La cigüeña sobre el campanario
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La blanca cigüeña,
como un garabato,
tranquila y deforme, ¡tan disparatada!
sobre el campanario.
Antonio Machado
¡Yo creo en la esperanza...!
El credo que ha dado sentido a mi vida
6. Cristianismo de amor y de justicia
En unas lecciones que di en Barcelona los años 1970 y 1971, se me ocurrió exponer cómo veo yo el verdadero cristianismo bajo el símbolo de una topografía urbana. Una gran plaza central, de la que sale hacia arriba un gran paseo, hacia abajo unas ramblas y por la derecha una ronda.
La gran plaza central del cristianismo es el amor al prójimo.
El paseo que sube es la fe-amor-esperanza a Cristo y por Cristo y en Cristo a Dios.
Las ramblas que bajan representan el impulso real de la justicia, el compromiso por la justicia, contra la opresión, el trabajo por construir la liberación la liberación histórica del hombre-mujer.
La ronda es la vida cultural. Esta ronda la describía yo como una arteria de dirección única hacia la gran plaza. Porque en la concepción de un cristianismo genuino el culto es para el amor y la justicia, y no al contratio.
El culto o es expresión del amor y la justicia vividos(pues éstos son los que en la religión ético-profética tienen el puesto que tiene en la religión cultualista el culto "sacro"), o son plegaria a Dios en demanda de la "gracia" que convierta nuestro corazón al amor y a la justicia.
Alguien dirá que este plano de la "ciudad de Dios" no es exacto, porque el puesto central es la fe y el amor de Dios. Pero ésta es la concepción ontológico-cultualista. En la concepción ético-profética el amor al prójimo como sacramento del amor de Dios. Y esa vía cuasisacramental es insustituible. No se puede amar al Dios invisible, si no se ama al hombre visible, con las obras patentes del amor.
A Cristo se le encuentra en los oprimidos a quienes se trabaja por liberar, y no en otra parte. Este es el sentido profundo de la parábola del juicio final que nos narra el evangelio de San Mateo(25, 31-46).
Desde hace años, se ha visto en los versículos 14 y 15 del capítulo 4 de la Carta de San Pablo a los Efesios, una de las expresiones más certeras del carácter ético-profético del auténtico cristianismo. La "verdad" de nuestra fe se hace "real" en el genuino amor al prójimo, y éste se plantea inexorablemente el problema de la justicia y de la liberación.
Es aquí donde se "verifica" la verdad de la religión cristiana. Pero esta verificación, que por lo que se refiere a la religión de Jesús da un sentido positivo, por lo que se refiere a la religión de los cristianos da un resultado más negativo que positivo. Y ésta es la verdadera raíz de la crisis actual del cristianismo.
--Ver:José M. Díez-Alegría, ¡Yo Creo en la Esperanza!
Desclée de Brouwer 1972
La blanca cigüeña,
como un garabato,
tranquila y deforme, ¡tan disparatada!
sobre el campanario.
Antonio Machado
¡Yo creo en la esperanza...!
El credo que ha dado sentido a mi vida
6. Cristianismo de amor y de justicia
En unas lecciones que di en Barcelona los años 1970 y 1971, se me ocurrió exponer cómo veo yo el verdadero cristianismo bajo el símbolo de una topografía urbana. Una gran plaza central, de la que sale hacia arriba un gran paseo, hacia abajo unas ramblas y por la derecha una ronda.
La gran plaza central del cristianismo es el amor al prójimo.
El paseo que sube es la fe-amor-esperanza a Cristo y por Cristo y en Cristo a Dios.
Las ramblas que bajan representan el impulso real de la justicia, el compromiso por la justicia, contra la opresión, el trabajo por construir la liberación la liberación histórica del hombre-mujer.
La ronda es la vida cultural. Esta ronda la describía yo como una arteria de dirección única hacia la gran plaza. Porque en la concepción de un cristianismo genuino el culto es para el amor y la justicia, y no al contratio.
El culto o es expresión del amor y la justicia vividos(pues éstos son los que en la religión ético-profética tienen el puesto que tiene en la religión cultualista el culto "sacro"), o son plegaria a Dios en demanda de la "gracia" que convierta nuestro corazón al amor y a la justicia.
Alguien dirá que este plano de la "ciudad de Dios" no es exacto, porque el puesto central es la fe y el amor de Dios. Pero ésta es la concepción ontológico-cultualista. En la concepción ético-profética el amor al prójimo como sacramento del amor de Dios. Y esa vía cuasisacramental es insustituible. No se puede amar al Dios invisible, si no se ama al hombre visible, con las obras patentes del amor.
A Cristo se le encuentra en los oprimidos a quienes se trabaja por liberar, y no en otra parte. Este es el sentido profundo de la parábola del juicio final que nos narra el evangelio de San Mateo(25, 31-46).
Desde hace años, se ha visto en los versículos 14 y 15 del capítulo 4 de la Carta de San Pablo a los Efesios, una de las expresiones más certeras del carácter ético-profético del auténtico cristianismo. La "verdad" de nuestra fe se hace "real" en el genuino amor al prójimo, y éste se plantea inexorablemente el problema de la justicia y de la liberación.
Es aquí donde se "verifica" la verdad de la religión cristiana. Pero esta verificación, que por lo que se refiere a la religión de Jesús da un sentido positivo, por lo que se refiere a la religión de los cristianos da un resultado más negativo que positivo. Y ésta es la verdadera raíz de la crisis actual del cristianismo.
--Ver:José M. Díez-Alegría, ¡Yo Creo en la Esperanza!
Desclée de Brouwer 1972