Economía excluyente



Economía de la liberación


Todas las personas nos relacionamos con los demás de una u otra manera y no se puede pretender relacionarse de manera comunitaria, que para algunos sería el modelo ideal, como tampoco se puede pretender imponer las relaciones mercantiles como ideal de la estructura social, como algunas éticas -la protestante por ejemplo- parecen preferir. En cada momento, en cada situación, las relaciones sociales deben buscar su acomodo natural y tratar de buscar aquella categoría o modelo que menos dañe
a los demás y a uno mismo

Al igual que las relaciones de un ciudadano con el Estado (impartición de justicia, pago de impuestos, obtención de prestaciones)parece lógico que estén regidas por el modelo equitativo, y es fuente de corruptelas, protestas e indignación cuando estas relaciones pasan al "usted no sabe quién soy yo" del modelo jerárquico o al pago de prebendas, sobornos y dádivas por parte de quien más tiene para librarse de obligaciones ciudadanas correspondientes a todo el mundo. Con la misma lógica las relaciones familiares deben basarse en unas relaciones comunitarias: el bebé recién nacido necesita todo y aporta poco; la persona adulta aporta más que lo que recibe.

¿Y las relaciones económicas? ¿Deben seguir la lógica de mercado necesariamente? A pesar de que en un primer momento parecería que el mismo nombre dado por Fiske a la categoría induce a pensar eso, el planteamiento de este follete y de muchas de las iniciativas de economía alternativa que en él se presentan lo desmiente. Se puede hacer economía, otra economía, precisamente, porque se rompe el principio meritocrático de la lógica capitalista y se buscan, se experimentan las relaciones comunitarias en el ámbito de lo económico.

Frente al tanto tienes tanto puedes participar, una economía liberadora como la que aquí se propone pone a la persona y sus necesidades en el centro de las relaciones: repartir y compartir parece estar más de acuerdo con la lógica del Evangelio en la que tenían en común todas las cosas; y vendían sus propiedades y sus bienes, y lo repartían a todos según la necesidad de cada uno (Hechos 2, 42-47). Así, en una economía comunitaria todos contribuyen a producir los bienes y estos se reparten sin que se proceda a una valoración y comparación del valor de cada uno de ellos.

El reparto solo se produce cuando es necesario, las decisiones son colectivas y se adoptan por consenso. Y ninguno decía ser suyo propio nada de lo que poseía, sino que tenían todas las cosas en común...Así que no había entre ellos ningún necesitado; porque todos los que poseían heredades o casas, las vendían y traían el precio de lo vendido, y lo ponían a los pies de los apóstoles; y se repartía a cada uno según su necesidad. (Hechos 4, 32-37).

El X Congreso de Teología de la Asociación Juan XXIII ya planteó en 1990 la disyuntiva ¿Dios o el dinero? "El apego al dinero", decían "no solo hace que se nublen los horizontes de la persona sino que se ciegue hasta hacer imposible su acceso al Dios verdadero". 25 años después seguimos pensando en un uso cristiano y transformador del dinero, como medio y no como fin.

Así pues, los principios básicos que regirían la economía liberadora tal como se plantea en este cuaderno van a ser dos: la comunidad como espacio de actuación y la necesidad como criterio rector de las decisiones. La preocupación por encontrar respuestas satisfactorias a las necesidades de la humanidad ha sido asumida a lo largo de la historia por sectores conscientes de la población.

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folletos Alandar 48
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