Virtudes públicas en J. Ortega y Gasset



Virtudes públicas o laicas
en José Ortega y Gasset


Capítulo X

El socialismo


Con su vena crítico-profética de intelectual e invocando el entusiasmo de la espiritualidad franciscana, que ha descubierto en Antonio Fogazzaro, dice Ortega: "es menester volver a la vida evangélica...y ejercitar la otra virtud moderna, la virtud política, el socialismo". Parece como si en este momento tuviera en su mente la queja que el santo de Padua dirije al Papa: "Los labios de los ministros de Cristo son con demasiada frecuencia cómplices con la codicia de los avaros.

Con este franciscano, precursor de Leonardo Boff, simpatiza a través de El Santo, la obra simbólica del modernismo italiano de Antonio Fogazzaro. En efecto, en san Antonio de Padua parece encenderse la mecha de ciertos textos evangélicos, en los que se pone de manifiesto la ira de Cristo, cuando habla de la realización del Reino (Sobre El Santo I, 430ss). Como tales pueden considerarse los textos de Mt 10, 34 y Lc 12, 49.
Tal vez inspirado en estos mismos textos el poeta William Blake escribió refiriéndose a la revolución de 1789: "El espíritu de la rebelión dispara desde el Redentor y en el viñedo de Francia apareció la luz de su furor".

Ahora bien, tanto la espada como el fuego, que no sólo destruyen, sino que purifican, alcanzan en la predicación de Cristo, según Ernst Bloch, a algo más que a los simples palacios, conciernen al antiguo eón que debe desaparecer. Sin embargo, delante se hallan los enemigos de los afligidos y oprimidos, los ricos, que entrarán en el reino de los cielos tan difícilmente como el camello pasa a través de una aguja de coser (Mt 19, 23-24). Pero la Iglesia ha ensanchado tanto posteriormente el ojo de la aguja que ha sustraido a Jesús de la perspectiva de la rebelión. De esta manera triunfó la suavidad contra los autores de la injusticia y no la ira de Jesús .

A este respecto el teólogo González Faus requiere a la Iglesia a preguntarse si no ha sido más tajante el tono como excluía la lucha de los pobres de la tierra que el tono sólo exhortativo con que excluía la posición de los privilegiados de la tierra . En oposición a esta actitud eclesial Kautsky escribe en El origen del cristianismo: "El odio de clases del moderno proletariado apenas ha logrado formas tan fanáticas como el de los cristianos". Con tono más moderado, Chesterton en El hombre inmortal dice:

"Aquellos que culpaban a los cristianos de haber dejado a Roma en ruinas mediante un incendio, eran calumniadores, pero habían captado la naturaleza del cristianismo mucho más correctamente que los de nuestro tiempo cuando nos cuentan que los cristianos habían sido martirizados, porque predicaban el amor al prójimo o porque su mansedumbre les había hecho despreciables" .

Después de la larga reflexión que ha hecho sobre El Santo, el libro emblemático del modernismo italiano, con el que ha sentido la emoción del cristianismo tal como lo ha presentado Antonio Fogazzaro, Ortega se siente optimista. Le ha hecho ver la cultura como labor paulatina de la humanidad para acercarse más y más a la solución de los problemas del mundo, concluyendo que la cultura nace de la emoción religiosa. No obstante, lamenta que nuestra anémica conciencia nacional haya oscilado durante centurias entre la fe del carbonero y un escepticismo también del carbonero. La primera le mueve a compasión y el último a asco (Sobre El Santo I, 430-436 y 438).

Una sensación semejante a esta última parece reflejarse en el tema del anticlericalismo que tratamos a continuación.

Socialismo y anticlericalismo

El dos de diciembre de 1909 Ortega fue invitado a dar una conferencia anticlerical a jóvenes socialistas en la Casa del Partido Socialista madrileño, en la que dijo lo siguiente: "Vivimos una época negativa española. Todos somos anti-algo. Cada cual parece esforzarse en delinear su fisonomía intelectual, su postura política por medio de la negación del vecino: yo soy lo contrario de mi vecino...Esto es una pura negación y una pura negación no es nada...Siendo anti-algo no se llega nunca a ser algo...

El hecho de haber aceptado tomar parte en estas conferencias es la más plena aprobación que puedo dar de su sentido. Está bien que seamos anticlericales, pero os hago notar que a su vez los anticlericales carecen de contenido positivo: los clericales son los anti-masones, los anti-socialistas, los anti-científicos, los anti-morales, los anti-nosotros. El clericalismo, señalándonos dice: Voilá l'ennemi. Y nosotros, a nuestra vez: Le clericalisme, voilá l'ennemi. Con decir anti-clericales decimos, pues, solamente que somos enemigos de nuestros enemigos. Y esto es evidente para que con ello adelantemos mucho".

Aun aprobando el sentido de las conferencias, insiste en que de lo que menos deben preocuparse es de ser anti-clericales o antimonárquicos o antiburgueses: es preciso que antes trabajemos por hacernos nosotros, por enriquecer nuestro espíritu, por hacer poderosa y enérgica nuestra fisonomía. No somos sólo enemigos de nuestros enemigos: sería convertir el mundo en una negación. De esto es de lo que protesto.

"Socialismo, la palabra más grave y noble, la palabra divina del vocabulario moral moderno, no puede significar sólo una negación...El socialismo no es para mí un vocablo aprendido, como suelen serlo los términos científicos, no es algo externo a mí o que pueda yo poner o quitar de mi espíritu. Para mí, socialismo es la palabra nueva, la palabra de comunión y de comunidad, la palabra eucarística que simboliza todas las virtudes novísimas y fecundas...Para mí, socialismo y humanidad son dos voces sinónimas, son dos gritos varios para una misma y suprema idea, y cuando se pronuncian con vigor y convicción, el Dios se hace carne y habita entre nosotros".

Y continúa diciendo: "Para mí, socialismo es cultura. Y cultura es cultivo, construcción. Y cultivo, construcción son paz. El socialismo es el constructor de la gran paz sobre la tierra. El socialismo, antes que una necesidad económica, es un deber, una virtud, una moral, es la verdad científica, es la justicia. Y la justicia, ¿qué es sino la exactitud aplicada a lo caritativo, la matemática de la caridad, tercera de las virtudes teologales. ¿Cómo no he de trabajar para que el socialismo deje de significar principalmente enemistad, negación, lucha?

No, no; los socialistas no somos sólo enemigos de nuestros enemigos, no somos un principio de enemistad. Somos, antes que esto y más que esto, amigos de nuestros amigos; tenemos un ideal de ubres inagotables en torno al cual se agrupan, se aúnan, comulgan, comunican y se socializan los hombres; antes que nada y más que nada, somos un principio de amistad" (La ciencia y la religión como problemas políticos X, 119-126; Ib., Pablo Iglesias, 139-142).

Con tantos elogios al socialismo parecería que Ortega pertenece al partido socialista, pero ha dicho anteriormente que sólo era socialista de corazón, vivía el socialismo y lo difundió cuanto pudo, pero no estaba afiliado al partido socialista, al menos hasta este momento. Y da la razón de por qué no lo estaba de esta manera: "a vosotros se os ha ensañado que la fórmula central del socialismo es la lucha de clases. Por ello yo no estoy afiliado a vuestro partido, aun siendo mi corazón hermano del vuestro. Sólo un adjetivo nos separa: vosotros, sois socialistas marxistas; yo, no soy marxista" (Ib., 120ss).

Posiblemente Ortega pudo evlucionar después hacia 1913 y adscribirse al partido socialista, como sostiene José Luis Abellán. Hasta es posible que se hiciera marxista, si nos atenemos a lo que dice en su lucha furibunda contra el capitalismo (ver el epígrafe siguiente al final), como lo han hecho otros muchos filósofos, teólogos e intelectuales. Estos, convencidos de que el idealismo es inviable en una filosofía práctica, han dirigido su atención al marxismo, que ha hecho una gran aportación en este sentido.

A esta conclusión han llegado incluso filósofos y teólogos cristianos, que han visto en él un método para entender el mundo y transformarlo. Para ellos, cristianismo y marxismo se complementan, porque el marxismo ha aportado a la fe cristina su dimensión histórica militante, y el cristianismo vivido en el marxismo puede aportar a éste apertura y trascendencia .
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El hombre es constitutivamente social.
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