ocupado de estos temas, han recibido y siguen recibiendo el calificativo de teólogos políticos. Realmente, el balance de su obra es muy positivo y no hay duda que su motivación ha sido y sigue siendo la fidelidad al ethos o espíritu cristiano, que se rebela contra una sociedad que privilegia a una minoría instalada y mantiene en el olvido a grandes masas humanas empobrecidas, a las que el cristianismo quiere sacar de la pobreza injusta que padecen.

Ver: Francisco Garcia-Margallo Bazago
Cristianismo y Secularidad
Manual de Nueva Teología Política Europea
(Es mi tesis doctoral)


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