¿Puede considerarse útil la utopía? Lo gratuito, lo inútil, la utopía: una mañana de debate en la radio

Juan José Tamayo, en A vivir
Juan José Tamayo, en A vivir Cadena Ser

"Si dejamos morir lo gratuito, si renunciamos a la fuerza generadora de lo inútil, si escuchamos únicamente el mortífero canto de sirenas que nos impele a perseguir el beneficio, solo seremos capaces de producir una colectividad enferma y sin memoria que, extraviada, acabará por perder el sentido de sí misma y de la vida"

"En tiempos de crisis, lo primero que recortan los gobiernos en sus presupuestos es la cultura por considerar que resulta inútil en términos de productividad"

El domingo 30 de julio participé en un interesante debate en torno a la Utopía en el programa “A vivir que son dos días” de la Cadena SER, conducido magistralmente por la periodista Lourdes Lancho, junto con el filósofo Carlos Javier González Serrano y la filósofa Carmen Madorrán. Fue un diálogo muy enriquecedor en el que tuvimos la oportunidad de dialogar con serenidad y de manera argumentada cada uno de los cuatro desde nuestra experiencia vital y nuestro campo de especialidad.

Una de las cuestiones abordadas fue el papel de la utopía en una sociedad donde pareciera que solo prestamos atención a las cosas útiles. La pregunta era si puede considerarse la utopía dentro del término “utilidad”. Mi respuesta fue que depende de la concepción que tengamos de lo útil y de la utilidad. Para ello tomé como referencia el libro de Nuccio Ordine La utilidad de lo inútil. Manifiesto (El Acantilado, Barcelona, 2013), donde el intelectual italiano recientemente fallecido expresa con toda nitidez su objetivo:

“He querido poner en el centro de mis reflexiones la idea de utilidad de aquellos saberes cuyo valor esencial es de todo ajeno a la fuerza generadora a cualquier finalidad utilitarista. Si dejamos morir lo gratuito, si renunciamos a la fuerza generadora de lo inútil, si escuchamos únicamente el mortífero canto de sirenas que nos impele a perseguir el beneficio, solo seremos capaces de producir una colectividad enferma y sin memoria que, extraviada, acabará por perder el sentido de sí misma y de la vida. Y en ese momento, cuando la desertización del espíritu nos haya ya agostado, será en verdad difícil imaginar que el ignorante homo sapiens pueda desempeñar todavía un papel en la tarea de hacer más humana la humanidad”. 

Ordine da la vuelta al concepto de “utilidad” y hace un elogio de la útil inutilidad de los clásicos, de la literatura, de la filosofía y de la ciencia. Se refiere a la locura del Quijote, a quien define como el héroe por excelencia de lo inútil y lo gratuito. Las empresas que lleva a cabo el Caballero de la Triste Figura están guiadas por la gratuidad y desligadas de toda finalidad utilitaria. Pone como ejemplo de utilidad de lo inútil el desafío del hombre que se colocó delante de una hilera de tanques que se retiraban de la Plaza de Tiananmen, tras la masiva matanza de estudiantes -algunos medios de comunicación hablaron de miles- concentrados en la Plaza en la primavera 1989, y logró detener el avance de los tanques. Jeff Widener, fotógrafo de la Agencia Associated Press,fotografió la escena desde la ventana de la habitación de su hotel. La imagen dio la vuelta al mundo y se convirtió en el icono de la resistencia frente a la represiva potencia militar china y en gesto utópico para toda la humanidad.

Los tres ejemplos de Ordine se sitúan en el horizonte de la utopía y contribuyen a dar pasos en su realización, si bien, como afirma Eduardo Galeano, “por mucho que yo avance, nunca la alcanzaré”. La utopía sirve, como indica él mismo, “para caminar”. Y Antonio Machado enriquece esa misma idea con un nuevo matiz: “caminante no hay camino,/ se hace camino al andar./ Al andar se hace el camino/ y al volver la vista atrás,/se ve la senda perdida que nunca/ has de volver a pisar”.  

Hay, sin embargo, otro concepto de utilidad, incompatible con la utopía, más aún, que sigue la senda contraria: la de la muerte de todo proyecto utópico. Tres ejemplos lo ponen de manifiesto de manera más clara que cualquier teoría. El primero es el expresidente de Brasil Bolsonaro que, durante la pandemia. puso por la delante la economía sobre las vidas humanas y declaró servicios esenciales los servicios religiosos y propuso, junto con los pastores de las mega-iglesias, el coronafé como respuesta al coronavirus. El resultado de tan irracional práctica de utilidad fue la muerte de 700.000 personas, de las que, según las informaciones recibidas en mi último viaje a Brasil, se hubieran podido salvar más de 300.000 personas.

El segundo ejemplo del concepto errado de utilidad es el siguiente: en tiempos de crisis, lo primero que recortan los gobiernos en sus presupuestos es la cultura por considerar que resulta inútil en términos de productividad, cuando es precisamente en esos tiempos donde la ciudadanía más la necesita para el desarrollo de su creatividad y  debiera considerarse uno de los servicios esenciales para la comunidad.

La utopía de la Teología de la Liberación
La utopía de la Teología de la Liberación

El tercero ejemplo de una imagen distorsionada de la utilidad es el capitalismo, para quien lo útil consiste en el beneficio y la ganancia sin límites, que desemboca en explotación de las personas más vulnerables, los colectivos más desprotegidos de sus derechos y los pueblos oprimidos, discriminación y subalternización patriarcales, depredación de la naturaleza, marginación social de las mayorías populares y colonización de las mentes.

La utopía cuestiona ese concepto de utilidad porque privilegia el poseer sobre el ser, la eficiencia sobre el sentido, la tozudez de los hechos sobre el futuro por construir. Un privilegio que desmienten no pocos pensadores y pensadoras. “Es el gozar, no el poseer, lo que nos hace felices”, afirma Montaigne. “Si los hechos no están de acuerdo con la teoría, peor para los hechos”, asevera Ernst Bloch, el filósofo de la esperanza.  En palabras de la filósofa Adela Cortina, “sin futuro utópico en el que quepa esperar y por el que quepa comprometerse, carece de sentido nuestro actual presente”. La afirmación utópica quizá más contundente es la de Oscar Wilde: “Un mapa del mundo que no incluya el país de la ‘Utopía’ no merece siquiera la pena de echarle un vistazo”.

Una de las formulaciones más antiguas de la utopía se encuentra en el profeta bíblico Isaías: “No os acordéis de las cosas pasadas, ni penséis en lo antiguo. Mirad, voy a hacer algo nuevo. Ya está brotando. ¿No lo notáis? Trazaré un camino en el desierto, senderos en la estepa” (Isaías 43,18-19). 

Lo gratito, lo inútil y la utopía conforman un continuum, por muy paradójico que resulte, pero es que la paradoja constituye una de las características de la utopía.

Para profundizar en el tema, remito a Juan José Tamayo Invitación a la utopía. Estudio histórico para tiempos de crisis (Trotta, 2016, 2ª ed.) y ¿Ha muerto la utopía? ¿Triunfan las distopía? (Biblioteca Nueva, 2020, 4ª ed.).

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