Los santos que nunca serán canonizados



Benda: un agnóstico que pondera a un contemplativo

Hoy se trata de un judío incircunciso, pero impregnado de helenismo; agnóstico, pero lleno de pasiones que él mismo calificaba de religiosas; y, por lo último, manejando un lenguaje de Iglesia, de esta Iglesia que no cesaba de combatir en la medida en que ella traicionaba a ese Jesús al que se refería constantemente sin pudor, en aquel tiempo

Pues bien, hace medio siglo que el judío francés
Julien Benda escribió su libro escandalístico La
traición de los clérigos
: para Benda, escritores, sabios, filósofos, profesores son como clérigos que se entregan a la búsqueda de la verdad, a la predicación de la justicia, pero jamás se identifican con un partido ni se reducen a la acción política. Ni la patria, ni la clase, ni la raza son para el Benda de La traición de los clérigos valores que un "clérigo" pueda celebrar impunemente: si así hiciera se laicizaría, se militarizaría y dejaría de pensar.

Como es lógico, la voz paradójica de aquel extraño profeta fue ahogada por los reclamos "racionales" y mesurados de los intelectuales que a sí mismos se consideraban comprometidos en las distintas vías de liberación. Pero hete aquí que medio siglo después surge de la tumba aquella voz vigorosa y se deja oír poderosamente en un mundo que ya viene de vuelta, desengañado, de las promesas de sus "clérigos secularizados", que, al llegar al poder, heredaron las mañas de sus adversarios derrocados.

Las obras de Benda se están leyendo ahora en Francia en cantidades increíbles. Benda no tuvo miedo de lanzar esta impopular denuncia: el "clérigo" moderno _decía_, al rehusar considerar nada más el mundo sensible, no pretende despreciar la metafísica: solamente intenta situar la "verdadera" metafísica. No dice: "Yo me burlo de lo divino y no respeto más que la realidad, sino que afirma: "La realidad es lo divino, al verlo llegará a serlo." Y aquì estaría la novedad: antiguamente el mal atacaba de plano al bien, pero dejaba intacta su definición; hoy, sin embargo, la confisca a su provecho.

Benda encuentra estos falsos metafísicos incluso en las filas de los clérigos de la propia Iglesia cristiana. Es verdad que estos hablan de la "encarnación", o sea de que Cristo se revistió de la naturaleza humana y de sus debilidades.

Pero el "clerigo" Benda se pregunta: ¿cuales fueron estas cualidades? ¿Fueron otra cosa que compasión y amor? Al hacerse hombre ¿adoptó la pasión nacional? ¿La religión del suelo? ¿El apetito de la gloria? ¿Los instintos militares? ¿El orgullo de la familia ¿El amor del patrimonio? ¿Se revistió de alguna de esas pasiones que se predican desde los púlpitos y que se ponen a la cuenta de su propio nombre?

Así se explica que Benda haga ese elogio desmesurado de los contemplativos: ellos, al imponer al mundo, desde el fondo de su soledad, el espectáculo de las existencias entregadas por completo a la búsqueda de lo verdadero o de lo bello, infligen a los apetitos carnales una humillación más sorprendente y más segura que tanto apóstol como hay por ahí(y cuya acción benéfica no se niega, ni mucho menos), ocupado en hablar y actuar en el foro contra estos apetitos.

En una palabra, concluye Benda, yo tengo al contemplativo como el mayor de los clérigos, no(como alguien me ha atribuido) porque no serviría a la humanidad, sino, al contrario, porque, sin fijarse la meta de servirla y quizá por ello, es el que mejor la sirve; porque según la perspectiva de la Iglesia, el contemplativo es más eficaz que el activo.

Pero Benda no pretendía que el "clérigo"fuera un ratón de biblioteca, ajeno a las cosas que pasan a su alrededor: según su terminología, este clérigo quedaría por ello mismo, "secularizado", sometido a los poderes seculares de turno. No, el sabe que el verdadero clérigo, no por ser independiente, deja de ser comprometido: la prueba está en la molestia que causa a cualquier clase de orden establecido.

Por eso, cuando aquellos´, cuya razón de ser es pensar dejan de pensar y se someten a las ideologías que sean, a la "Realpolitik" de todos los gobernantes, entonces el clérigo no existe ya más que de nombre, y empieza a reinar la barbarie

Benda no era un ingenio. Él sabía y proclamaba que esta pequeñísima parte de la humanidad, que está civilizada, no puede vivir nada más que en estado de compromiso permanente y precario entre los laicos y los clérigos: un mundo que no conociera más que la moral de los laicos no sería más que barbarie; un mundo que no practicara más que la moral de los clérigos dejaría de existir.

Y termina con una afirmación, tan impopular entonces: Los dioses pasan, dice un dicho célebre, y no estaría bien que fuesen eternos. Pero la humanidad se dará pronto cuenta de que habría sido muy positivo que ciertos dioses fueran eternos.

Ver: José Mª Gonzalez Ruiz, Los santos que nunca serán canonizados
Ed Planeta 1979

Es un momento para poner cada día, el que escribe es escriturista, poner unos parrafos sobre la Biblia de Jerusalén.

GÉNESIS
I. ORIGËNES DEl MUNDO Y DE LA HUMANIDAD

I. LA CREACIÖN Y LA CAÏDA
En el principio creó Dios los cielos y la tierra.
La tierra era algo caótico y vacio, y las tinieblas cubrian la superficie del abismo, mientras el espiritu de
cualetaba sobre la superficie de las aguas.
Dios
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