Exodus, una mala ficción. La verdad de Moisés sigue en la Biblia

El Éxodo y Moisés ofrecen, con Jesús (Navidad y Pascua) la “historia” más valiosa que define (ha definido) por milenios la conciencia de Occidente. Del signo del Éxodo y del pensamiento griego seguimos viviendo nosotros.

Por eso, el normal y bueno que Ridley Scott haya querido contar esa historia en el cine, con una película de grandes efectos secundarios, titulada Exodus: dioses y reyes. He ido a verla con cierta ilusión, pero me ha decepcionado, incluso, incluso me ha cansado.

-- Mi consejo como amigo de la Biblia y de la historia es que, si no has visto esta película no vayas a verla, no pierdas el tiempo. Lo que R. Scott ha contado en su historia (la de los sponsors de su cine), no es la verdad histórico, ni el mensaje de la Escritura judeo-cristiana.

-- Si quieres saber algo de la Biblia y de sus grandes personajes e historias vete a la misma Biblia, siente, vive y recorre con ella el pasado y presente de su experiencia y proyecto. No pierdas el tiempo con esta super-producción de encefalograma plano, que cuenta lo que quieren ver y escuchar algunos que quieren dinero y así dictaminan (¿piensan?) lo que otros quieren oír, y lo que la Biblia ha sido y es en su verdad inquietante, poderosa, llena de amenazas creadora y tareas de esperanza.


Ciertamente, para entender mejor la Navidad abierta de Jesús de Nazaret (o la tarea inacabada del judaísmo) puedes pasar por Moisés. Pero vete al Moisés de la Biblia, no a este película .

INTRODUCCIÓN


Tiene buenos efectos secundarios, un desierto de Almería con imágenes bellas, escenarios de cierto interés, las minas de mármol de Macael, un mar bravío con olas bien fingidas, pero todo eso no basta, ni tiene sentido para contar la historia de Moisés y del Éxodo de los hebreos de Egipto, conforme a la Biblia. Algo creo saber de (super)-producciones bíblico-religiosas; por eso me atrevo a dar un juicio.

David. Hace muchos años un colega ítalo/argentino (Settimio Prosciutto), estudiante de cine en Roma (en la Universidad Pro-Deo) estaba empeñado en contar en película la historia de David; le preparé un esbozo de libreto, se lo dio a un especialista para que lo “concretara” y tradujera para el cine… Pero eso fue hace muchos años, el proyecto no salió adelante. No contaba con medios. Recuerdo que la primera escena era la de David quitándose el yelmo la coraza, que por todas partes le sobraban, para enfrentarse a cuerpo, a pelo, con su honda de pastor, con Goliat, el gran gigante.

Judas Macabeo. Hace dos años quiso la “fortuna” que pudiera a un “productor” hispano/yanqui que estaba preparando la historia de los macabeos para la gran pantalla. Hablamos del tema toda una mañana: de los medios económico-sociales, de las servidumbres de la industria cinematográfica, de los temas que importan, de la “verdad” de la historia de la Biblia y de la forma de contarla... Me pasó el libreto que tenía ya en inglés (caro, escrito por libretista de moda) y me pidió que se lo comentara y precisara.


Dediqué al tema unos días, y ajuste el film al mensaje de la Biblia, utilizando básicamente ideas y materiales que yo mismo había escrito y que tengo publicados en varias entradas de mi Diccionario de la Biblia (Moisés, Egipto, Éxodo, Mar Rojo, Liberación, Desierto…). Creo que mis advertencias merecían la pena (algún días las publicaré en este blog…). El productor me dio la gracias por la colaboración (¡muchas gracias y hasta el día hoy!). No me ha respondido más, no me he atrevido a felicitarle por las Navidades. Su proyecto era quizá demasiado “histórico y bueno”, demasiado fiel a la inquietante verdad de la Biblia. Es evidente que no le ha debido interesar a la “gran máquina de cine históricamente mentiroso” (de encefalograma plano) que se hace actualmente en ciertos lugares de USA


Digo pues que algo sé de superproducciones bíblicas, no demasiado, pero sí lo suficiente como para atreverme a decir que la visión del Éxodo y Moisés de esta película no ha merecido la pena, como afirma también J. Antón en un juicio que ha publicado el País y que me atrevo a recoger al final de este reseña.

LIMITACIONES Y ERRORES

Pienso que Ridley Scott no ha logrado recrear (ni siquiera evocar) el fondo de la historia de Moisés y del éxodo. Éstos son a mi juicio las limitaciones fundamentales de su obra:

a) No respeta la trama histórico/literaria de la Biblia

Ciertamente, el cine emplea un tipo imágenes distintas (personas, músicas, paisajes, escenas….), pero si quiere ser fiel al estilo de la Biblia, que ha recogido y (re-)creadi la historia de Moisés y el Éxodo, tiene que ser respetuoso con el tipo de simbolismo literario y con el lenguaje de la Biblia.

Da la impresión de que la película se queda sólo en un plano de anécdota externa, sin llegar al contenido del mensaje, ni a la identidad real de los personales: egipcios y hebreos, Moisés y el Faraón, Séfora y los hebreos…Ciertamente, S. Scott puede contar lo que quiera y como quiera… Pero si quiere ser fiel a la verdad no puede decir que su historia es el Éxodo, ni su personaje es Moisés, ni su trasfondo la Biblia judeo-cristiana.

El film no ha logrado entender el sentido del “imperialismo” egipcio, ni la “opresión” de los hebreos, ni la novedad de Moisés…, ni siquiera el trasfondo las famosas “plagas”; creo que no siquiera se ha esforzado a penetrar en su posible simbolismo… A su juicio, da la impresión de que todo es lo mismo y así puede entenderse dese la conciencia media de un “espectador” al que se emboba primero para después hacerle ver la película. De esa forma cuenta una “historia plana”, como si los autores de la Biblia y sus protagonistas (egipcios y hebreos) fueran unos idiotas, desde la perspectiva de unos espectadores sin relieve personal y sin cultura.

Del Moisés puramente histórico sabemos poco…, quizá pudiéramos arriesgarnos a decir que incluso no existió. Pero del Moisés de la Fe Bíblica sabemos mucho (muchísimo), algo que es muy importante, algo decisivo en la historia de la humanidad occidental.

Pues bien, de ese Moisés bíblico de la fe (y del sentido histórico/religioso del Éxodo) esta película no sabe nada o casi nada. Sólo cuenta una anécdota externa, y mal interpretada, con grandes efectos secundarios, pero sin núcleo ni verdad principal. Los efectos secundarios (paisajes, escenarios, batallas imaginarias…) tienen que estar bien contados, al servicio del mensaje principal. Por eso, cuando no hay mensaje, como en esta película, los efectos secundarios pierden su sentido.

2. Una ocasión frustrada

Una film como éste podía contar algo de lo que ha significado y significa el gran Éxodo de Egipto, con su fondo “historicista” difícil de precisar (¡por eso hay que recrearlo!), como “epopeya” clave de la historia de occidente, con sus grandes temas de opresión y libertad, de amor y ley, de fatalidad y milagro, de miedo y esperanza…

Como estoy diciendo, el Éxodo y Moisés han sido y son uno de los símbolos fundamentales de la historia de occidente, en clave humana y religiosa, literaria y social. Nosotros, occidentales del siglo XXI (herederos de judíos y cristianos, e incluso musulmanes) somos lo que somos porque se ha contado y se puede seguir contado la historia simbólico-religiosa de Moisés y del Éxodo. De la forma en que “digamos”, leamos y recreemos esa historia dependerá lo que somos y podemos ser. Pues bien, lo peor que se puede hacer en un plano cultural y social es contar una historia como ésta, una historia plana, y en el fondo banal.

Por eso he dicho y digo a mis lectores que no vayan a ver esta película, ni siquiera por sus efectos secundarios, ni siquiera por sus escenarios (¡qué hermoso Macael, que gran desierto de Almería…!. Si quieren saber algo que lean la Biblia, o un buen libro de Historia Bíblica (¡cuánto más crítico mejor!) o incluso un libro de teología histórica, como mi Diccionario de la Biblia. No pierdan el tiempo con esta película.


UN CAMINO

(tomado de X. Pikaza, Diccionario de la Biblia, Verbo Divino, Estella 2010)


Históricamente no es mucho lo que sabemos de él, de manera que algunos incluso han dudado de su existencia, diciendo que no es más que un símbolo creado por la fe de los israelitas, para condensar en un personaje los rasgos básicos del comienzo de la historia nacional: salida de Egipto, proclamación de la ley, paso a través del desierto…

En contra de eso, parece que no hay duda razonable de su existencia y de su aportación al nacimiento de Israel: todo nos permite suponer que era un hebreo de origen egipcio, que tuvo una labor importante en el proceso de salida de algunos hebreos de Egipto, en el siglo XIII-XI a. C. La tradición israelita le recuerda como vidente: ha descubierto a Dios en la montaña (Sinaí) y ha escuchado su nombre (Ex 3-4). Le ve como caudillo que organiza la marcha de los liberados, iniciando así la historia de la nueva humanidad (Ex 5-18).

1. Una historia de fondo

También es legislador: establece la norma de vida de su pueblo, concretada en leyes por siempre valiosas; por eso, toda la ley posterior de Israel viene a entenderse como ley de Moisés, trasmitida por la Escritura (Pentateuco) o por la tradición oral (Ex 19-34). También es sacerdote, iniciador de la liturgia y fundador del culto sagrado (cf. Ex 35-40; Lev), aunque después lo ejerza en concreto su «hermano» Aarón. Es hagiógrafo, escritor del Pentateuco. Sabemos por análisis científico que los libros del Pentateuco son posteriores a Moisés, pero de un modo simbólico se los podemos atribuir, presentándole como inspirador la Biblia israelita.

La historia bíblica de Moisés es una historia de fe. Por eso, ella no puede entenderse en sentido literal, sino como expresión y signo de valores religiosos. Seguimos por tanto, ante un «Moisés de la fe» (no ante un Moisés de la historia), ante una figura paradigmática, cuyo nacimiento ha sido ya ejemplar, como son los nacimientos de los héroes religiosos. Estrictamente hablando, no debería haber nacido (pues el Faraón había decretado la muerte de los niños hebreos varones). Pero el sistema también falla y nunca logra controlar del todo el mundo de la vida, como recuerda la acción de la madre, la hermana y las buenas comadronas (Ex 1, 15-21).

El libertador nació del Nilo, uniendo así la herencia hebrea con la cultura de Egipto. Le amamantó su nodriza hebrea (madre carnal) y le educó la madre adoptiva (hija del Faraón) y así fue hombre de dos mundos (hebreo y egipcio), pudiendo emplear las posibilidades del sistema (Egipto) para liberar a los excluidos del sistema (hebreos), creando con ellos un pueblo nuevo de liberados. En este contexto podemos recordar a las tres mujeres del principio de su historia.

Educado por la hija de Faraón, Moisés podía haberse olvidado de los suyos, pero no lo ha hecho. Lleva en su sangre el recuerdo de los hebreos y así actúa: «En aquellos días, cuando Moisés ya fue mayor, salió a visitar a sus hermanos y comprobó sus penosos trabajos. Vio también cómo un capataz egipcio golpeaba a un hebreo, a uno de sus hermanos. Miró a uno y otro lado y, no viendo a nadie, mató al egipcio y lo escondió en la arena» (Ex 2, 11-12).

Moisés empieza matando, en la base de su historia sigue estando la violencia para mantener el un tipo de orden. Pero pronto se da cuenta de que no es posible instaurar el orden por la muerte y así escapa de Egipto:

(a) Huye como fracasado, sin haber podido ayudar a sus hermanos cautivados; pero huya sabiendo algo nuevo: no se puede liberar a los hebreos matando a los egipcios, pues los egipcios resulta en este nivel muy superiores (tienen un ejército más grande).

(b) Huye como perseguido, porque el Faraón quiere matarle. El poder del imperio es inflexible; nadie puede vencerle utilizando sus armas de violencia. Para poder vivir, Moisés ha de escapar, buscando un lugar protegido, fuera del espacio controlado por el imperio, donde deja a su madre adoptiva.

(c) Moisés huye, en fin, como buscador de nuevo caminos. Ciertamente escapa: no puede enfrentarse con la fuerza brutal del Faraón, ni puede superar el rechazo de sus hermanos, hebreos oprimidos; pero Dios le está esperando.

Huye de Egipto y se refugia en Madián, entre los pastores semi-nómadas, que le acogen en su grupo (Ex 2, 11-25), descubriendo a Dios en la montaña, como fuego ardiente, recibiendo la revelación de su nombre Yahvé); ha conversado con él a rostro descubierto, recibiendo la misión de liberar a los hebreos (Ex 3-4).

De esa forma se convierte en un hombre de acción: no queda en la montaña, para mantenerse en diálogo de intimidad con Dios, sino que desciende y se introduce en el horno de opresión de Egipto, iniciando desde la gran Cárcel del Faraón un camino de libertad para los hebreos oprimidos (Ex 5-18). Moisés interpreta el conocimiento y la ley de Dios (que ha mirado el sufrimiento de su pueblo) de una forma creadora y así viene a presentarse como portador de esa tarea de Dios entre los hombres. Él ha sido el liberador de los hebreos (éxodo, ), pero, al mismo tiempo, ha sido su legislador: ha trazado para siempre la verdad el judaísmo (Ley, alianza, mandamientos).

b. Un éxodo, un camino

La historia de Moisés la cuenta el libro del Éxodo, el segundo libro de la Biblia, que narra simbólicamente la salida de los hebreos de Egipto (Ex 1-15), y la creación de un pueblo distinto, fundado en la experiencia y tarea de los hebreos oprimidos (de todos los oprimidos del mundo, a los que “un nuevo Dios de libertad” quiere hacer conscientes de su propia historia).

Resulta difícil de precisar la “verdad externa” del Éxdodo, aunque debe tener un fondo histórico, reinterpretado simbólicamente por la Biblia. Algunos hebreos se sintieron oprimidos en Egipto, y pensaron que su Dios les escuchaba e impulsaba abriendo para ellos un camino de salida y nuevo naci¬miento a través del desierto. Pues bien, para el conjunto de la Biblia, más que una historia pasada, ésa es una historia presente, una tarea actual, una esperanza de futuro.

Los egipcios tenían el poder, estaban bien organizados en sentido político, social y religioso, pero algunos hebreos (antepasados de los judíos posteriores) buscaban otra cosa, querían otro tipo de vida y libertad, buscando una tierra distinta, vinculada a la historia de sus antepasados semitas. Posiblemente tuvieron un guía y caudillo, llamado Moisés que les ofreció una conciencia nueva de libertad y que les impulsó a salir de Egipto.

Más aún, es muy posible que los hebreos fugitivos sintieran la ayuda de Dios, su propio Dios, cuando salieron de Egipto por la zona del Mar Rojo. Ese “recuerdo” del paso por el (cerca del) Mar Rojo marcó su conciencia posterior, y así pudieron decir que Dios les escuchó y les liberó con mano fuerte y brazo extendido (cf. Ex 3, 20; 6, 1. 6; Dt 4, 34). Esta experiencia ha marcado la memoria de un pequeño grupo de esclavos fugitivos, de hebreos liberados, que enriquecieron con ellas a los restantes grupos de israelitas (pastores trashumantes, la¬bradores pobres, sol¬dados mercena¬rios...)¬.

Sobre ese recuerdo han fundado los israelitas su identidad. No ponen ya como fundamento de su historia el mito de los dioses del cielo que cohabitan con la tierra y que fecundan, de algún modo, la existencia humana. ¬Tampoco han colocado en el principio las hazañas de guerreros que luchan contra fieras y vencen con su poder a los enemigos, sino estos dos elementos contra¬puestos: ellos eran un grupo de pobres y oprimidos, en manos de grandes potencias adversarias, pero Dios les liberó para hacerles un pueblo. En el comienzo del pueblo está la esclavitud: el primer recuerdo de los israelitas como tales (como hijos de Jacob) era su opresión, como hebreos, en Egipto.

Humanamente no había solu¬ción: los hebreos tendrán que ser hebreos (sometidos) para siempre; ¬los egipcios seguirán siendo opresores, dentro de un sistema de sacralidad. Pues bien, en un momento dado, en el paroxismo del dolor, cuando los esclavos parecían destruidos, ha llegado la palabra liberadora: «Un silencio sereno lo envolvía todo y al mediar la noche su carrera tu Palabra todopoderosa se abalanzó como paladín inexorable… Llevaba la espada afilada de tu orden terminante…» (Sab 18, 14-16).

c. Muerte de Moisés, una herencia discutida, un enigma

La Biblia sabe Moisés liberador no ha conseguido llegar a la meta: ha muerto antes de introducir al pueblo en la tierra prometida. El texto explica este dato aludiendo a un tipo de pecado, que habría impedido que Moisés y los hombres de su generación entraran en la tierra (cf. Dt 32, 49-52). Hay otra razón más general: los libertadores mueren ordinariamente sin lograr la meta:

«Moisés subió de la estepa de Moab al monte Nebo, frente a Jericó. Y Yahvé le fue mostrando desde allí toda la tierra prometida... Y después le dijo: esta es la tierra que prometí a vuestros padres. Te dejo verla con tus ojos, pero no pasarás a ella. Allí murió Moisés, siervo de Yahvé, en el país de Moab... Le enterraron en el valle, en tierra de Moab. Pero nadie hasta hoy ha conocido su tumba» (Dt 34, 1-6).

Nadie ha podido venerar su memoria en un sepulcro, pues su memoria verdadera está en el Libro de la Ley que él ha trasmitido al pueblo. Así decimos que el recuerdo de Moisés no es un sepulcro (como tampoco habrá recuerdo de Jesús de Nazaret en un sepulcro). La religión de Israel no es un culto funerario, sino esperanza y tarea de la libertad por encima de los sistemas de opresión. Desde ese fondo se pueden trazar tres líneas de interpretación.

(a) Los judíos afirman que la herencia de Moisés es un Camino de Presencia nacional: la Ley que él promulgó, de parte de Dios, para conducir a los hebreos, esclavos del sistema, hacia la tierra prometida. En un sentido, el sucesor de Moisés ha sido Josué (= Jesús), conquistador de Palestina (cf. Dt 34, 9; Jos 1-2). Pero, en otro sentido, el verdadero Josué-Salvador aún no ha llegado y por eso los judíos se mantienen siempre en éxodo, separados y amenazados, pero manteniendo ante los nuevos faraones la protesta de sus gritos y el testimonio de su opción de libertad, que quieren ofrecer un día a todos los humanos.

(b) Los cristianos suponen que el auténtico heredero de Moisés es Josué/Jesús-Cristo (cf. Heb1, 1-3) y añaden que ha muerto por su fidelidad a Dios y por su opción liberadora, no por sus pecados (que no los ha tenido). Ha muerto porque le han matado los que no aceptaban su tarea sanadora a favor de los nuevos hebreos (impuros, enfermos, oprimidos). Se ha mantenido hasta el fin, sobre el monte de la Cruz, no en el Nebo de Moab, y sus fieles conocen su sepulcro pero saben que está vacío (cf. Mc 16, 1-8). No ha dejado una Ley y un pueblo separado; se ha dejado a sí mismo para todos los que quieran aceptar su mensaje y tarea de Reino. Desde ese fondo, algunos han podido pensar que las leyes de Moisés eran secundarias, diciendo que tras ellas ha venido la gracia y la verdad de Jesucristo, el auténtico Moisés (cf. Jn 1, 17).

(c) Los musulmanes afirman que la historia de Moisés profeta ha culminado en Mahoma de forma que el Éxodo se vuelve Hégira, como indicaremos. Pero, en contra de Moisés, Mahoma no salió de la Meca por siempre, sino para retornar y transformar el mismo sistema de opresión en pueblo de fieles liberados.

E. APÉNDICE, UN JUICIO HISTÓRICO:

JACINTO ANTÓN
http://cultura.elpais.com/cultura/2014/12/27/actualidad/1419694098_389413.html

El nuevo filme de Ridley Scott Exodus: dioses y reyes está recibiendo fuertes críticas por motivos religiosos tanto desde sectores cristianos (la versión de la historia bíblica que ofrece el director es notablemente agnóstica y presenta muchas desviaciones con respecto al relato tradicional) como desde el mundo islámico, donde ha molestado en especial la forma de presentar a Moisés (que para los musulmanes es un profeta). En Egipto y Marruecos la película ha sido prohibida aduciendo que contiene “falacias”. Al margen de ello y sin que sirvan para cuestionar sus bondades cinematográficas, Exodus contiene un buen número de errores históricos más o menos de bulto. He aquí diez, por poner el mismo número que las plagas.
1-En la época de Ramsés II hacía más de mil años que los egipcios habían dejado de construir grandes pirámides. En la película se ve una enorme en construcción, junto a otras dos, que además son escalonadas.

2-Las pirámides no las construyeron esclavos extranjeros (ni extraterrestres ya que estamos) sino trabajadores egipcios libres. Al gobierno de Egipto le ha molestado -con razón en eso-, que se insista en presentar esa gran realización como ajena al pueblo egipcio. Otro reproche: pese a que lo muestra el filme, no está acreditado el uso de elefantes (!) para levantar las pirámides.

3-No hay documentación histórica que pruebe la existencia de un pueblo semita esclavizado en Egipto, por tanto, además, lo de su fuga es una pura leyenda bíblica. Moisés no es un personaje histórico.

4-En todo caso Ramsés no hubiera tenido que enviar a su ejército detrás de los escapados (lanza 4.000 carros según la película, hinchando la cuenta de la Biblia que habla de 600), pues existía una amplia cadena de fortificaciones y acuartelamientos egipcios a lo largo del Sinaí hasta Canaán. Por cierto, los carros hititas que aparecen en la espectacular batalla inicial (Qadesh) eran más pesados que los egipcios y llevaban tres hombres y no dos. El uso de los carros por parte del faraón está bien representado aunque el papel de la caballería, carga incluida, es totalmente desmesurado: no fue importante hasta época ptolemaica. Los caballos egipcios eran pequeños y los jinetes no llevaban estribos.

5-Nunca se ha hallado evidencia arqueológica alguna del Éxodo. Una migración masiva similar (600.000 hombres capaces de portar armas, según la Biblia, más todas sus familias, una verdadera muchedumbre) habría dejado testimonios en forma de campamentos y otros restos.

6-El speos (templo excavado en la roca) de Abu Simbel , uno de los monumentos más famosos y visitados de Egipto, no estaba construido todavía cuando murió Seti I, pues lo hizo edificar su hijo Ramsés II. Además nunca sirvió de sepultura (el filme muestra el entierro ahí de Seti I: dos fallos en uno).

7-La bonita corona dorada que luce Ramsés II en batalla como casco no es la preceptiva corona de guerra khepresh azul -más semejante a la que porta Moisés, aunque el resto de su indumentaria parece asiria- sino la corona real de buitre con las alas protectoras de la diosa maternal Nekhbet alrededor de la cabeza, un tocado que en realidad usaban las reinas (y diosas).

8-La estética del Nuevo Imperio egipcio, bien acreditada, no era en general la que se ve en la película, que parece inspirada más bien en las pinturas románticas de Alma Tadema. En fin, también la escena de la partición de las aguas del Mar Rojo es más artúrica que bíblica. Por cierto la Biblia especifica que en el episodio no se salvó ni un egipcio. Ridley Scott tiene el detalle de rescatarnos a Ramsés II (y perdonen por el spoiler) gracias a lo cual el faraón pudo llegar a una edad provecta (se le acreditan 92 años), tener muchos hijos (varios de ellos enterrados en la tumba colectiva KV 5 del Valle de los Reyes, incluido, según opina Kent Weeks, el primogénito, Amenhirjoshef) y sembrar Egipto de grandes monumentos, además de dejarnos una estupenda momia.

9-En el filme, al primogénito del faraón lo momifican enseguida. La momificación era un proceso lento que requería hasta tres meses.

10-Pese a la tradición de representarlo calvo (desde Yul Brinner), Ramsés II era (y lo acredita su momia) pelirrojo.
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