Marx y la Biblia
El Dios de la Biblia.
El por qué del anticulto
Contra el anticulto de los profetas hay una objeción religiosa aparentemente obvia: si sólo podrá haber culto cuando haya justicia, nunca habrá culto, pues la justicia no se realizará nunca.
Y bien, una cosa necesita quedar en todo caso clara: los profetas están convencidos de que sí se realizará la justicia en la tierra (y condividen esa convicción Jesús, Pablo, Juan, los sinópticos, el yahvista, el deuteromista, el sacerdote, el salterio entero y el auttor de la carta a los hebreos). Por eso aceptan el culto para cuando se haya realizado la justicia: Is 2, 2-4, 4. 32. 9. 11. Miq 4, 1-8; Os 14, 2-3, 2, 21-25; Sof 3, 9-13.
Véase el gran mensaje de la última parte del libro de Ezequiel acerca del regreso de la gloria de Yahvé al templo; pero será cuando ya no haya corazones de piedra(Ez 31, 26); sólo entonces _dice Yahvé_ "yo seré Dios para vosotros". Véanse también las quemantes esperanzas de Zacarías en relación al templo, pero se realizarán cuando "la injusticia" haya sido arrancada de la tierra santa y trasladada a Sin'âr (Zac 5, 5-11).
No se trata de excluir el culto, sino de este mensaje claro: primero justicia y después culto. La objeción mencionada pone al descubierto una disyuntiva hermeneútica en el más fundamental de los sentidos, y aquí sí hay Marx de por medio: quien es capaz de resignarse a que la justicia no se realice nunca, es incapaz de tomar en serio a los profetas. Pues todo lo que ellos escribieron, hicieron y dijeron brota precisamente de que no se resignaron a la injusticia.
Uno puede, para quitarse problemas, calificar de utópica toda la esperanza veterotestamentaria y neotestamentaria y al Dios que con su misma esencia la originó, pero entonces tendrá que atenerse a un Cristo-de-la-fe-propia, pues el Jesús histórico, Pablo, Juan y los sinópticos estaban convencidos de que el reino de ese Dios tenía absolutamente que realizarse. Y en la tierra, por cierto.
Toquemos, por fin, la última objeción contra el anticulto de los profetas: si el pueblo se aleja del culto, menos esperanzas podemos aún abrigar de que aprenda justicia, pues sólo el contacto con Dios le enseñará justicia. Esta objeción, como es obvio después de lo que hemos visto, no ha entendido el porqué del anticulto.
Basándose en lo único que la Biblia tiene que revelarnos, la diferencia entre Yahvé y los otros dioses, los profetas niegan todo el presupuesto de tal objeción, a saber: que el culto y la oración pongan al pueblo en contacto con Yahvé mientras exista injusticia en la tierra.
Es que la intención formal y sincera de "dirigirnos" a Yahvé prescindiendo del clamor de los menesterosos, no hace que Yahvé acepte y estime "como si" se dirigiera a él lo que realmente no se dirige a él sino a un ídolo al que llamamos Yahvé. "Cuando tendéis las manos cierro los ojos, aunque multipliquéis las oraciones no os escucho...Buscad el derecho, defended al oprimido (o atajaz al opresor), hacedle justicia al huérfano, defended la causa de la viuda" (Is 1, 15. 17).
Precisamente esa ficción jurídica del "como si" es la que Jeremías combate contra los falsos profetas y sacerdotes de la reforma emprendida por el rey Josías. "Engaño" la llama Jeremías incansablemente: Jer 7, 4-8. 21-23; 8, 12; 14, 11-16;23, 25-29 etc. La reforma josiana era tambien intencionada como las que en nuestro tiempo emprende el cristianismo:
por una parte adoptaba la preocupación de los profetas del siglo VIII por el pobre, el huérfano y la viuda; mas por otra, acerca del culto no le parció prudente esperar hasta que la justicia se realizara; exactamente la mentalidad de la objeción de la que hablamos. Como ignora la diferencia entre Yahvé y los otros dioses, no se percata de que ese concordismo se mete en círculo vicioso haciendo creer que puede uno entrar en contacto con Yahvé fuera del clamor interpelante del pobre y del desvalido.(Cf Jeremia Tübingen 1968, 57).
Ver: José Porfirio Miranda, Marx y la Biblia. Crítica a la filosofía de la opresión Ediciones Sígueme 1975